martes, 1 de febrero de 2011

El fin de la ideología


El 25 de enero recién, falleció el sociólogo neoyorquino Daniel Bell. Un intelectual de profundas raíces proféticas abrevadas de la cábala y el marxismo. Hijo del culturalismo académico norteamericano, para quien la historia no podía entenderse sino como medio para otear el futuro. Ese fue y es el atractivo de su obra.



Convocar en este momento a Bell tiene sentido a la luz de los acontecimientos dominicales y comiciales del estado de Guerrero y su obra sesentera, la de Bell, El Fin de la Ideología. Si algo deja en claro el “triunfo” de Ángel Heladio Aguirre Rivero es la imperiosa necesidad de prescindir de la ideología para competir electoralmente. Ese vacío es definitorio, tanto como para que nadie de la turba arribista alegue una victoria ideológica. No la hubo, ni vale la pena detenerse en ello según esta disposición.



El oportunismo se hizo consigna y hablar de ideología resulta ingenuo. Exultante, un oportunista de coraza como Ricardo Monreal enumera en Milenio Diario las razones del éxito de la coalición ganadora en Guerrero. No propone en su listado ninguna adherencia ideológica, peor todavía, se olvida de que esa victoria está asociada a una alianza tácita con “el espurio”, ya saben quien, al cual tanto ha combatido (es un decir). Y uno se pregunta ¿Si la receta antipri es tan eficaz porqué no la aplicó en su estado natal Zacatecas? La respuesta es obvia, un oportunista no es gente de convicciones para con la sociedad.



Así está el enredo. El PRI pierde porque conserva resabios de ideología, la de la Revolución Mexicana. López Obrador pierde porque es un político en exceso ideologizado. Felipe Calderón gana porque su impunidad no requiere ideología. Marcelo Ebrard gana porque es un burgués para quien la ideología de izquierda tiene el mismo valor que el papel de baño. Para eso le sirve, es higiénica y desechable.



Todavía hay gente que tiene ánimos de aplaudir lo ocurrido en Guerrero. Se necesita ser cabeza hueca. Verdad Peña Nieto.



La contienda electoral de Guerrero ha tenido la cobertura necesaria como para desenfocar el baño de sangre que vive el país, como para ignorar la insuficiencia alimentaria que el día de ayer denunciaron las organizaciones campesinas y obreras, como para distraer de la subordinación inconsulta de Felipe Calderón a los Estados Unidos.



Si la práctica es ley, bien se puede derogar del Cofipe los requisitos de plataforma partidista y de declaración de principios que se obligan para dar registro y presupuesto a la organización política formal. Exigible será, juramentarse como cínico.



(Por ideología se entiende aquí el orden deseable y posible de la política, la economía y la sociedad. La Constitución es en esencia expresión ideológica. La competencia electoral es lugar y momento privilegiado para expresar las ideologías, lo cual se desperdició en Guerrero)

 

lunes, 31 de enero de 2011

El regreso de la desconfianza




Las elecciones locales del estado de Guerrero para elegir gobernador, las que imprecisamente se les ha considerado un “laboratorio” electoral -en realidad se han entendido como una de bola de cristal. Bajo esta consideración premoderna de una predicción mágica al 2012, los comicios del pasado domingo 30 de enero son la reiteración de un pasado que nunca se ha ido del todo, un pasado en el que la desconfianza termina por derrumbar la certidumbre sobre jóvenes instituciones democráticas que han mostrado su vetusto rostro. No ha lugar a sorpresa.



Con anterioridad a estos comicios la prensa considerada de izquierda, La Jornada, externó su desconfianza. La postulación de un candidato extraído de la enésima ruptura del PRI para abanderar a la coalición de izquierda, así como las viejas prácticas antidemocráticas para inhibir la libre expresión del voto, la guerra sucia que incluyó dos apócrifos de su edición local, de los cuales tal vez nunca sabremos quién realmente los mando a imprimir y puso en circulación. La desconfianza de ése diario se rubricó al día después con un rotundo desdén, como para no dedicarle expresión jubilar alguna en su editorial y en sus artículos de opinión a los comicios de Guerrero.



Descuadrada ha quedado la geometría política en ése estado, tan es así que Ángel Heladio Aguirre Rivero, aventajadísimo en el conteo preliminar, no tiene elementos ciertos para asegurar cómo cumplir el decálogo al que lo comprometió Andrés Manuel López Obrador con los compromisos del programa del PAN a los que accedió al momento de la declinación a su favor del candidato blanquiazul.



Esta elección habrá que inscribirla fuera del supuesto laboratorio -a menos de que se trate del Dr. Frankenstein- o de bola de cristal alguna. Esta elección se inscribe en la cruda Real Politk. El pacto no escrito que ha promovido de espaldas a la ciudadanía el presidente Felipe Calderón entre las fuerzas políticas a modo (ostensiblemente de izquierda, esa izquierda que lo ha llamado espurio) con el propósito nada democrático e ilegal de impedir el regreso del PRI a Los Pinos, anulando de antemano el libre curso de la voluntad ciudadana. A ése pacto se ha embarcado a la república por parte de quien debería ser el primer defensor de las instituciones democráticas.



Una sombra simiesca se cierne sobre Guerrero, es la restauración de la desconfianza. La sociedad guerrerense tendrá que hace acopio de prudencia e inteligencia para impedir que se imponga la pervertida voluntad del peor presidente que haya tenido el México de la posrevolución y de sus compañeros de viaje.





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