jueves, 24 de marzo de 2011

No me ayudes compadre



Es excitante, más bien desesperante, la forma como Felipe Calderón dirimió su malestar hacia el embajador Carlos Pascual. Calderón envileció la relación diplomática con Estados Unidos hasta lograr la renuncia del mencionado embajador el sábado pasado. La actitud pendenciera con la que el presidente mexicano trató a Carlos Pascual en sendas entrevistas (El Universal y Washington Post) previas a su entrevista con Barack Obama de este mes de marzo, no podía quedar sin respuesta norteamericana.


A la renuncia del embajador, la secretaria de Estado Hillary Clinton colmó de reconocimientos la labor del nacido en Cuba. Pero lo espectacular fue el revire de Obama en entrevista a la cadena de noticias por televisión CNN. Utilizando la arena mediática, Obama advirtió de la sensible frustración de Calderón por el derrotero que ha tenido la “guerra” en contra del crimen organizado librada en México. Todavía más, contra la propaganda oficial de Calderón, el presidente estadounidense opinó que las bandas delictivas se han fortalecido en México. Calderón recibió una sopa de su propio chocolate.


Ahora, en la opinión de los analistas de la prensa se considera que la relación binacional lastimada no se recuperará de inmediato. Seguro que los Estados Unidos lo pensaran dos veces antes de ofrecer su apoyo a fuerzas y personajes parapetados en las siglas del Partido Acción Nacional.


Calderón y su partido llegaron a un punto en el que la práctica propagandística de desacreditar el pasado tomará la pendiente de los rendimientos decrecientes. Dos sexenios han sido suficientes para demostrar la incapacidad de los panistas para gobernar al país. La marca de su desprestigio se cifrará por el lado que más condenaron a sus adversarios: la corrupción. No hay semana que pase sin que se denuncie en la prensa escrita los actos de corrupción del actual gobierno. Hasta se ha enterado de la red de corrupción dentro de la Procuraduría General de la República que protege a los funcionarios federales para evitar que las investigaciones lleguen hasta sus últimas consecuencias, o sea, hasta la consignación de responsables http://www.jornada.unam.mx/2011/03/24/index.php?section=politica&article=005n1pol.

Qué falta para que la molestia por la corrupción se convierta en un clamor de todos. Acaso los empresarios influyentes dejarán de mirar hacia otro lado de manera displicente para darse por no enterados de la corrupción.


Para los Estados Unidos, su socio y vecino ya no está en la disposición armónica de estabilidad social sobre la proyecto el Tratado de Libre Comerció para América del Norte. Estabilidad que es tan indispensable como la política que está prendida de alfileres de las instituciones electorales o de la estabilidad económica que le gusta presumir al gobierno mexicano. La crisis de seguridad ha borrado la faz idílica del TLC.


Ante la calamidad que ha traído Felipe Calderón, el electorado debe reflexionar y sacar del poder al PAN. Para que aprendan. Por su parte, los Estados Unidos tendrán que evaluar el apoyo a gobernantes obsecuentes que no se hacen responsables del interés de su propio Estado. Y en el caso de México será necesario requilibrar la relación.

lunes, 21 de marzo de 2011

Ya no es



21 de marzo, natalicio de Benito Juárez, fundador del Estado Laico mexicano. La separación tajante del poder civil respecto al poder religioso es el agradecimiento que todavía le tenemos a él y a los Constituyentes de 1957. Cierto es que la separación se ha diluido, pues los clérigos han recuperado influencia sin que hasta ahora se reporte beneficio alguno para las aspiraciones de identidad de esta nación pues hace décadas que el régimen, que lo fue de partido hegemónico, decidió reformarse. Fue en 1979, cuando de manera inconsulta el entonces presidente de México, José López Portillo, decidió reanudar relaciones diplomáticas con el Estado Vaticano, olvidándose que detrás de la Cruz está el diablo. Así se dio el toque de salida para desmantelar el Estado mexicano, sus pilares fundacionales (Curiosamente la reforma política impulsada por López Portillo dos años antes, sería el último esfuerzo del régimen revolucionario por legitimarse, la nacionalización de la banca en 1982 fueron patadas de ahogado)


Los sucesivos gobiernos de México decidieron reformar al país desde los dictados de la globalización y el fin de la Guerra Fría. Con la mayor prontitud se inició el proceso de reprivatización bancaria, lo cual no tuvo mayor oposición pues ese sector de la economía bien pudo convivir con el régimen de la revolución. Lo que si representaría una ruptura con el régimen fue la reforma del artículo 27 Constitucional y la nueva Ley Agraria. Se trató de una ruptura porque clausuró el compromiso del Estado de ofrecer tierra a los campesinos solicitantes, fue una reforma razonable pues el recurso no era, ni es reproducible ad infinitum. En lo que falló esta reforma fue en sus expectativas de atraer ríos de inversiones al campo mexicano y convertir en exitosos farmers a los ejidatarios. Hoy importamos más que nunca alimentos y los pueblos rurales se están vaciando por la migración a las ciudades y a los Estados Unidos. Sin otras oportunidades, se ha creado una abundante oferta de mano de obra para el crimen organizado. Fenómeno que nadie imaginó.


Se avanzó en el proceso de insertar a la economía mexicana, como si realmente hubiera estado al margen, dentro de la economía de mercado. Más bien lo que se presionaba era por desmantelar la intervención del Estado en la economía, como si eso fuera una realidad vigente en todo el orbe. Se pactó el tratado de libre comercio de América del Norte y nos anotábamos hacia el placebo del consumismo ¡Ya éramos modeeernos! Pero nos volvieron a chamaquear. Se olvidaron los modernizadores que para competir en las grandes ligas se requería de empresarios hechos a la competencia, no por obra y gracia de la concesión y el favor gubernamental.


Se quiso avanzar en la reforma del sector energético y no se pudo formalizar esa reforma en tiempos de Ernesto Zedillo, pero se crearon mecanismos de nula pulcritud legal para desmantelar ese sector paraestatal de la economía (Se enseñó el camino que puntualmente siguió Vicente Fox y continua Felipe Calderón) Como no se podía continuar la venta del país se concedió la alternancia, que no la democracia, para que a partir de esa legitimidad se concluyera el desmantelamiento del régimen de la revolución. Con Fox se permitió, sin sanción obligada, la intervención del clero en la política. Con Calderón hemos llegado a la situación de que la seguridad nacional se la encargamos a los Estados Unidos, no es una afirmación nacionalista o izquierdosa, WikiLeaks lo ha develado.


A dónde hemos llegado: a más pobreza, más desigualdad, más delincuencia, más corrupción, más oscurantismo. Se han creado las condiciones perfectas para el desarrollo del crimen organizado. Nos encontramos en un estadio de degradación del Estado Nación que no atisba más opción que el neocolonealismo o la guerra civil.


Qué se espera de la reforma laboral en la que el PRI ha metido la mano de gato para sacarla adelante. Hasta ahora no se han promocionado los beneficios reales que tendrá el trabajador. No se propone poner un alto a los privilegios de la burocracia sindical. Exime de responsabilidades a los patrones a cambio de los derechos de los trabajadores. Se asegura que habrá más competitividad de las empresas y con ello la economía ahora si será un tigre del mercado. Si, como no. Se trata de liberar a los empresarios de responsabilidades, que entre más grande sea su empresa será mejor beneficiada. Se trata de acabar con la solidaridad del derecho laboral mexicano que obligaba a los empresarios a velar por el futuro de sus contratados. De legalizar una realidad que ya es dominante en las grandes empresas que no quieren comprometerse con el futuro de sus empleados y trabajadores, como Banamex y Grupo Modelo, por dar ejemplos sobresalientes. Qué se va alcanzar con la reforma: más informalidad en la economía, más migración, más delincuencia.


Si se quiere terminar de entregar el país a los Estados Unidos y a un puñado de empresarios cambiémosle el nombre. Ya no es México, de ahora en adelante es “Mexicolandia”.

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