jueves, 8 de septiembre de 2011

Disparos al pie




A Felipe Calderón se le olvida que llegó en muletas al día de su toma de protesta como presidente de la república, no con apoyo del voto claro, contundente e inobjetable de los mexicanos. Todos sabemos que desde la embajada de los Estados Unidos, el corporativismo magisterial y la obsecuencia de algunos gobernadores del PRI, Calderón alcanzó dudosamente la posición que actualmente ostenta con torpeza. Su trapaza hizo que México viviera, y no ha dejado de seguir viviéndolos, días aciagos. 



En la primera semana de octubre de 2006 no se tenía la declaratoria de presidente electo. Fue después, en ése mes, que el Poder Judicial le otorgó esa condición. No era suficiente, el descontento no se desactivó. Sin una legitimidad acreditada, cosa que no ha logrado hasta ahora Calderón, recurrió a las fracciones parlamentarias del PRI en ambas Cámaras del Congreso para rendir protesta como presidente constitucional. Así, con la muleta derecha del Poder Judicial y la muleta izquierda de los legisladores priístas, el primero de diciembre de 2006 se rindió la protesta de ley.



Cinco años después, Felipe Calderón tienta al destino y le prende fuego a sus muletas salvadoras sin advertir la deplorable minusvalía en la que queda. Es una irresponsabilidad lanzarse en contra de quienes le dieron auxilio y le han permitido darle un piso de estabilidad política a su ejercicio predatorio del poder. Tiene razón el Consejo de la Judicatura de la Federación cuando, a través de su vocero, señala que la actitud rijosamente mediática de Calderón pone en riesgo la estabilidad nacional. No es una exageración, atizar la confrontación entre poderes no es el método indicado en los momentos delicados por los que atraviesa el país, en los que el crimen organizado y la disputa por alcanzar alguna de las distintas candidaturas que se rifan en los partidos toman creciente efervescencia. Y eso que no se agrega la declaratoria de recesión económica, pues es sólo una posibilidad del futuro inmediato.



Bajo los signos de un escenario de catástrofe, la serenidad tiene que imperar sobre la temeridad aconsejada por el enojo. No subirse al ring y mejor hacer limpieza de la arena, de todo el territorio que abarca la administración pública federal. No echar en saco roto la convocatoria que amablemente le hace el Poder Judicial.



No es fácil decidir a río revuelto, ni se puede modificar lo previsible, la historia de un sexenio que será recordado por la explosión del crimen y la concomitante debacle de la seguridad.


Mucho me temo que el no escuchar es un reflejo condicionado de la actual administración que le impide atender voces sensatas que no bordan en los extremos. Voces que no abrevan en el escándalo, así sea el que promueve la sucesión presidencial. Voces que tienen un sentido de lo que es el Estado democrático. Pero no es así. Ya desde Mérida Felipe Calderón anuncia que quiere concluir a tambor batiente. Esto es, con aire triunfal o tocando el tambor como en los albores del sexenio.


martes, 6 de septiembre de 2011

Desde la fortaleza, del alcázar, del Castillo de Chapultepec


El lunes 5 de septiembre fue un día de reuniones a medias, que no dieron todo de sí. No se trata de contrastarlas para decir cuál fue mejor, eso corresponde a los profesionales mejor informados, para eso les pagan. A lo que aquí me quiero referir es que el beneficio social de las reuniones en comento se pudo maximizar.
 

La reunión entre el rector de la UNAM y sus académicos con el presidente de la república y su gabinete no cumplió la expectativa de surtir una información novedosa o estimulante. El esfuerzo de la propuesta de la UNAM por darle un enfoque integral al combate al crimen organizado se estrelló con la tozudez de Felipe Calderón (la verdad es que Calderón está como Hitler, por más que la realidad le diga que tiene que modificar su estrategia no sale de sus cuatro) Se presentó una oportunidad para el estadista que va más allá del debate. Si Calderón hubiera hecho anuncios relevantes sobre su estrategia tendría la mejor aclamación que se recuerde en sus presentaciones públicas. Quiero suponer un anunció sobre datos duros, con nombre, apellido o denominación social en el tema del lavado de dinero. También pudo anunciar órdenes de aprehensión en contra de gobernadores, presidentes municipales o servidores públicos a nivel federal con pruebas irrefutables de participar en actividades del crimen organizado. Pero no. Se limitó a su manida cantaleta. Qué lástima me da que no se haya concluido una reunión de mayor aliento.
 

Desde otra fortaleza, el Teatro Morelos de la ciudad de Toluca, Enrique Peña Nieto rindió su mensaje postrero como gobernador del Estado México con un destinatario preciso: Manlio Fabio Beltrones. Como es de todos conocidos, el senador priísta ha insistido a los cuatro vientos que en el PRI primero se tiene que definir el proyecto y después elegir candidato a la presidencia de la república. Bueno, es una postura a la que respondió Peña Nieto: el proyecto ya se tiene y es la Constitución (Me recordó el dicho de Adolfo López Mateos en sus tiempos de presidente: soy de extrema izquierda dentro de la Constitución) Excelente respuesta de Peña Nieto pero no la reafirma con actitudes para casos concretos que dañan nuestra Constitución. El todavía gobernador mexiquense no se ha proclamado sobre la operación de agentes de corporaciones del gobierno norteamericano que operan en México, no ha fijado su posición constitucional respecto a los contratos incentivados en PEMEX, tampoco se ha pronunciado sobre el “outsourcing” que afrenta el artículo 123 de nuestra Constitución. Nuestra Constitución es socialdemócrata en el sentido lassalleano. Sentido que ha ido perdiendo en los últimos lustros. Qué tiene que decir al respecto el gobernador, creo que muy poco, pues pertenece a una generación que en su adolescencia ha sido empalagada por el neoliberalismo.
 

Como dije, las reuniones debieron dar para más. No fue así y se pierden en el torbellino imparable de la nota roja. Un vehículo de la marina arrollado por un tráiler. El hijo de un connotado priísta fue ejecutado en la ciudad de Guadalajara. Las cosas van de mal en peor.


domingo, 4 de septiembre de 2011

El deslinde





Llegó a San Lázaro el quinto informe de gobierno del presidente Calderón en una caja de cartón. La caja fue transportada y entregada por el secretario de gobernación a su destinatario, el Congreso Mexicano, representado por el presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados. La entrega recepción efectuada el primero de septiembre de 2011 marcó el inicio del fin de sexenio, de un gobierno federal instalado por voluntad de su máxima figura en el reino “del haiga sido como haiga sido”. Frase funesta que compendia una gestión sin orden ni rumbo. De ahora en adelante el verbo a conjugar será deslindar: Aclarar algo, de modo que no haya confusión en ello. Se ve difícil cuando la interlocución entre poderes no tiene el foro donde desplegarse.

Así las cosas, el informe que nadie lee es mejor conocido por su envoltura, la caja de cartón. Hay quien se avienta puntada de felicitar a Calderón por su quinto informe en un desplegado a página completa, como en los viejos tiempos, esos tiempos que no se cansa denigrar FCH. El desplegado de Roberto González Barrera, empresario dueño del Banco Banorte y de la industrializadora de maíz que se comercializa en forma de harina Gruma, como para darle la bienvenida a esos viejos tiempos que se suponían idos.

Por su parte, en Milenio Diario ya dan por irreversible la derrota del comandante Calderón en su propósito de aplastar al crimen organizado. En esa misma publicación otro de sus columnistas duda de que el presidente tenga amigos empresarios, sin concluir que los empresarios no tienen amigos, tienen intereses. Mientras, el informe en caja de cartón se ve urgido de ser significado en un mensaje de logros como en los viejos tiempos. Como sucede que el presidente en turno no tiene colaboradores que le armen un acuerdo con los legisladores para asistir a la sede del Congreso a emitir su mensaje, entonces se recurre a la simulación de recrear la ceremonia de los viejos tiempos con promesa incluida, la de no meter mano en las próximas elecciones federales del 2012. Promesa de antemano incumplida pues Calderón no ha demostrado ser hombre de palabra.

Inevitablemente, el mensaje tuvo su tema principal: el combate al crimen organizado. No podía ser de otra forma, pues ése ha sido el tema non del actual gobierno. A estas alturas Felipe Calderón no entiende que se embarcó en una lucha sin criterio de integralidad de los fenómenos que articulan las redes de la delincuencia. Todo se redujo a un enfrentamiento de los buenos en contra de los malos, sin llegar a extirpar la impunidad que es la fuente alimentadora del delito. Por eso desde el gobierno nunca se ha mostrado interés por combatir al crimen organizado de cuello blanco. Por eso la impunidad sigue ahí, imperturbable, se da tempo de pasearse en el recinto del Museo de Antropología. Por algunos personajes que asistieron, se podría recordar acontecimientos que forman parte de la historia de la impunidad en México: Acteal, Pasta de Conchos, Guardería ABC y el Casino Royale. Así nomás, como para hacer un hueco en tan importante mensaje y dar pie a la nota de color en los medios sobre los presidenciables que asistieron a dejarse ver en el evento. Es curioso que dos de ellos no estuvieron presentes y es posible que aparezcan en la boleta electoral. Uno no fue invitado, Andrés Manuel López Obrador. El otro tal vez si fue invitado y a lo mejor se disculpó ¿Acaso Manlio Fabio Beltrones valoró el evento como un acto más de simulación?


Es tiempo de aclarar para no dejar lugar a confusiones que podrían ser desastrosas.       

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