jueves, 13 de agosto de 2009

Y el Gordito habló



La serie audiencias convocadas por el Senado de la República, con el propósito de entender la real situación económica del país y posteriormente proponer la orientación a seguir en materia de política económica, significó para el secretario de Hacienda Agustín Carstens, la oportunidad para sacudirse el optimismo que le impone su jefe Felipe Calderón y declararse del lado de los catastrofistas, destacadamente los señores Carlos Slim y Guillermo Ortiz.


El martes 11 de agosto por la mañana, sin ambages, Carstens declaró el shock de las finanzas del país. Sea por la crisis mundial, por la disminución de los ingresos derivados del petróleo o de la recaudación fiscal, por la caída de las remesas que envían nuestros paisanos desde los Estados Unidos o la disminución del arribo de turistas extranjeros, por la epidemia de influenza o por la merma a la actividad del narcotráfico, la recuperación económica no se dará el próximo año.


El hecho es que se desplomaron los ingresos públicos y se cayó la producción económica. Esto significa que no se ha tocado fondo, ni se ha espantado el fantasma del desempleo como lo pregonan el Presidente y sus amigos íntimos de fe y complicidad, Ernesto Cordero y Gerardo Ruiz Mateos, que ahora se curan en salud afirmando que si no fuera por ellos al país le hubiera ido peor. Sí, como no.


Entre los economistas, independientemente de la escuela a la que se adscriban, se comparten datos duros que no dan lugar a confundir el diagnóstico aunque pueda diferir la receta. Felipe Calderón no puede seguir minimizando la emergencia económica haciéndose eco de las ensoñaciones de sus pupilos y más le vale que escuche al Congreso, lo reconozca como un asesor calificado, y reoriente el rumbo económico fortaleciendo el mercado interno y diversificando el mercado externo. Al mismo tiempo el Gobierno Federal –como goza llamarse a sí mismo- tiene que construir una interlocución efectiva con los pobres de este país, a los que ha ignorado increíblemente extendiendo, incluso, el negro manto de la pobreza hacia los asalariados y la clase media.


No sólo hay que reorientar la política económica, también hay que darle un giro a la política social para que no se extravíe en procedimientos que terminan por crear botín de vivales o en subejercicio. Lo económico y lo social armonizados para generar bienestar, articular ambas políticas como lo sugiere el rector de la UNAM, José Narro Robles. Porque si estamos mal eso no excluye que podamos estar peor. Nada más para considerar que si con los datos del INEGI al 2008, antes de la crisis, la pobreza se incrementó según el CONEVAL, qué se podrá esperar cuando se utilicen los datos producto de la crisis. El escenario es francamente desolador.


Volvamos al Gordazo de reconocidos laureles, que en su vocación de bardo para informar sobre la economía del país a través de metáforas, ya no habló de catarrito, ni de tsunami, recurrió a un anglicismo que si no se encuentra en el diccionario académico de la lengua española, es posible dar con el en una enciclopedia médica (MedlinePlus)


Shock: “Es una afección potencialmente mortal que se presenta cuando el cuerpo no está recibiendo un flujo de sangre suficiente, lo cual puede causar daño en múltiples órganos. Requiere tratamiento médico INMEDIATO y puede empeorar muy rápidamente.”

Y el Presidente, de viaje en viaje.


lunes, 10 de agosto de 2009

Cumbre y abismo



En el lenguaje de la diplomacia, cumbre es la expresión para significar la reunión de máximos dignatarios para tratar asuntos que los vinculan o amenazan. No siempre colman la mayor elevación de la comprensión mutua entre naciones. En el caso del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que inició su vigencia en el año de 1994, periódicamente convoca a una cumbre que con el paso de los años pierde elevación, es decir, con resignación se alcanza al último grado a donde se puede llegar.


La crisis económica mundial ha obligado a los países a revisar sus estrategias nacionales para posteriormente atender sus prioridades internacionales. A esta cumbre entre Canadá, Estados Unidos y México, que se desarrolló en el Instituto Cultural Cabañas el 9 y 10 de agosto, Felipe Calderón asistió como un anfitrión sin oferta pero con demanda, limitado por la crisis que encuentra su salida en la reactivación de la economía de sus socios en tanto que no se tiene el talento y la audacia para reordenar la casa, por miedo a ofender a los grandes capitales o a la excomulgación de la iglesia católica.


El gobierno de México se mantiene anclado a un paradigma que compró obligado por otras crisis, paradigma resumido en la consigna de menos gobierno más empresas, paradigma que no pudo dar de sí la prosperidad que prometía pues dispuesto en un sendero de corrupción e impunidad no encontró las condiciones de la abundancia que anunciaba. O sí las encontró, pero fue para unas cuantas familias que pudieron influir en las decisiones de política económica a costa de incrementar la pobreza y la desigualdad. La prosperidad de la gente, alentada por las políticas públicas, no fue considerada como fundamento del desarrollo empresarial. La economía informal y el crimen organizado se constituyeron en “alternativa” y terminaron por crear las condiciones hacia la hipótesis del Estado fallido.


El contexto de la cumbre de América del Norte es desfavorable para México si se parte del supuesto de que la demanda que se haga a nuestros socios depende nuestro bienestar, si se considera que la crítica situación económica por la que atraviesa el país se soluciona con un tratado migratorio con Estados Unidos o con la cancelación de la solicitud de visa a los mexicanos que se desplazan al Canadá.


Reordenar la casa no es sólo combatir al crimen organizado y levantar un muro con el nombre de cada uno de los policías caídos. Como tampoco sirvió durante el foxismo la declaratoria de santos, mártires y beatos por parte del Vaticano. Reordenar la casa inicia con la optimización de los recursos del Estado, no como recorte o disminución de los mismos, sino como su aplicación oportuna que efectivamente genera riqueza y la redistribuye. Lo que se dejó de hacer en quince años de vigencia del TLC y que nos pone como país en calidad de compañeros de ruta pero no de socios, a remolque de las decisiones que no nos pertenecen, que se imponen porque la fortaleza interior se encasilló en la agotable provisión de recursos naturales como el petróleo.

La cumbre de Guadalajara ha dejado ver el abismo de la diferencia grande entre las economías y las sociedades representadas en la reunión, precisamente lo que el instrumento del TLC se proponía era acortar la diferencia, al menos esa fue la ilusión al crear un bloque comercial.


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