viernes, 13 de enero de 2023

Sobre los matices

En política hay ciertas operaciones donde los matices ayudan a resolver el fondo de las disputas aparentemente irreductibles, como lo son los diálogos sí-no, no-sí, ad infinitum. Abrazos, no balazos -dijo el clásico- y toda la oposición se le fue encima a López Obrador al inicio de su gestión. Nunca se negó el uso de la violencia del Estado en situaciones extremas. Se hizo énfasis en el compromiso de evitar las masacres de civiles ejecutadas por la fuerza pública a las que quisieron acostumbrar a los mexicanos otros presidentes, como eventos naturales, indefectibles. El motín del primero de enero de este año en un reclusorio estatal abrió las puertas de la cárcel a treinta reos peligrosos y cegó la vida de varios custodios. Ciudad Juárez, Chihuahua, vivió horas de zozobra. Se desplegaron las fuerzas de seguridad y se alcanzó a abatir al líder de los fugados. Los cruentos sucesos exigieron el uso letal de la fuerza. Los balazos respondieron a los balazos. El caso de una situación extrema.

Al tercer día, la madrugada del 3 de enero, se inició otro despliegue, esta vez en el municipio de Culiacán, Sinaloa, con el propósito de capturar en serio a un joven narcotraficante metido en el negro negocio del fentanilo. Como si el anterior evento sirviera para corroborar redes de comunicación entre criminales y así precipitar el apresamiento de Ovidio Guzmán, al que las fuerzas de seguridad venían velando desde hace seis meses. De nuevo balazos, con su estela de muertes lamentables.

Abrazos, no balazos, es un fraseo que contiene un matiz que se ha mostrado con elocuencia en estos dos casos. La agresión de los criminales es respondida con la fuerza del Estado.

Foto de Luis Castillo, La Jornada en Línea (12-01-2023)

Otra área en el que la retórica oficial hay que tamizarla con el pragmatismo es la diplomacia. La Cumbre de Norteamérica -Canadá, Estados Unidos y México- celebrada en el transcurso de esta semana que concluye y acompañada de encuentros bilaterales con el anfitrión. Para algunos comentaristas la serie de eventos no dieron grandes resultados. Para el presidente López Obrador, su propuesta de desarrollo continental no prosperó como hubiera querido, pero se perseveró en el consenso y las políticas para el desarrollo regional de los tres países reunidos. Visto sin desmenuzar, este es un hecho nada despreciable. Lo más importante, la confirmación del principio de la soberanía de los Estados como eje conductor de la diplomacia. Principio abandonado por los cinco presidentes de México que antecedieron al actual.

Si no descolló el tema continental, sí se afincó la temática regional, lo cierto es: con todo el peso de los mandatarios reunidos, la palabra globalización no fue requerida, no por “globalifobia”, sino porque su uso llegó a sus límites, por ahora, bajo un cuadro mundial de reivindicaciones nacionalistas, urgencias regionales y, de manera punzante, la guerra en Ucrania, nadie quiere mentar la soga en casa del ahorcado.

Contra los pronósticos reaccionarios, la diplomacia se ha convertido en uno de los activos de la 4T. Y decían que en materia de política exterior el principal problema que tendría el gobierno era la inhabilidad de López Obrador para hablar inglés ¡Qué bobada!

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