Donde las malas noticias se cosechan por toneladas. Apenas ayer miércoles 27 de octubre, la prensa consignaba escalas de agencias internacionales que califican a México con menos vigor democrático y más corrupción, menos próspero también. Peor todavía, hay gente que se mata al disputarse el negocio de las drogas y la competencia entre delincuentes apura el ajusticiamiento. En seis días se han dado cuatro masacres con un blanco común: jóvenes. Tiernas vidas cegadas, se podría decir. Por no mencionar las no tan tiernas que caen sin alcanzarse el número preciso en su contabilidad, pues existen las muertes ligadas al combate oficial y dinámica propia del crimen organizado no enteradas a través de los medios.
La situación es tal, que el optimismo se ha convertido en una burda simulación, a fin de cuentas la inversión sigue llegando según Ernesto Cordero, pese a la corrupción. Antes hubo declaración similar cuando se le cuestionó sobre los efectos de la inseguridad en la captación de capitales externos. Los diálogos por la seguridad se han hecho itinerantes, su estación reciente Morelos. Diálogos desplegados en un auditorio controlado, como los que denuncia Alonso Lujambio de Peña Nieto, donde Felipe Calderón ejercita su monólogo del vamos bien, en el camino correcto, sangriento e inevitable, por el que nunca se hace esquina con la justicia. Tal parece que el crimen se ha convertido en simple materia estadística, sin consecuencias penales.
Son de tal magnitud los retos de la seguridad, del crecimiento económico, del escrutinio público, por mencionar algunos, que resulta indignante el ocluir esos retos con el tema de la sucesión que está presente en la identificación mediática de los señalados como presidenciables, en el cambio de dirigencias dentro de las tres principales fuerzas políticas, en la elección de tres nuevos consejeros electorales del IFE, en la distribución del presupuesto, en la disputa por las telecomunicaciones, en el apagón analógico. En medio de la desgracia, por evasión del presente o mero cálculo del futuro inmediato, la mirada de las élites de este país está puesta en el 2012.
Para fines prácticos, el actual sexenio está terminado. Reformas, transición y alternancia entraron en un callejón. México es un país donde se ha destruido la esperanza de miles, aun así, resurgirá ésta del polvo y de ahí se construirán las avenidas que reúnen a la justicia con la libertad ¿Cuándo? A partir de que las élites se regeneren con el aprendizaje de estos aciagos años. Y entonces se pueda hablar de un país donde las diferencias no son obstáculo para la convivencia pues hay un derecho igualador efectivo de oportunidades.