viernes, 22 de junio de 2007

Panacea

Si existe un tema maldito, ese es el de la reforma fiscal. Si existe un error que se repite, ese es el de presentar la reforma fiscal como la panacea. No se sabe que suerte corra la iniciativa del Ejecutivo presentada el miércoles 20. Pero para darnos una idea de la negociación que se abre basta, de inicio y de manera superficial, destacar como fue recibida en las ocho columnas de algunos diarios:

Decepciona a IP el paquete Fiscal (Excelsior); Critican el CCE y la Canacintra la iniciativa fiscal presentada por Carstens (Milenio Diario); Intenta Hacienda no afectar empleo (Reforma); Carstens: la meta del plan fiscal es abatir privilegios (La Jornada); Pide el fisco impuesto local para la gasolina (El Universal); Van contra la informalidad; no tocan IVA, ISR ni Pemex (La Crónica); Incompleta la reforma hacendaria: expertos. (Diario Monitor); Aumentar 3% del PIB la captación, meta sexenal ( El Financiero).

Es una reforma en la que todos reconocen su imperiosidad, pero como paquete no alcanza la unanimidad. La iniciativa, de concluir en un amplio consenso, será el santo y seña de que el presidente Felipe Calderón ha tomado el timón que formalmente se le entregó el primero de diciembre pasado. Es una iniciativa que con lograr uno de sus segmentos, de los cuatro que contiene (Administración tributaria: Facilitar el cumplimiento y combatir la evasión y la elusión; Gasto Público: Por Resultados, Transparente, Eficaz y Austero; Federalismo: Hacia un nuevo Pacto Hacendario; Sistema tributario: Equidad, competitividad y fuentes alternativas de ingresos) sería un logro en sí mismo.

Para empezar, los sujetos a cabildeo, los legisladores, tienen claro que la reforma es modificable, mejorable, particularmente han insistido a través de la voz del senador Manlio Fabio Beltrones en incorporar el tema de la paraestatal Petróleos Mexicanos. Están los actores que inciden en la negociación, los gobernadores. a quienes la reforma les promete tomar tajada. También se incluyen los detrActores, en este caso y por distintas razones coinciden los empresarios y Andrés Manuel López Obrador. Los primeros porque prefieren una reforma que incorpore el IVA a medicinas y alimentos. López Obrador de oficio, nada que tratar con el usurpador.

En el contexto de esta constelación hay una sola realidad que puede inducir al consenso. Esa realidad describe un país en el que la conducción de la economía en manos de la iniciativa privada no ha generado un círculo virtuoso. Se procrea la informalidad en los intercambios económicos (incluyendo el crimen organizado) el desempleo, la desigualdad y la pobreza, la corrupción y la discrecionalidad. Por eso el Estado, desde las atribuciones de sus poderes formales, tiene que tomar las riendas de la rectoría económica sin ignorar, ni repetir, los errores del pasado. Para ello tiene que convencer el gobierno federal a la oposición que juega limpio, que no se conduce de manera partidista, ni meterse a la conducción de su propio partido. El gobierno tiene que convencer a los empresarios de que con más recursos y mejor ejercicio del gasto público se puede fortalecer el mercado interno (inversiones, empleo, consumo).

El punto clave está en la negociación con el PRI. No se ve como se pueda acordar si se pone contra la pared a Jorge Hank Rhon, candidato a gobernador en Baja California o se recalientan los casos de Mario Marín y Ulises Ruiz. Adicionalmente, y no de menor importancia, está la reforma política que impulsa la oposición desde el Legislativo. Es una negociación de dos paquetes que no conviene desvincularlos, a menos de que desde Los Pinos se quiera jugar con el apoyo de los gobernadores y torcer las manos de los legisladores.

martes, 19 de junio de 2007

Rayos y centellas

Debate sobre debate, sin saber por donde ir. Que si la Suprema Corte de Justicia de la Nación se excede o no se excede, en la incómoda circunstancia del cohetero. Asuntos candentes que tienen como fuente una sociedad dividida. La Corte tiene en puerta el caso Oaxaca y el de Mario Marín, gobernador de Pueblal; Marchar o no marchar, libre tránsito o de manifestación, es el debate que confronta otra vez, al gobierno de la Ciudad de México con el gobierno federal. El secretario del Trabajo se lanza en contra de Marcelo Ebrard. Éste lo ningunea con la mano en la cintura, mejor debato con tu jefe. Javier Lozano no se fue solo ¿O sí? Lo extraño es que el de gobernación, Francisco Ramírez Acuña, estuviera al margen; También está el debate intestino, soterrado, entre la Sedena y la Secretaría de Seguridad Pública, dos piezas claves en la lucha contra el crimen organizado; En puerta está el jaloneo por la reforma fiscal, que por lo trascendido tiene más el color de una miscelánea.

Entre rayos y centellas la deliberación sobre la reforma del Estado se realiza sin que la mediatización se la engulla, hasta ahora. Pero si no lo hace el torbellino de los medios, sí lo puede hacer –devorar, hasta digerir y defecar- el cálculo político de los actores involucrados y derivar en una reforma circunscrita a saltar la aduana electoral del 2009. Es sabido el orgullo que tienen los políticos de su raigambre pragmática, de su “pragmatismo”. Por eso no vendría mal una dosis de idealismo alemán colectado de Cartas sobre la educación estética del hombre, de Friedrich Schiller.

Ciertamente un texto que data de 1795 no ha de parecer moderno, pero valga considerar que en su momento lo fue (lo sigue siendo a despecho de quienes asimilan lo moderno a la moda) y algo de modernidad tendrá. No es un texto cien por ciento original, reverbera ostensiblemente a Kant y a Rousseau, entre otros. Sorprendentemente, las primeras diez cartas son un ensayo político. Discurre epistolarmente para proponernos audazmente la estetización de la política. Nada que ver con el reparto de poder y tal vez ese sea el defecto de esta orientación.

Primera sugerencia: concebir la reforma del Estado como la más perfecta obra de arte de admiración perdurable, que vive un siglo, que hace época.

Segunda sugerencia: no actuar como el relojero, que para reparar un reloj tiene que parar su marcha. La maquinaria del Estado se tiene que reformar sin producir parálisis.

Tercera sugerencia: armonizar lo particular y lo general, complementar lo sensible con lo racional, de tal modo que la nación “sea capaz de cambiar el Estado de las necesidades por el Estado de la libertad”. Lo que implica romper las cadenas de desigualdad que se arrastran por siglos.

Cuarta sugerencia: tener como objetivo la integralidad sobre la fragmentación, para que el placer no se desvincule del trabajo, el medio de su finalidad, el esfuerzo de la recompensa.

Quinta sugerencia: la reforma del Estado será intento vano, una quimera, si antes no comienza por considerar una transformación de la sociedad (sus prácticas y valores).

Muchas ideas más sugieren las Cartas de Schiller, pero qué mejor que cada persona que atraca en este blog las recoja por sí mismo y recree su propia carta de navegación para la reforma del Estado.
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