La riqueza es una noción
subjetiva, nada más comparar entre la riqueza del neolítico hace 10 000 años y
la de nuestros días. Medida en capital natural, la comparación resulta
empobrecedora de la actualidad con la pérdida de biodiversidad y suelos, la
contaminación de agua y aire. Pero si comparamos en términos de objetos
manufacturados y tecnología, sin duda la humanidad dispone de mayor riqueza.
En los recientes artículos de
este blog he plasmado una serie de inquietudes en torno a la decantación o
resolución ‘inoperosa’ de las reformas derivadas del Pacto por México, en
contraste a la utópica versión oficial del México reformado en las últimas
décadas.
De manera breve, he señalado al
mercado pretendidamente autorregulado como un virus precursor en la corrupción
de las instituciones públicas –extorsión en trámites y servicios, licitaciones
amañadas- que produce anomia social –indisposición a la solidaridad, violencia
intrafamiliar- y catalizador de la delincuencia –secuestro, crimen organizado.
Los vicios ocultos de la panacea ultraliberal.
Para que las promesas oficiales
que se resumen en un “México justo”, libre de obstáculos tozudamente dispuestos
por otras administraciones supuestamente imbuidas de una acción revolucionaria
y justiciera, ahora claudicantes ante el programa histórico de Acción Nacional.
Falta por definir a los operadores confiables del nuevo México instalados
dentro del servicio público. De los cuales Benito Neme Sastré no es el mejor ejemplo
o ya nos llevó el CAFUPE ¿Dónde están los servidores concentrados en la
realización de un mejor servicio público? Para eso se necesita la aceptación,
sin beneficio personal, de altos servidores comprometidos a la oblación de sus
intereses pecuniarios.
Otro de los efectos corrosivos
que genera el mercado se encuentra el deterioro ambiental. A escala global, el
bien de bienes, la naturaleza, sufrió y sufre su degradación acelerada desde la
Revolución Industrial. Ya llovió y llueve sobre mojado. Dos estudios de
historia económica pusieron la señal de alarma hace tiempo. En 1944, Karl
Polanyi denunció la consecuencia devastadora sobre los recursos naturales que
promueve un mercado menos regulado (La
Gran Transformación, FCE, 1992) Años antes, en 1930, Lewis Mumford exhibió
los efectos negativos sobre los recursos naturales de la técnica instrumentada
para su aprovechamiento (Técnica y
Civilización, Alianza Editorial, 2006).
En la actual administración es
evidente la inhibición para extender el territorio de las áreas naturales
protegidas, hay disposición para desincorporar territorio en el peor de los
casos o modificar programas de manejo. Hay una conciencia –nefasta- por
revertir la condición desmercantilizada inherente a las áreas protegidas. El
patrimonio natural también es negocio.
Ahora que se declaró a la Reserva de la
Biosfera de Calakmul, en el estado de Campeche, patrimonio mixto de la
humanidad por parte de la Unesco. La voz presidencial atisbó una gran
oportunidad para la industria del turismo sin especificar los términos.
Calakmul, antes que nada, es un macizo forestal que fue asiento para la
construcción de edificaciones mayas y la selva terminó por imponerse. Un
territorio no masivamente perturbado, que si acaso permitía la explotación del
árbol proveedor de la industria del chicle. Muchos años después, el territorio
de Calakmul fue objeto del reparto agrario en una especie de colonización y así
llegó la explotación extensiva del recurso forestal, la ganaderización y la
agricultura en una tierra no apta para estas dos actividades. Pero la población
llegó allí, ha hecho su vida pese a la escasez de agua potable ¿Cómo entonces
pensar el desarrollo turístico sin convocar la devastación?
La vez que Calakmul se apareció
ante mis ojos fue en un sobrevuelo, toda una planicie cubierta de brócolis gigantes, así me parecía. En ese
entonces, la agroforestería se veía como una opción adaptativa de la gestión
económica de la selva. Poco o nada se ha avanzado al respecto, no más que el
conjunto dorado de la zona arqueológica de Becam hace cientos de años; en mi
segunda visita, ya en el conjunto más imponente de edificaciones prehispánicas
de Calakmul, me adentré en el silencio que durante el día nublado daba forma a
una noche verde, interrumpido por las explosiones sonoras de los monos
aulladores. Y regresé después para presenciar el absurdo de una autopista
prescindible para efectos del intercambio entre Escárcega y Chetumal. Por eso
vale preguntar ¿Qué industria turística es sustentable en Calakmul?
La reforma energética ha dado a
luz a una nueva isla dentro del archipiélago caótico de las instituciones
gubernamentales del medio ambiente: la Agencia Nacional de Seguridad Industrial
y Protección al Medio Ambiente del Sector de los Hidrocarburos, órgano
desconcentrado de la Semarnat. Acaso no puede la Procuraduría Federal de
Protección de Medio Ambiente encargarse, mediante la ampliación de sus
atribuciones y recursos, del tema energético. Qué relación establecerá la nueva agencia
con la Conagua, Conafor, Conanp y los elefantes blancos llamados Instituto
Nacional de Ecología y Cambio Climático y la Comisión Nacional para el Estudio
de la Biodiversidad. Sin ser adivino, es previsible que la agencia recién
creada se rebele a su cabeza de sector y se constituya en abyecto instrumento
de la voluntad presidencial.
El proceso reformador deja una
gran incógnita respecto a su disposición de proteger, conservar, y restaurarr los
recursos naturales.