Qué quiso conseguir el presidente
Enrique Peña Nieto al salir en conferencia de prensa desde Los Pinos el
mediodía del martes 3 de febrero. Sí lo que quería era credibilidad se quedó
con las manos vacías. Una salida defensiva, dejó más confusión que claridad, a
juzgar por la respuesta que ha encontrado en la prensa.
Si no tenemos mecanismos de
rendición de cuentas, como lo afirma el Presidente, como recurrir a dichos
mecanismos para instruir una investigación sobre el conflicto de interés, entre
las adquisiciones inmobiliarias –de Angélica Rivera, Luis Videgaray y del
propio Peña- y las licitaciones obtenidas por las compañías constructoras a
cambio. Para empezar, cuáles son las facultades de la Función Pública para
llevar a cabo dicha investigación: investigar las declaraciones patrimoniales
como servidores públicos a nivel federal, así como los procedimientos de las contrataciones
realizadas con dichas empresas por el gobierno federal. O sea, dicha investigación
dispone información a partir del primero de diciembre de 2012
¿Cómo investigar desde las
deficiencias de la norma? Todavía más. Acaso no es un exceso nombrar un
secretario de la Función Pública para aclarar los haberes inmobiliarios de dos
funcionarios, mucho aparato para el propósito de esclarecimiento, máxime cuando
es de todos conocidos la inutilidad de la SFP, desde su origen y antecedentes.
Los malquerientes del Presidente
ya se dieron cuenta de que se echó andar la operación
fab de limpieza (remoje, exprima y tienda) Lo que traducido en la jerga
burocrática significa ordenar el expediente: purgar documentos comprometedores,
sustituir documentos deficientes y agregar documentos faltantes. Es una
práctica común entre la burocracia en connivencia con la Función Pública.
Proverbial la ineficacia de las auditorias (la interna, la externa y la
superior de la federación). En México la rendición de cuentas es vertical,
opera de arriba para abajo. Es eficaz si así lo decide la superioridad, pero
completamente inútil si proviene de un subordinado. La conclusión de la investigación
administrativa ya se anticipó: ¡Es legal!
De nada sirve que se propongan
acciones ejecutivas (administrativas), hablar de códigos de ética, si no se ha
concluido el “cambio estructural” como podría significar la Comisión Nacional
Anticorrupcción o como se le quiera llamar. La metaburocracia, léase Función Pública,
no ha rendido lo presumido. La capacitación una pantomima, la evaluación una
simulación, el ingreso por competencia una burla, de las tres auditorías no se
hace una. Es un desastre que conviene a la clase política, esté en el gobierno
o en la oposición. La falta de probidad es costumbre, una religión mistérica
que profesan todos los políticos.
Exhibir la realidad degradada del
servicio público, eso sí habría potenciado el efecto positivo esperado de la
conferencia de prensa.
Empezar por reconocer que la
mayoría de los ciudadanos desconoce lo que es ése ente llamado Función Pública,
les resulta tan remoto como el planeta Júpiter. La SFP interesa y alerta a la
burocracia de confianza, pues la sindicalizada hace años que perdió valor
operativo, sirve para cargar bultos, bolear zapatos, hacer mandados, preparar
café o llevar los trámites de giro laboral. Para las ínfulas tecnocráticas el
trabajador de base significa un pasivo laboral (No hace muchos años, un
tecnócrata encargado de despacho, resolvió su indisposición para con el
burócrata raso: creó una estructura de jefe de departamento para arriba y el
resto de trabajo útil –limpieza- lo subcontrató) En la práctica, para lo que
sirve, la Función Pública es un mecanismo de sometimiento antes que un
mecanismo de excelencia del servicio público.
Por eso la pregunta ¿Para que
salió el Presidente a dar la conferencia de prensa del martes?
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En el epígrafe, cita extraída de La Rebelión de las élites y la traición a la democracia, de Christopher Lasch. (Paidós, 1996)