miércoles, 7 de diciembre de 2011

En casa del jabonero




Seguimos sumidos en la anécdota con tal rehuir los temas centrales que tiene que atender el proceso electoral en curso. La laguna mental o ignorancia en cuestiones literarias de Enrique Peña Nieto ha servido para calar al aspirante presidencial. Lo vergonzoso es que sus adversarios hagan el papel del burro hablando de orejas. Por ejemplo, Ernesto Cordero diciendo que su resbalón fue menor en lo que a confusión de nombres y obras de autores. No señor, resbalón es resbalón. El meollo es querer presumir aficiones que no lo son tanto y exhibirse como tontos con iniciativa. Otro ejemplo es López Obrador. Con qué cara le hace recomendaciones a Peña Nieto para que ingrese en un taller de lectura cuando el mismo AMLO resultó todo un fósil de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. A quién quiere apantallar. Ya envalentonado aprovecha para afirmar que Peña Nieto “encarna la corrupción” como si el tabasqueño no hubiera designado un secretario de finanzas que salió un pillo o no hubiera desarrollado relaciones corruptas con el empresario argentino Carlos Ahumada, por mencionar lo que alcanzó el registro de la prensa. No es mejor para la sociedad que AMLO se dedique a difundir su proyecto de la república amorosa o pretende que se le devuelva su célebre vulgaridad del “Ya Cállate chachalaca”. Acaso se quiere llegar al ridículo de exigirle a los contendientes conducirse con civismo.

Llevamos más de una década padeciendo la catarata de obscenidades y expresiones vacuas o de mal gusto en las campañas electorales –campañas tales a las que personalmente me resisto a considerarlas parte de “la normalidad democrática” y sí como síntoma de la degradación inducida en la convivencia pública- en las que tienen mucho que ver los gabinetes o compañías que lucran haciendo el mercadeo de candidatos a cualquier puesto de elección popular. Agencias privadas que diseñan campañas con servicios integrados de encuestas, radio y televisión que se encargan de construir un producto, pero que están lejos de darle forma a un gobernante enfocado al servicio público. Esas agencias son fábricas de decepciones.

¿Por qué tanta calentura? Pues porque en tiempos de campaña se hacen amarres para asegurar negocios privados o todavía creen que el enriquecimiento obedece sin desviación al cumplimiento de la ley del mercado. Ahí vemos desfilar a los candidatos, bien modositos todos, ante las organizaciones o grupos empresariales, ofreciéndoles al país para su beneficio pues no es correcto en estos tiempos ser crítico de los empresarios. No hay ganas de enfriar la temperatura que genera el incendio de la inmundicia electoral con ofertas que nos hablen de esquemas eficaces y probados en contra de la corrupción, de fortalecimiento de la educación pública en todos sus niveles. Nada de eso. Lo que hay es el rebajamiento de las instituciones por la conducta condescendiente de los contendientes con la industria del entretenimiento. Luego, en el gobierno, se desobligan por andar de anunciantes de negocios privados. Para eso no se les paga.

La calentura también proviene del presidente Calderón que está haciendo campaña a favor de su partido y en contra de las instituciones electorales. Actuando con el mismo descaro que su antecesor, Vicente Fox Quesada. Si el clima político se sigue deteriorando el principal responsable será Felipe Calderón Hinojosa.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Sombras nada más






Este lunes muy temprano recogí el ejemplar de 24 Horas El Diario sin límites en el lugar acostumbrado, en las inmediaciones del Bosque de Tlalpan. Algo que no puede hacer, por ejemplo, quien radica en Chihuahua. Voy a la nota sobre el evento del pasado domingo de Felipe Calderón y sus acarreados, del cual se destaca: “Habló sin parar durante una hora y 13 minutos”. Nada extraordinario, hablar en público ante un auditorio anclado a un recinto es tarea de los que detentan el Poder. Es algo muy antiguo, como los sofistas en la democracia ateniense de la Grecia Antigua. Es algo muy arraigado, como lo constató Pierre Clastres en las tribus de la Amazonia. Es algo muy nuestro, como la milenaria tradición del Tlatoani. La Jornada agarró otro giro, la descalificación que hizo Calderón de sus críticos sin dar nombres. Ah, cobarde. Según este diario, el Presidente se dice censurado por combatir al crimen. No sé de dónde sacó eso, pues censura no es lo mismo que crítica. Estaba deslenguado el señor Calderón: “La intervención palmaria y evidente de los delincuentes en procesos electorales”. Si es así es de preguntarse por qué no los agarraron en flagrancia a los delincuentes y dieron inicio a proceso. Pura palabrería de quien ya está interviniendo en el año electoral en curso, aunque lo tenga prohibido. Reforma resaltó la sinceridad presidencial: “Me he rebelado contra la fatalidad”. Y vuelve otra vez. No existe quien se regocije en la fatalidad propia, pues en la ajena créanme que sí. Fatalidad acaso no es destino, destino no es obra de la mano de Dios (Libro de Job) Para la columnista Aurora Berdejo, le recalcitró el estado se sitio que se impuso en una porción de la capital del país para poder llevar a cabo el evento presidencial. Y esos son los defensores de la democracia, digo yo, esos panistas que actualizan las técnicas del acarreo.



Pasando a otra jerarquía, el precandidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto dio de qué hablar por hablar de lo que no es lo suyo: las letras. Ni leerlas, ni escribirlas. No sé si se le ha exigido de más, pero si me preocupa que orientaciones de este presidenciable (todavía lo es) no se comenten con el mismo furor y pasen como si nada ante el respetable. Me refiero a la cercanía que dicen que tiene Peña Nieto con Pedro Aspe, incluso se ha filtrado que Luis Videgaray es recomendado de Aspe. No se puede ser tan desmemoriado como para no recordar que Aspe dejó prendida de alfileres la economía en los estertores del sexenio de Carlos Salinas. Por algo el entonces Presidente no lo consideró su sucesor y se inclinó, en un primer momento de decisión, por quien fuera responsable de su política social, Luis Donaldo Colosio. Después vino el asesinato del candidato priísta, hecho cuyo beneficiario efectivo fue la tecnocracia. Salinas sabe que el neoliberalismo es una doctrina muy desestabilizadora como para encargarle la política.



Ya para no dejar títere con cabeza, López Obrador pone la suya. Cómo está eso de que su hijo es considerado para formar el equipo de “precampaña”, que por cierto legalmente tiene vedada como candidato único. También está anotado el famoso Nicolás Mollinedo, el chofer del entonces jefe de gobierno que cobraba como director. Lo que son ganas de hacerse la vida difícil: nepotismo y amiguismo. Por eso la gente no cree en los políticos y se merecen un título de tango.


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