jueves, 28 de enero de 2016

Te joder, Tajamar

“Vicente Fox, lelo en cuestión de administración pública, tuvo la corazonada de no invitar al Verde a su gabinete”

Quintana Roo fue un territorio de la república mexicana donde la Marina y la Defensa tenían la estratégica incumbencia federal casi en exclusiva. Chetumal era la ciudad a donde ir  para comprar fayuca (palabra ininteligible para las generaciones nacidas después del inicio y avance de la apertura comercial). Con el presidente Luis Echeverría (1970-1976) se tomaron tres decisiones para cambiar el bello y salvaje territorio, apreciado por su mar Caribe de azul cristalino y su selva acicalada por el cambio de estación, verde en la temporada de lluvias, marrón y amarillo durante el estiaje. Echeverría lo pobló, primero, con el impulso de la política agraria basada en la figura de los Nuevos Centros de Población Ejidal; después tramitó la condición de Estado de la república al territorio quintanarroense y así Chetumal se transformó en una ciudad burocrática; tercero, Echeverría fundó el desarrollo turístico más exitoso que ha tenido México: Cancún.

Si en ese entonces la legislación ambiental hubiera existido, razones habría para acusar ecocidio la construcción de Cancún y a la población que arribó de ecocidas. Pero resulta que es a partir de diciembre de 1987, fecha en la que entró en vigor la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, cuando claramente se estableció un antes y un después, qué sí y qué no obligado para el Estado y la sociedad. Un parteaguas. De esa legislación derivaron normas, figuras y procedimientos, incluyendo aparato burocrático, programas y presupuesto. Todo un sector de la administración pública.

Cancún ha sido el laboratorio para la aplicación de la regulación ambiental. En Cancún se ha ensayado repetidamente uno de los instrumentos de planeación más avanzados para proteger el medioambiente y alcanzar el equilibrio ecológico: el ordenamiento ecológico territorial. Presiones de autoridades, políticos y empresarios han encarecido el potencial de este instrumento. Por otra parte, el procedimiento de la manifestación de impacto ambiental (MIA) establecido con el fin de reducir o atenuar las afectaciones al ambiente ha resultado corruptible desvirtuando su propósito, generador de patentes de corzo que inhiben el cuidado del medio ambiente. Es común encontrar en la legislación clausulados que habilitan la excepción de la norma y dan origen a la máxima hágase pero no se cumpla, es el caso de la MIA. Por eso con todo cinismo la autoridad presume legalidad. ¡Fue legal! Es admiración muy usada en los últimos tres años. El abogado de FONATUR la refrenda.


La ribera de la Laguna Nichupté ha sido devastada, el malecón y proyecto inmobiliario Tajamar es el último clavo al ataúd, ya desde 1993 se había creado un subcomité de protección de este sistema lagunar formado por los tres niveles de gobierno. Por qué se retrocede en lugar de avanzar. Desde siempre, las organizaciones empresariales han dicho que la Ley ambiental no es amiga de las inversiones. Los distintos gobiernos, por su parte, todos los días trabajan para atraer inversiones. Se junta el hambre con la necesidad. La lógica de las inversiones muchas veces se contrapone a la lógica de la naturaleza. Tajamar es la enésima prueba.

martes, 26 de enero de 2016

Indifferentia

“en este tiempo nuestro, fragoroso y de tanto papel, repleto de abierta propaganda y de sugerencias ocultas, de retórica maquinal, de componendas, de escándalos y de cansancio”
Primo Levi

“cualquier noticia que nos llega, de masacres, de torturas… de sufrimientos gratuitamente impuestos a personas inocentes, de injusticias conscientes, cada una de esas noticias nos atañe, choca con nuestra sensibilidad”
Primo Levi

“Muchos sistemas sociales se proponen refrenar ese impulso hacia la inequidad y el atropello; otros, en cambio, lo alaban, lo legalizan y lo señalan como extremo objetivo político”
Primo Levi

Son palabras de quien padeció el cautiverio en un campo de concentración en la Alemania Nazi, palabras escritas en el claroscuro de la Guerra Fría, palabras referidas a otras épocas y de cruel resonancia en el presente, dignas de reproducirlas. Motivos hay.

El viernes 22 de enero, La Jornada, allegándose de fuentes oficiales consignó: “Hay desapariciones de personas en la mayor parte del país”, al ritmo climático de la violencia desatada desde 2007 por las bandas delictivas, surgidas éstas de la fragmentación o ramificación de los cárteles. 26, 670 personas registradas como no localizadas según la contabilidad del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

En otra nota de ese día y del mismo diario, se menciona el incremento de homicidios dolosos durante 2015, 8.6 por ciento respecto al año anterior. 17 mil 13 asesinatos.

El México de miles de familias afectadas por la violencia, sin forma de vincularlo con el México de la democracia electoral cada vez mejor, según la autoridad electoral, donde la ley y los tiempos se armonizan para alcanzar elecciones preciosas; violencia que tampoco encuentra enlace con la salud económica del país pregonada por las autoridades hacendarias, colocando a México en las mejores condiciones para enfrentar el vendaval especulativo. Ante la violenta realidad, los funcionarios de la democracia y la economía adoptan una actitud de indiferencia. No es mi tema, ni asunto, fuera de responsabilidad. Entonces miran para otro lado. ¿En verdad están totalmente desvinculados? Cómo conviven la perfección democrática, la salud económica con la maldad delictiva.



Acaso la democracia electoral es de alcance tan limitado, incapaz de facturar mejores gobiernos. Los gobernadores y munícipes, una vez electos y en cargo, combaten a la delincuencia o pactan con el crimen o de plano se someten. Dirán que no están para perseguir delitos del fuero federal, pero eso no releva a gobernadores y presidentes municipales del acopio de pruebas y presentación de demandas ante la autoridad judicial competente. Cuántas denuncias han presentado, cuántas han prosperado. No son pocos los alcaldes asesinados, un candidato a gobernador en Tamaulipas, un gobernador en Colima, un hijo de gobernador en Coahuila, todos asesinados. Entonces por qué no hacen un verdadero frente común para garantizar la seguridad de la población.

La economía está realmente libre del dinero sucio. Se difunden los casos de éxito en los que hacienda logra detener y confiscar los flujos del dinero negro o no hay tales casos, sólo investigaciones que no llegan a nada, salvo que se trate de enemigos personales del gobierno en turno. Pero la economía es más que política económica y leyes fiscales, hablar de economía es mencionar al régimen que mejor la define: capitalismo. No precisamente del mitologema que enseña un discurrir armonioso, al vaivén de la oferta y la demanda. Se trata de un régimen que en el origen de su formación se sirvió del delito y la violencia, lo sigue haciendo desde los entresijos del Estado de Derecho: el fraude, la especulación. En el ámbito internacional la imposición del derecho de una nación sobre otra (se acuerdan del embargo atunero o el que se practicó al aguacate mexicano) o la guerra si es preciso, acciones ajenas a la ley del libre mercado. De manera elegante o retorcida, como se quiera ver, el crimen organizado representa el inconsciente colectivo de la acumulación originaria.


Uff, parece que me he desviado del tema de inicio, no es así. La violencia impune que lastima a familias sigue ahí. Es ineludible que la política y la economía confluyan para contener la violencia, antes de que se vea con buenos ojos las medidas de excepción y se normalice el fascismo. Nos acercamos a extremos que es mejor evitar, como la resignación del padre que frente al cadáver de su hijo asesinado prefirió no levantar acta ante el ministerio público.
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