viernes, 5 de enero de 2018

Navegando entre ambigüedades

Estamos en México 2018. Los damnificados de los sismos de septiembre pasado pueden acomodarse en el olvido. Ha llegado el tiempo “electorero”, como se decía en aquellos años, en los que las elecciones carecían de credibilidad. De vuelta a la competencia simulada y desleal. El nombre del juego es embaucar y la ambigüedad se exhibirá pródigamente.

Ya el mes de diciembre (La Jornada 08-12-2017) el señor José Antonio González Anaya hizo la promesa: “una transición tersa, independientemente de quién gane los comicios del próximo año”. Dijo más, que la SHCP a su cargo no hace política electoral. Se le olvida que su doble tocayo apellidado Meade estuvo al frente de esa dependencia cuando se autorizó la tarjeta Monex en las elecciones de 2012 a favor del PRI, ése mismo tocayo que en 2017 autorizó la tarjeta rosa para la campaña de Alfredo del Mazo III cuando contendió por la gubernatura del Estado de México. De veras González Anaya no hace política electoral, pues que lo grabe en piedra y lo demuestre con actos. Que se prohíba la emisión de monederos electrónicos utilizados durante las campañas por los partidos, que no se use la información de Hacienda en forma dolosa.

También en diciembre (La Jornada 05-12-2017), el presidente de consejo administrativo del grupo Bancomer, Luis Robles Miaja, dijo: “No es un tema de Andrés Manuel López Obrador (quien será candidato de Morena) contra José Antonio Meade (el seguro candidato priísta), sino de aquellos que piensan en términos demagógicos y quienes hacen propuestas reales, manifestó.” En septiembre, también del año pasado, un emisario de ese mismo grupo financiero alertaba sobre los riesgos de retroceso de darse: “por una opción más del pasado, más populista, de las que prometen más de lo que se puede entregar." (La Jornada 28-09-2017) Bien pudieron decir: estamos en contra de López Obrador.

Por su trayectoria, no me queda duda de que José Antonio Meade es el candidato del sector financiero y de la continuidad, el candidato a vencer. Luego entonces, para qué proponerse como no priísta, como no partidista. Qué pretende. Acaso querer no cargar con los negativos del PRI, de los partidos y pedirle a la gente que vote por el PRI no es un despropósito. Ignoro la experiencia de Nuevo León con Jaime Rodríguez, pero en la Ciudad de México, el apartidista Miguel Ángel Mancera ha sido un fiasco. Señor Meade, afíliese al PRI.

Ricardo Anaya y sus coaligados hicieron bien en darle otro nombre a su coalición, pues de ciudadano no tenía nada. Ahora se llaman Por México al Frente. Lo cual tampoco es afortunado. Primero los puestos, con ese acuerdo básico se liman las diferencias ideológicas ¿Las hay? Por eso no cuaja como opción, como alternancia. Se ilusionan con un supuesto válido. Mantener el voto de sus respectivas escuadras y sumar el voto anti PRI y anti Morena. Pero puede suceder que el voto del PAN se vaya hacia el PRI y el del PRD hacia Morena.


Andrés López Obrador y su coalición no están exentos de ambigüedades, proclamar a Juárez y asociarse a un partido confesional, denunciar la mafia del poder y hacer guiños a los dueños del dinero, tampoco es obligación estar peleado con los magnates. Lo que AMLO puede cosechar, si lo dejan, es el voto de una ciudadanía molesta, enojada, indignada con un proyecto de libre mercado mal habilitado, de recetario. Un proyecto al cual se le fue pegando la corrupción de altos vuelos, la delincuencia organizada. Y en esa pendiente de mercado sin taxativas las desigualdades no se han atenuado, la pobreza sigue siendo el rostro del país. Si quitamos las ambigüedades lo que queda firme de la coalición de AMLO es un proyecto soberanista y redistributivo. En eso estoy de acuerdo.
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