Las elecciones locales del estado de Guerrero para elegir gobernador, las que imprecisamente se les ha considerado un “laboratorio” electoral -en realidad se han entendido como una de bola de cristal. Bajo esta consideración premoderna de una predicción mágica al 2012, los comicios del pasado domingo 30 de enero son la reiteración de un pasado que nunca se ha ido del todo, un pasado en el que la desconfianza termina por derrumbar la certidumbre sobre jóvenes instituciones democráticas que han mostrado su vetusto rostro. No ha lugar a sorpresa.
Con anterioridad a estos comicios la prensa considerada de izquierda, La Jornada, externó su desconfianza. La postulación de un candidato extraído de la enésima ruptura del PRI para abanderar a la coalición de izquierda, así como las viejas prácticas antidemocráticas para inhibir la libre expresión del voto, la guerra sucia que incluyó dos apócrifos de su edición local, de los cuales tal vez nunca sabremos quién realmente los mando a imprimir y puso en circulación. La desconfianza de ése diario se rubricó al día después con un rotundo desdén, como para no dedicarle expresión jubilar alguna en su editorial y en sus artículos de opinión a los comicios de Guerrero.
Descuadrada ha quedado la geometría política en ése estado, tan es así que Ángel Heladio Aguirre Rivero, aventajadísimo en el conteo preliminar, no tiene elementos ciertos para asegurar cómo cumplir el decálogo al que lo comprometió Andrés Manuel López Obrador con los compromisos del programa del PAN a los que accedió al momento de la declinación a su favor del candidato blanquiazul.
Esta elección habrá que inscribirla fuera del supuesto laboratorio -a menos de que se trate del Dr. Frankenstein- o de bola de cristal alguna. Esta elección se inscribe en la cruda Real Politk. El pacto no escrito que ha promovido de espaldas a la ciudadanía el presidente Felipe Calderón entre las fuerzas políticas a modo (ostensiblemente de izquierda, esa izquierda que lo ha llamado espurio) con el propósito nada democrático e ilegal de impedir el regreso del PRI a Los Pinos, anulando de antemano el libre curso de la voluntad ciudadana. A ése pacto se ha embarcado a la república por parte de quien debería ser el primer defensor de las instituciones democráticas.
Una sombra simiesca se cierne sobre Guerrero, es la restauración de la desconfianza. La sociedad guerrerense tendrá que hace acopio de prudencia e inteligencia para impedir que se imponga la pervertida voluntad del peor presidente que haya tenido el México de la posrevolución y de sus compañeros de viaje.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario