Definitivamente, el día del
informe presidencial es un día de no fiesta desde que dejó de ser el día del
presidente. El primero de septiembre, para los mexicanos, perdió el asueto
obligatorio y perdió el ritual. Nada importante se espera del informe escrito,
sucesión de afirmaciones que hacen las veces de justificación de la
administración federal. Pese a la apertura de sesiones del Congreso y la
publicidad del gobierno saliente, el informe se inscribe en el torrente de la
banalidad. Ni el intercambio entre legisladores tuvieron la dignidad del
festejo.
La nota principal de los últimos
días ha sido el recorte de personal en diversas empresas periodísticas. Más que
un acto de censura, de acallamiento de voces, lo que hay en la afectación de la
economía de reconocidos medios es un daño colateral del primero de julio. La
derrota de Peña Nieto, de su partido y su candidato trajo el estallido de la
burbuja financiera en la que vivieron los medios durante el sexenio que ya
fenece. Un corte de caja obligado sobre compromisos publicitarios que a la
nueva administración le corresponderá rehacer con un diseño diferente, eso
prometen.
El presidente electo se ha
dedicado a tantear, sin trazar definiciones, observando como se alinean las
fuerzas, incluida su propia organización política y las subespecies que ha
agrupado. Se anuncian programas y proyectos. Se reúne con empresarios para
convencerlos de que las cosas no pueden seguir a su modo, intercambia con la
jerarquía militar pues ya no debe ser usado el ejército como represor, además,
atiende audiencias públicas en el domicilio de la transición solicitadas por
ciudadanos organizados. López Obrador le toma las medidas al tigre, se lo
dejaron mal amarrado. Ah, el presidente electo ya cuenta con un núcleo de
notables encargados de clarificar eso de la constitución moral.
Si bien no hay nada definitivo de
un cambio a profundidad, la realidad no ha desaparecido, su presencia lacerante
denunciada durante la campaña está ahí. Y sí, estamos ante una descomposición
moral porque no se ha hecho la pregunta pertinente ¿Cómo llegamos a esta
condición?
En primer lugar, como en otras
sociedades modernas, hemos considerado a la ciencia, a la tecnología, al
mercado, libres de toda deliberación moral, eso es para la religión y la
filosofía. La ciencia tiene sus métodos autónomos de la moral. Accedemos a la
tecnología sin pedir permiso a la moral. En el comercio, si acaso, hacen una
investigación del historial crediticio, jamás una investigación de la moral que
portamos. Sería una genialidad
desarrollar una aplicación (App) llamada constitución moral.
En segundo lugar, y con efectos
devastadores, el deterioro moral está ligado a la adopción del liberalismo
económico extremo, con todo y sus himnos a la competitividad y la
productividad, fuera de toda consideración moral, así lo manda la maximización
de las ganancias. Se ha consentido en un discurso de conformidad con el libre
comercio sin contemplar consecuencias sobre la precariedad social y la
afectación del medio ambiente.
Es el paradigma económico en boga
que postula aberraciones como afirmar que la sociedad no existe, para negar de
raíz la posibilidad de cooperación, de solidaridad y de paso anular la empatía;
otra aberración es abrir el abanico de expectativas en cada individuo al
arbitrio -se supone- de su solitaria voluntad. Obvio, se generan individuos
frustrados (desmoralización); si las expectativas, los medios y los resultados
no se alinean astralmente, entonces estoy “libre” de realizar mis sueños sin
tener referencias morales (amoralidad). Es bajo este sistema económico único,
sin opciones, que se han creado las condiciones perfectas para el desarrollo de
la corrupción, la estafa, el fraude, la criminalidad, la inseguridad, las
distintas formas de acoso y violencia.
El primero de diciembre tendremos
presidente constitucional de la república, no un teocrático sumo sacerdote. Si
en el curso del sexenio se logra bajar el delito en todas sus denominaciones
junto a la inseguridad que provocan, si priva el respeto sobre el abuso,
entonces se podrá decir que tenemos constitución moral no escrita. Las bases
para formar el ethos en el que la libertad no nos destruya.