Continuación de la anterior entrega, me adentró con una pregunta que nos sitúe crudamente en la realidad del ejercicio del poder y su disfuncionalidad con la democracia. Planteado de otra manera ¿existen condiciones materiales para la democracia?
Estamos de acuerdo que el ejercicio del poder se da desde el dominio del capital financiero y el control de los consorcios privados de las telecomunicaciones. Los políticos han cedido gradualmente espacios de poder y hoy están en condición de servidumbre (gatos de angora si se quiere) de los sistemas financiero y mediático. No veo político que se enfrente a los banqueros o a los dueños de las televisoras. Todos ellos bien portados, cuidadosos de no agraviarlos, los políticos tienen gran dificultad -algunos de plano no pueden, ni lo intentan- para situarse por encima de los intereses particulares y convertirse en gobernantes democráticos, que responden al Estado y a la sociedad, no a parcialidades.
El proceso de desmantelamiento del Estado del Bienestar es el proceso del fortalecimiento de la minoría selecta. Los representantes del gobierno, de los poderes formales, están ostensiblemente disminuidos, son fácilmente sujetos de chantaje o sencillamente pueden ser comprados por esa minoría. Como el poder del Estado ya no está dispuesto a ponerse por encima de la sociedad, entonces males crónicos como la pobreza, la corrupción o el crimen organizado se agravan sin que por ello se afecte la acumulación de la minoría selecta que, a fin de cuentas, es el principio inconmovible del actual régimen.
Lo dicho bien se podría aplicar al gobierno de Barack Obama y su fracaso para imponer sus propuestas originales. Pero estamos hablando de México, país que presenta una situación más complicada. Y que no digan que la desaceleración económica de Estado Unidos nada más nos va afectar tantito, como si se tratara de una nueva versión del catarrito de Agustín Carstens. Nos va afectar porque el principal mercado hacia el que se dirige el comercio exterior mexicano está en el norte, allende el Bravo.
Pero la circunstancia mexicana tiene un elemento adicional en lo político. El protagonismo que se les ha dado a los militares en la administración de Felipe Calderón, sacándolos a las calles para combatir al narcotráfico y dotándolos de más recursos presupuestales que alientan la corrupción, debilita aún más a las autoridades civiles. Estando así las cosas, en qué cabeza cabe dar aliento a Luisa María Calderón para ser candidata de Acción Nacional al gobierno de Michoacán. Es un estado bajo el control de la delincuencia organizada en el que quiere competir la hermana del presidente y se hace acompañar por la fuerza política de Elba Esther Gordillo. Esto es tener ganas de podrir la modernización política de México y reinventar el modelo premoderno de feudos y linajes. En esas estamos.
Sabemos quién tiene el poder. Las instituciones políticas y sus actores no tienen capacidad para imponerse. La ciudadanía está en vilo pues la ley es maleable y la ilegalidad se llega a ver como algo normal, un mal con el que hay que convivir. Si algo puede sacarse de esta terrible experiencia, para México y el mundo, es que el paradigma neoliberal es contraindicado al establecimiento de la democracia efectiva, no sólo de los derechos sociales, como ya se sabía.