jueves, 5 de enero de 2017

A revisar

“Me pregunto incluso si la historia no nos parece tan absurda precisamente por esa confiscación monstruosa en provecho de un único modo de ver el mundo.”
Mircea Eliade

Dos razones para revisar el mundo recreado por una teoría económica bajo el mitologema de que el mercado funda y resuelve la vida social, teoría inmerecidamente calificada de liberal y erróneamente motejada “neoliberal”. A la teoría económica imperante le ha pasado como al marxismo bajo el régimen de José Stalin, se ha convertido en una ideología fría (expresión de un filósofo griego de nacimiento, Kostas Papaioannou)


La teoría que se hizo modelo y ley, en México comenzó a implantarse como convicción de los gobernantes desde el primero de diciembre de 1982. Treinta y cuatro años han transcurrido desde entonces, merece ser considerado como época digna de ser revisada, cuando menos hacer un recuento de lo que nos ha traído.

La primera razón nos la ofrece el racista de Donald Trump y es un recordatorio: la economía no es un mecanismo ciego de mercado, ésta es moldeable por la política. Eso nos enseña su intervención de chantajear a las empresas automotrices de su país y atosigarlas con impuestos si no invierten en Estados Unidos. La Ford ya canceló un proyecto de inversión en México. Con un terrible desplante Trump echó por los suelos la creencia causi religiosa del libre mercado.

La segunda razón para convocar a una revisión procede de la liberación del precio de las gasolinas decretada por el gobierno del presidente Peña Nieto. Desde que se dieron los primeros “gasolinazos” en la administración pasada, éstos se constituyeron en una medida recaudatoria para financiar compromisos fiscales. El actual gobierno que se comprometió a desterrar dicha medida, da marcha atrás a su compromiso y lo adorna como un acto de liberalización del precio del combustible. Si está libre el precio por qué interviene el gobierno a través de la secretaría de Hacienda y sale con explicaciones barrocas que justifiquen el componente recaudatorio de la medida. Ahora la autoridad no sólo es tildada de mentirosa, sino que enfrenta una percepción popular, para decirlo amablemente, de que los impuestos aplicables a las gasolinas son parte del botín de “políticos rateros”. De otra manera no se puede entender el encono.

La catástrofe se ha construido con paciencia, no es un acontecimiento fortuito o del destino. La catástrofe tiene sus arquitectos: los organismos empresariales que propugnaron por la implantación de un modelo carente de empresarios aptos para competir y de una sociedad civil robusta por la igualdad de oportunidades. Los políticos que se plegaron a la presión empresarial y del llamado consenso de Washington. Como compañeros de ruta, centros de educación superior se abonaron al proyecto.

Ahora tenemos que la apertura económica ha sido un catalizador de la corrupción y el favoritismo a tal o cual consorcio empresarial, empañando el supuesto virtuoso del mercado.
Se tienen los parches institucionales de los entes autónomos en las materias electoral, de derechos humanos, acceso a la información y transparencia. Su rendimiento ha sido mediocre para la salud de la vida pública.

Mientras los sucesivos gobiernos se dedicaron a proteger los intereses de un sector de la sociedad. Obreros, campesinos y empleados quedaron desprotegidos con el cuento de favorecer las inversiones. Contingentes de la población se incorporaron a la economía informal, funcionales para paliar la falta de empleos y a los bajos ingresos de los trabajadores formales.

La pandemia de la obesidad también se encuentra etiquetada al modelo imperante. Bajos ingresos para la mayoría de la población urbana impiden una alimentación de calidad. La industria alimentaria y de bebidas, junto con las empresas de comida rápida y la proliferación de los changarros de antojitos y golosinas, son los responsables de la pandemia.

Y lo más espantoso que nos ha traído el barco de una modernidad mal entendida o digerida: la explosión de actos delictivos, del orden común y federal, con su cauda de violencia que rebasa al aparato público de seguridad. La “malandrinización de la sociedad propiciada por gobiernos ineptos y un orden de mercado que no reconoce límites en el aprovechamiento de los recursos naturales y no tiene idea de lo que es la dignidad humana. Una nueva barbarie en la disputa por objetos fetiche, en el gozo de una exterioridad virtual que se puede encontrar en las redes y nos evade de la realidad e invita a realizarla en una transgresión despolitizada de las convenciones sociales, el caso del reglamento de tránsito.


Revisar el modelo como examen de conciencia colectivo propósito de año nuevo y regalo de Reyes.
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