Es un tema que abordo de manera
recurrente (ver las entradas de este blog: El arte de caracterizar, Es el
régimen, Corporativismo dominante, entre otros) y me resulta inevitable
preguntarme ¿Qué régimen vivimos los habitantes de la República Mexicana? Lo
hago por la tozudez y la ignorancia que anima la actuación de las élites
económica y política. La coyuntura de la evaluación de los docentes de la
educación pública o el enésimo escándalo del partido Verde, no se pueden
entender sin considerar las especificaciones del régimen imperante.
Primero, más que una tendencia,
en México se ha consolidado la dominancia de un poder fáctico: los empresarios.
La iglesia católica a la deriva de los intercambios cuasi mercantiles de rezos
por favores que tiene con sus feligreses. Los militares, utilizados
extralegalmente en el combate al crimen organizado en demérito de su prestigio.
Los sindicatos en decadencia, incapaces de definir orientación política, ni
siquiera de fortalecer o defender el cuadro de las conquistas laborales,
amagados por la fuerza pública si se da el caso, con dirigentes en la cárcel o
en el exilio, la situación de Napoleón Gómez Urrutia. De los cuatros factores
reales de poder que enlistó el líder socialdemócrata Ferdinand Lasalle en el
siglo XIX, sólo uno puede ufanarse de serlo. Han sido los empresarios los que
mantienen una permanente conversación pública y privada con el gobierno federal
en turno para definir el rumbo del país. No sólo tienen voz, son ellos los que
mandan.
Segundo, en consecuencia de esta
dominancia, los políticos se alejan de su vocación de servicio y promotores del
interés público. La política se ha convertido en plataforma para el interés
personal de cada político, el origen de su acumulación privada. El político es
ya una modalidad de empresario y confirma la máxima “Un político pobre, es un
pobre político”. Los empresarios se imponen y ya vemos como en Oaxaca, su clase
política priísta, está a punto de cederle la gubernatura del estado a Gerardo
Gutiérrez Candiani, dirigente del Consejo Coordinador Empresarial.
Tercero, cuando la economía se
convierte en la fuente que forma, pone e impone valor –valer algo*- el Estado
Constitucional de Derecho se debilita, pierde capacidad de arbitrar cuando el
gobierno emanado de él es disminuido en su capacidad y tiene que ser asistido
por el archipiélago de entes autónomos para cumplir con sus obligaciones, a
marchas forzadas y no pocas veces bajo el estruendo del escándalo. En otro
alcance, se pierde control sobre el territorio, principio rector de un Estado,
cuando la proliferación de acuerdos de libre comercio rivalizan con la
Constitución, la soberanía se hace maleable en beneficio de los inversionistas,
el Estado se somete a los dictados de las cumbres económicas y actúa
subsidiariamente para favorecer a tal o cual empresario o empresa (El caso de
la exención de impuestos y el regalo de
terrenos para atraer a la empresa automotriz KIA en el estado de Nuevo León,
sólo por dar un ejemplo)
Cuarto, otra consecuencia del
régimen en boga es su relativa indiferencia respecto a la formación de
ciudadanía. En lugar de ciudadanos se estimula la formación de consumidores, 24
horas/ 7 días de la semana, se tengan o no recursos suficientes para consumir.
Los desposeídos en cierta forma se convierten es consumidores aspiracionales a
través de la publicidad comercial, de la radio y la televisión, consumiendo
noticias deportivas y de la farándula. Con qué gusto el gobierno promociona el
Buen Fin de supuestas rebajas en las tiendas departamentales, así como los
puentes vacacionales como sustitutos del calendario cívico diezmado en su
capacidad de producir identidad, pertenencia al Estado.
Cinco, con el actual régimen no
es viable la Doctrina Estrada como guía,
identidad e independencia de la política exterior. Sin propuesta
original digna de prestigiar el servicio exterior y en disposición a seguir lo
que otras potencias dicten. A través del Califato, imprecisamente
autodenominado Estado Islámico, promotor de actividades terroristas en el
mundo, nos enteramos de que México forma parte de la alianza de sesenta países en
su contra. ¿Cuándo se firmó esa alianza? Y si no se firmó, por qué no se hace
un desmentido. Adicionalmente, el gobierno de México recibe al líder del Estado
de Qatar, al cual se le ha señalado como instigador del agrupamiento que
reconstruye la figura del Califato, la cual no requiere proclamar un territorio
como componente de su estatalidad, se funda en El Corán y a esa legitimidad religiosa
se atiene y en ella justifica la violencia terrorista que lastima a varias
naciones. Sin pies, ni cabeza.
Lo descrito no es una utopía, es
la reconfiguración del país resultante del largo proceso de reformas. En cambio, el
principio según el cual “la vida pública, en comunidades populares moralmente
exigentes o en colectividades de ciudadanos que cooperan de manera sensata,
sólo pueden nacer si los hombres dejan de pensar sin descanso en la
supervivencia de su cuerpo o su alma y, en consecuencia, tienen la cabeza y las
manos libres para encarar las misiones de la polis y de la communio
empírica”** Ése principio de la vida pública sí que es utópico –no tiene lugar-
y crítico del régimen imperante.
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* Una conferencia de 1959 y con destino al olvido,
casi, fue la que dictó Carl Schmitt, La
tiranía de los valores. HYDRA. Buenos Aires, 2012. De ahí tomo está mención
al valor como valer algo, preferentemente asociado al dinero.
** Sloterdjik, Peter. Derrida, un egipcio. El
problema de la pirámide judía. Amorrotu. Buenos Aires, 2008. P. 28.
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