La manifestación del domingo 26 de febrero, convocada por la derecha o por los opositores al presidente López Obrador, si se prefiere enfatizar, se ahorró la marcha desde el Ángel de la Independencia. Para que no les afectara el calor y el cansancio, directo se dieron cita en el Zócalo capitalino. Si la asistencia fue de mil más o mil menos, si asistieron acarreados o no, ese no es uno de los puntos a destacar, ni para regodearse en la autocomplacencia. El hecho es una definición estratégica rumbo al 2024, la disputa por la CDMX. La manifestación corrobora la marcha del 13 de noviembre pasado. Ambas se dan en secuencia a los comicios del 2021, cuando la Ciudad se partió en dos.
La movilización se dio en un
sistema de creencias explícitas, a lo que se le otorga fe sin validar con la
realidad. La primera supone un INE ciudadano o de los ciudadanos. Falso. El Instituto
se ha realizado como un ente de los partidos. Ellos ponen a los consejeros por
asignación de cuotas de acuerdo con el tamaño de cada bancada en el Congreso.
Además, los partidos cuentan con representación y derecho a voz en ese órgano
de contaduría y administración electoral. La ciudadanía está excluida porque
opera absolutamente la intermediación de los partidos.
El INE no se toca, es el otro
artículo de fe. Falso. Por diseño el INE se toca cada que los legisladores y el
presidente de la república así lo consideran. Desde que dejó de ser una oficina
de la secretaría de gobernación el Instituto ha sido tocado, modificado por
sucesivos dictámenes legislativos. Según la correlación de fuerzas en el
Congreso, los partidos le meten mano a la institución. Tan es así que la
reforma constitucional presentada no pasó y sólo se tuvo la mayoría para votar
una reforma a diversas leyes concurrentes.
El toqueteo no queda ahí, al INE
se le ha cachondeado con ilegalidad. Los capítulos presupuestales que asignan
recursos a los partidos son cuantiosos, ello supuestamente para evitar la tentación
del dinero ilegal en las campañas. Al respecto, quién sabe cuántas veces el INE
ha sido burlado o se ha hecho de la vista gorda. Nada más un ejemplo, el
financiamiento de una empresa extranjera, Odebrecht, a la campaña presidencial
de Peña Nieto. Hay confesión por escrito de Emilio Lozoya. No pasó nada, la
autoridad electoral ni se inmutó, ni esgrimió sus sobadas medidas cautelares.
El fondo es político, una disputa
en la que el INE es parte. En ello la autoridad en materia electoral ha estado
dispuesta a destruir la fachada de neutralidad con la cual se santifica.
Volviendo al evento de la
manifestación de nada vale cerrar los ojos. La oposición mostró base social. No
importando el historial de corrupción de sus líderes, el juicio a Genaro García
Luna no desinfló la concentración. En la próxima, tal vez la escriba del PRI y
el fariseo de todas las confianzas del PAN arenguen a la multitud ¡Liberen a
García Luna!