Estamos en México 2018. Los
damnificados de los sismos de septiembre pasado pueden acomodarse en el olvido.
Ha llegado el tiempo “electorero”, como se decía en aquellos años, en los que
las elecciones carecían de credibilidad. De vuelta a la competencia simulada y
desleal. El nombre del juego es embaucar y la ambigüedad se exhibirá pródigamente.
Ya el mes de diciembre (La Jornada 08-12-2017) el señor José
Antonio González Anaya hizo la promesa: “una transición tersa,
independientemente de quién gane los comicios del próximo año”. Dijo más, que
la SHCP a su cargo no hace política electoral. Se le olvida que su doble tocayo
apellidado Meade estuvo al frente de esa dependencia cuando se autorizó la
tarjeta Monex en las elecciones de 2012 a favor del PRI, ése mismo tocayo que
en 2017 autorizó la tarjeta rosa para la campaña de Alfredo del Mazo III cuando
contendió por la gubernatura del Estado de México. De veras González Anaya no
hace política electoral, pues que lo grabe en piedra y lo demuestre con actos.
Que se prohíba la emisión de monederos electrónicos utilizados durante las
campañas por los partidos, que no se use la información de Hacienda en forma
dolosa.
También en diciembre (La Jornada 05-12-2017), el presidente
de consejo administrativo del grupo Bancomer, Luis Robles Miaja, dijo: “No es
un tema de Andrés Manuel López Obrador (quien será candidato de Morena) contra
José Antonio Meade (el seguro candidato priísta), sino de aquellos que piensan
en términos demagógicos y quienes hacen propuestas reales, manifestó.” En septiembre,
también del año pasado, un emisario de ese mismo grupo financiero alertaba
sobre los riesgos de retroceso de darse: “por una opción más del pasado, más
populista, de las que prometen más de lo que se puede entregar." (La Jornada 28-09-2017) Bien pudieron
decir: estamos en contra de López Obrador.
Por su trayectoria, no me queda
duda de que José Antonio Meade es el candidato del sector financiero y de la
continuidad, el candidato a vencer. Luego entonces, para qué proponerse como no
priísta, como no partidista. Qué pretende. Acaso querer no cargar con los
negativos del PRI, de los partidos y pedirle a la gente que vote por el PRI no
es un despropósito. Ignoro la experiencia de Nuevo León con Jaime Rodríguez,
pero en la Ciudad de México, el apartidista Miguel Ángel Mancera ha sido un
fiasco. Señor Meade, afíliese al PRI.
Ricardo Anaya y sus coaligados
hicieron bien en darle otro nombre a su coalición, pues de ciudadano no tenía
nada. Ahora se llaman Por México al Frente. Lo cual tampoco es afortunado.
Primero los puestos, con ese acuerdo básico se liman las diferencias
ideológicas ¿Las hay? Por eso no cuaja como opción, como alternancia. Se
ilusionan con un supuesto válido. Mantener el voto de sus respectivas escuadras
y sumar el voto anti PRI y anti Morena. Pero puede suceder que el voto del PAN
se vaya hacia el PRI y el del PRD hacia Morena.
Andrés López Obrador y su
coalición no están exentos de ambigüedades, proclamar a Juárez y asociarse a un
partido confesional, denunciar la mafia del poder y hacer guiños a los dueños
del dinero, tampoco es obligación estar peleado con los magnates. Lo que AMLO puede
cosechar, si lo dejan, es el voto de una ciudadanía molesta, enojada, indignada
con un proyecto de libre mercado mal habilitado, de recetario. Un proyecto al
cual se le fue pegando la corrupción de altos vuelos, la delincuencia
organizada. Y en esa pendiente de mercado sin taxativas las desigualdades no se
han atenuado, la pobreza sigue siendo el rostro del país. Si quitamos las
ambigüedades lo que queda firme de la coalición de AMLO es un proyecto
soberanista y redistributivo. En eso estoy de acuerdo.