martes, 28 de julio de 2020

En la Era Covid

“Esperamos como el santo advenimiento que la medicina descubra un remedio contra la muerte. Y, como es natural, consentimos en que la ciencia anexione el terreno de la moral y de la ética. Cuando todo puede medirse, hablar de elementos espirituales suena rancio”

Andrzej Szczeklik

Se puede adelantar, el mundo ha entrado a la Era Covid. A ella se ha introducido sin mediar la acción deliberada de las potencias mundiales, tampoco lo ha querido la economía global y su poderoso brazo tecnológico. Es la naturaleza la que ha dictado desde sus secretos, de manera sutil e implacable a la vez, el virus que ha puesto a la humanidad en alerta permanente.

Cuando la metáfora de lo que se ha dado en llamar viral a las imágenes que se propagan por internet y las redes sociales adheridas a su operación, la expresión que resulta juguetona al grado de trivializarse en la demanda de algunos mensajes ¡Hazlo viral! La metáfora no resulta graciosa confrontada con la propagación de los virus. Los virus que en realidad tienen un sentido letal, a los que la ciencia médica busca contener y reducir. Fin de juego.

El SARS-CoV2 no sólo reta a la ciencia, también es un desafío a la civilización centrada en el desarrollo tecnológico. Están a prueba todas las culturas, usos, costumbres y las superestructuras jurídicas de los estados nacionales.

En México, además de la pandemia, se está librando la batalla contra un tipo de “comorbilidad” llamada corrupción. Así como hay gente que considera al coronavirus una invención, también hay intelectuales -lo que eso signifique- que consideran a la corrupción una práctica inextinguible. En otros tiempos no remotos se acuñó la figura surreal de enriquecimiento inexplicable, velando la diferencia entre lo lícito y lo ilícito. En los años recientes, la corrupción se mimetizó en contratos, empresas fantasmas, en paraísos fiscales, por ejemplo, haciendo del libre comercio su coartada perfecta.

Las reformas estructurales publicitadas para superar rezagos en la calidad de vida de la familia mexicana se convirtieron en incubadoras de la corrupción. Situación a la que no quedó exento el sistema nacional de salud. La salud pública se desdobló en un esquema público-privado sin nombrarlo a así. Esto hizo indeterminable la fiscalización y facilitó borrar los límites de las responsabilidades. Se llegó a sustituir agua por medicamento. Se especuló con el precio de las medicinas, esto es, se aplicó sobreprecio. Se quedaron hospitales sin concluir su construcción, sin médicos ni equipamiento. Se monetizó la salud pública, la rentabilidad se impuso. En el lenguaje de los servicios públicos de salud se introdujo el costo-beneficio, la tasa de retorno. Mientras el derecho a la salud quedó conculcado.

Bajo estas condiciones se ha enfrentado la pandemia. Por eso, el caso de Emilio Lozoya Austin va más allá del proceso judicial. Es un llamado para erradicar la corrupción, como se hizo y se sigue haciendo en las campañas de vacunación para limitar las enfermedades virales.  

 


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