El hecho es que la información
diaria de la prensa, entre reiteraciones y diversidad, no alcanza a dejar un
cuadro completo de la actual situación de México, entre otras cosas porque hay
vetas informativas que no se explotan con la misma intensidad y otras se ven de
reojo, por no mencionar las vetas que quedan catalogadas como actividades
privadas de los actores públicos.
No obstante hay que trabajar con
lo que se ofrece, escoger y poner en operación el sincretismo teórico, que
también existe y no es atributo exclusivo de la religiosidad, para recrear y
comunicar una versión de como vemos las cosas.
Si uno se acercó al artículo de
José Carreño Carlón publicado el miércoles tres de abril en El Universal, nos aproxima a la visión
de un gobierno diestro, el de Enrique Peña Nieto, enfocado en la formación de
consensos y en la atención civilizada de los disensos, es decir, llega acuerdos
con la oposición y no convierte en perros del mal a quienes lo atacan. El
premio obtenido es un reconocimiento favorable a la actual administración,
dicho esto a la luz de lo que aparece en los medios. El argumento deslumbra
pero no oculta su razonamiento retorico, metonímico, exhibir a la parte en sustitución
del todo. Esto es, el manejo y relativo éxito mediático no nos informa línea
por línea como está la compleja situación del país.
Sucede que ése mismo día uno se
acercó al artículo de Luis F. Aguilar, El Estado fragmentado (Reforma) Entonces se tuvo acceso a la
totalidad compleja de lo que es el gobierno (niveles, poderes y aparatos) y lo
que se puede apreciar da cumplimiento al enunciado, un Estado fragmentado. Si
no se quiere aceptar el concepto de totalidad y se prefiere el de sistema, lo
que encuentra son flujos al interior del gobierno que no están aportando la
eficacia necesaria para como quiere la propaganda oficial, transformar y mover
a México, la dificultad de coordinar el aparato público sectorizado y sumido en
la autorreferencia. Y qué decir de los gobiernos de los estados, ya no hablemos
de los municipales.
Ya se sabe, no es lo mismo ver los
árboles que ver el bosque.
Inveterada creencia de querer
resumir el éxito o el fracaso de un gobierno y la esperanza de un país en la
singular figura de un presidente.
Sólo quiero destacar tres
momentos de la vida nacional que precedieron a la actual administración:
Desde 1985 inició el proceso
deliberado y consistente de los Estados Unidos por dictar la agenda de la lucha
en contra del narcotráfico, esfuerzo que alcanzó su mayor expresión en el
pasado sexenio. Extraño es que en coincidencia con esa intervención el problema
del crimen organizado se haya multiplicado ¿Qué no debió ocurrir lo contrario?
Y la interrogante mayor, cómo es que en México una violencia por orden del
crimen organizado y países consumidores de estupefacientes como el ya
mencionado al inicio de este párrafo, Gran Bretaña o España sin una alteración
de la seguridad como la que se vive aquí. Será acaso la vigencia no aceptada de
una paz narca en esos países.
Iniciar las mudanzas del régimen de
la revolución sin concluir su propósito de abatir las desigualdades sociales.
Arrancar reformas en una sociedad de grandes desigualdades ha terminado por
establecer pautas sociales de individualismo extremo, reacio a la cooperación y
la solidaridad, frente al cual la caridad y la filantropía se esmeran por
alentar ese individualismo.
Sexenios consecutivos de
destrucción de lo público, de abandono, de insistir en la mitología de la libre
empresa, de simular causas comunes, de separar al gobierno a la sensibilidad de
los nervios de la sociedad.
Si uno considera nada más estos tres
antecedentes se puede apreciar la inmensidad de transformar y mover a México.