lunes, 16 de diciembre de 2013

Omisiones


La reforma energética, avanza, feliz o infelizmente. La globalidad se impone, el egoísmo manda. Ecumene es derrotado, el amor al prójimo se extingue. Es una lectura personal, me es difícil hablar por la lectura de los legisladores pues se duda de que la hayan leído a fondo, no lo suficiente como para montarse en el “fast track”.

Tampoco se puede elogiar lo fenecido, muerto estaba ya desde antes del proceso legislativo, pues a su amparo a los energéticos propiedad de la nación les pasó lo que al tamal de la tía Cleta, se lo fueron acabando a probadas de particulares. Tantas inconsistencias en la política energética han ido dilapidando ésa riqueza nacional del subsuelo. Qué sabemos de PEMEX Internacional, ente sin escrutinio público. Qué decir de los arreglos que ordenó Zedillo como los pidiregas o de la abierta violación a la ley en tiempos del PAN. La familia Mouriño, de Galicia, España, son demostración de que el nacionalismo energético estaba por los suelos, así como la ordeña de los ductos de PEMEX, por parte de la delincuencia, son emblema del abandono oficial previo a la reforma.

La reforma tiene dedicatoria, inversionistas y empresas a modo, depredadores probados. Ni yo, ni mis lectores, tampoco el Perico de los palotes estamos en la puja.

En la reforma hay omisiones, las prisas o el analfabetismo funcional de los legisladores. Nunca antes el calificativo funcional fue tan preciso.

Primera omisión: la seguridad desaparece prácticamente.

Segunda omisión: medio ambiente, no se ven medidas de prevención y protección.

Tercera omisión: tampoco de habla de evitar y sancionar la corrupción.

Bajo estas condiciones, la propiedad de la nación es un resabio inoperante. Cuando entren en acción las grandes compañías del rubro energético, que se llevarán muy bien con la administración de turno, sea del partido que sea, compartirán la renta petrolera con la alta burocracia. No les interesa el desarrollo, ni los cuidados al medio ambiente. Veremos entonces como nos fue en la feria.

Con ganas releeré a Juan José Arreola en ese relato de pedacería popular que es La Feria (Editorial Joaquín Mortiz). Historia de un pueblo que alguna vez se llamó Zapotlán el Grande, ejemplo de nuestro destino bizarro: religión y política, religiosidad y legalidad se unen para convertirnos en un país de risa, de la “jodidez” consagrada para el regocijo de las élites del poder.

“- Todo el año parecemos coheteros, nomás pensando en la feria y llenándonos de pólvora la cabeza, para que a la hora de la hora, todas la ilusiones se nos seben…”


(Es la última del año, nos leemos el año que entra)
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