jueves, 4 de abril de 2013

Vamos a patinar


El hecho es que la información diaria de la prensa, entre reiteraciones y diversidad, no alcanza a dejar un cuadro completo de la actual situación de México, entre otras cosas porque hay vetas informativas que no se explotan con la misma intensidad y otras se ven de reojo, por no mencionar las vetas que quedan catalogadas como actividades privadas de los actores públicos.

No obstante hay que trabajar con lo que se ofrece, escoger y poner en operación el sincretismo teórico, que también existe y no es atributo exclusivo de la religiosidad, para recrear y comunicar una versión de como vemos las cosas.

Si uno se acercó al artículo de José Carreño Carlón publicado el miércoles tres de abril en El Universal, nos aproxima a la visión de un gobierno diestro, el de Enrique Peña Nieto, enfocado en la formación de consensos y en la atención civilizada de los disensos, es decir, llega acuerdos con la oposición y no convierte en perros del mal a quienes lo atacan. El premio obtenido es un reconocimiento favorable a la actual administración, dicho esto a la luz de lo que aparece en los medios. El argumento deslumbra pero no oculta su razonamiento retorico, metonímico, exhibir a la parte en sustitución del todo. Esto es, el manejo y relativo éxito mediático no nos informa línea por línea como está la compleja situación del país.

Sucede que ése mismo día uno se acercó al artículo de Luis F. Aguilar, El Estado fragmentado (Reforma) Entonces se tuvo acceso a la totalidad compleja de lo que es el gobierno (niveles, poderes y aparatos) y lo que se puede apreciar da cumplimiento al enunciado, un Estado fragmentado. Si no se quiere aceptar el concepto de totalidad y se prefiere el de sistema, lo que encuentra son flujos al interior del gobierno que no están aportando la eficacia necesaria para como quiere la propaganda oficial, transformar y mover a México, la dificultad de coordinar el aparato público sectorizado y sumido en la autorreferencia. Y qué decir de los gobiernos de los estados, ya no hablemos de los municipales.

Ya se sabe, no es lo mismo ver los árboles que ver el bosque.

Inveterada creencia de querer resumir el éxito o el fracaso de un gobierno y la esperanza de un país en la singular figura de un presidente.

Sólo quiero destacar tres momentos de la vida nacional que precedieron a la actual administración:

Desde 1985 inició el proceso deliberado y consistente de los Estados Unidos por dictar la agenda de la lucha en contra del narcotráfico, esfuerzo que alcanzó su mayor expresión en el pasado sexenio. Extraño es que en coincidencia con esa intervención el problema del crimen organizado se haya multiplicado ¿Qué no debió ocurrir lo contrario? Y la interrogante mayor, cómo es que en México una violencia por orden del crimen organizado y países consumidores de estupefacientes como el ya mencionado al inicio de este párrafo, Gran Bretaña o España sin una alteración de la seguridad como la que se vive aquí. Será acaso la vigencia no aceptada de una paz narca en esos países.

Iniciar las mudanzas del régimen de la revolución sin concluir su propósito de abatir las desigualdades sociales. Arrancar reformas en una sociedad de grandes desigualdades ha terminado por establecer pautas sociales de individualismo extremo, reacio a la cooperación y la solidaridad, frente al cual la caridad y la filantropía se esmeran por alentar ese individualismo.

Sexenios consecutivos de destrucción de lo público, de abandono, de insistir en la mitología de la libre empresa, de simular causas comunes, de separar al gobierno a la sensibilidad de los nervios de la sociedad.

Si uno considera nada más estos tres antecedentes se puede apreciar la inmensidad de transformar y mover a México.

martes, 2 de abril de 2013

Estructurado


Hubo una vez, ayer, un presidente que se sintió la rencarnación de J. E. Hoover y decidió combatir al crimen desde una visión de guerra de los buenos en contra de los malos, no escatimó recursos, incluidos la falsificación de hechos. Al final, el crimen no fue reducido, por el contrario, se fortaleció. No es de extrañar que el problema de la violencia criminal continúe. Lo abusivo es hablar de los muertos de Peña, eso se llama simplificar mañosamente la realidad con la intención de paralizar al gobierno de por sí entumecido por el letargo blanquiazul.

El crimen organizado no es un fenómeno, es una realidad que se asienta sobre estructuras establecidas a las cuales la delincuencia se acoge. En el orden que se guste, la violencia se ha estructurado por varias causas:

a) Disponibilidad de la oferta de armas ilimitada o casi;

b) Disposición amigable del sistema financiero para el lavado de dinero, así como de otros negocios;

c) La adopción de un régimen de libre mercado que funciona mejor a condición de un desempleo consistente y salarios empobrecedores. La aspiración populista de ocupación plena y salario remunerador está sepultada.

Sobre estas condiciones estructurales la delincuencia tiene alta rentabilidad, se obvian los costos de control del Estado (burocracia, impuestos, trámites) y, lo atractivo, no te exige educación.

Eso por lo que se refiere a las condiciones que fortalecen al crimen organizado, por lo que se refiere al aparato gubernamental éste no se encuentra en las mejores condiciones y si lo que se quiere es mover a México habrá que empezar por mover a la burocracia. No hemos visto un informe que nos dé cuenta de los beneficios obtenidos con el decreto de austeridad con el que inició el actual gobierno y a duras penas formalmente se ha reorganizado la administración pública federal.

El problema de la burocracia tiene dos frentes: el de los grupos de interés que capturan cada sector gubernamental, ejemplo de moda es el de la educación, que no se limita al control gremial de las aulas públicas sino que se extiende hasta las mismas oficinas de la SEP. No hay sector gubernamental que no haya formado su propio grupo de interés que negocian y obstruyen el quehacer del gobierno. El otro obstáculo es el servicio profesional de carrera del servicio público que se limita a extender patentes de corzo, lejos de establecer a una burocracia de confianza comprometida con el servicio público, la plaza, no la patria, es primero. El SPC es como el agua de bonga, no sirve pa’ná.

Bien por el gobierno que quiere acotar los intereses, pero unos a otros se dicen, acótense los intereses en los bueyes de mi compadre.

No sería extraño que ante la promulgación de la nueva ley de amparo, o la reforma a las telecomunicaciones, los empresarios inicien su propia guerra para socavar al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.   Los empresarios, como los normalistas, verán la manera de atajar los cambios al fin que al país se lo puede llevar la tristeza.
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