Por más que se le dé de vueltas a las declaraciones explosivas de Miguel De la Madrid en contra de su sucesor en la presidencia de la república, no hay contundencia de efecto legal. Tan no la hay, que las autoridades panistas no han movido un dedo para actuar por oficio dado el calibre de los implicados y las imputaciones. La discusión se ha centrado en la corrupción y en la maldad, a lo bestia, que se le atribuye a Carlos Salinas.
Resulta que De la Madrid, el promotor de la renovación moral de la sociedad, no se percató de la moralidad de Salinas de Gortari. El creador de la Contraloría General de la Federación, no construyó la institución apropiada para combatir la corrupción. ¿Qué pasó? Nada, que el presidente que inició el giro hacia el neoliberalismo hecho “gobierno” y que sigue “conduciendo” al país no entendió nada de las decisiones que hizo, ni cómo las tomó. No se dio cuenta que si logró llegar a la presidencia fue debido a un artífice que le allanó el camino: Carlos Salinas, él sí, “maldad” aparte, poseedor de una inteligencia política fuera de serie.
Si los neoliberales contaron con un político ése fue Salinas, sin él se perdieron hasta la debacle en la que se encuentran después de los sexenios de Fox y Calderón. Sin el político los neoliberales se dieron a confundir a la ciudadanía con los empresarios, a despreciar al pueblo por considerarlo populacho.
En el cambio de siglo, los neoliberales trascendieron a los institutos políticos, los descentraron en su identidad, no se supo que partido representaba qué. Los neoliberales pusieron el servicio público al dictado de los grandes empresarios, prometiendo inédita prosperidad. Hoy tenemos un país empobrecido, donde la ilegalidad en sus distintas presentaciones es una opción para muchas familias.
Lo más relevante de las declaraciones de De la Madrid no es la publicitada corrupción de Salinas, o la fabulada partida secreta. La corrupción hoy como ayer tiene otros vericuetos legales y sigue tan campante. No, lo verdaderamente maravilloso de los dichos sustanciados a Carmen Aristegui es el inadvertido anuncio del ocaso de los neoliberales. En estos años de los Aspe, Gil Díaz, Carstens y todos los de su especie, han demostrado su incapacidad para conducir políticamente al país a otro destino que no sea el despeñadero. Los técnicos no sirven para gobernar.
Llegó la hora de que los partidos se sacudan el yugo de los neoliberales y de los poderes fácticos para arribar a un estadio superior de vida democrática ¿Lo entenderán así? Se ve difícil, pero es deseable que los partidos se animen a hacerlo para realizar reformas que le den un ánimo diferente a la convivencia social.
No es acaso contradictorio que con todo su antipriísmo el PAN no encontró más secretarios de Hacienda que los que les proporcionó el antiguo régimen, para así reproducir el ciclo que enseña a los poderosos: donde hay negocio hay corrupción y vicerversa.
Resulta que De la Madrid, el promotor de la renovación moral de la sociedad, no se percató de la moralidad de Salinas de Gortari. El creador de la Contraloría General de la Federación, no construyó la institución apropiada para combatir la corrupción. ¿Qué pasó? Nada, que el presidente que inició el giro hacia el neoliberalismo hecho “gobierno” y que sigue “conduciendo” al país no entendió nada de las decisiones que hizo, ni cómo las tomó. No se dio cuenta que si logró llegar a la presidencia fue debido a un artífice que le allanó el camino: Carlos Salinas, él sí, “maldad” aparte, poseedor de una inteligencia política fuera de serie.
Si los neoliberales contaron con un político ése fue Salinas, sin él se perdieron hasta la debacle en la que se encuentran después de los sexenios de Fox y Calderón. Sin el político los neoliberales se dieron a confundir a la ciudadanía con los empresarios, a despreciar al pueblo por considerarlo populacho.
En el cambio de siglo, los neoliberales trascendieron a los institutos políticos, los descentraron en su identidad, no se supo que partido representaba qué. Los neoliberales pusieron el servicio público al dictado de los grandes empresarios, prometiendo inédita prosperidad. Hoy tenemos un país empobrecido, donde la ilegalidad en sus distintas presentaciones es una opción para muchas familias.
Lo más relevante de las declaraciones de De la Madrid no es la publicitada corrupción de Salinas, o la fabulada partida secreta. La corrupción hoy como ayer tiene otros vericuetos legales y sigue tan campante. No, lo verdaderamente maravilloso de los dichos sustanciados a Carmen Aristegui es el inadvertido anuncio del ocaso de los neoliberales. En estos años de los Aspe, Gil Díaz, Carstens y todos los de su especie, han demostrado su incapacidad para conducir políticamente al país a otro destino que no sea el despeñadero. Los técnicos no sirven para gobernar.
Llegó la hora de que los partidos se sacudan el yugo de los neoliberales y de los poderes fácticos para arribar a un estadio superior de vida democrática ¿Lo entenderán así? Se ve difícil, pero es deseable que los partidos se animen a hacerlo para realizar reformas que le den un ánimo diferente a la convivencia social.
No es acaso contradictorio que con todo su antipriísmo el PAN no encontró más secretarios de Hacienda que los que les proporcionó el antiguo régimen, para así reproducir el ciclo que enseña a los poderosos: donde hay negocio hay corrupción y vicerversa.