viernes, 16 de febrero de 2007

Malo es

El fin de semana pasado se llevó a cabo el VI el Consejo Nacional del Partido de la Revolución Democrática, de sus resultados queda un armisticio entre las corrientes. Un virtual fortalecimiento de la burocracia partidista representada por Jesús Ortega, junto con un no menos virtual apocamiento de los liderazgos sociales. Nada que indique una reorientación firme de ese partido.

En el Partido Revolucionario Institucional no se ha podido detener la guerra de descalificaciones que se ha dado entre Enrique Jackson y Beatriz Paredes. El proceso sólo lo puede salvar la decisión de los consejeros que elegirán a la nueva directiva, estableciendo un rotundo no a quienes tomaron el camino del lodo y el spot. Pero el problema está desde el diseño de la convocatoria que les amarró las navajas a quien se dejó. En barroco procedimiento se han metido, cuando lo más sencillo, transparente y equitativo hubiera sido la convocatoria de foros regionales con la participación exclusiva de los consejeros como calificadores de la serie de debates entre los competidores.

Esta materia noticiosa, la de los partidos, ha quedado aplastada en la opinión escrita por las declaraciones que desde Washington hizo Vicente Fox. Tan fácil se le hizo como agitar las aquietadas aguas de la elección federal del 2006. Se le exige a Fox que se calle, se le sugiere al presidente Calderón que le dé un zape al ex presidente, se lloriquea por viejas reglas no escritas que obligaban el silencio de los ex presidentes.

Acaso el Fox conferencista de hoy no es el mismo Fox que en 1988 se puso orejas de burro improvisadas con unas papeletas electorales. Es la misma persona vulgar y dominada por sus intereses personales que siempre ha sido, despreocupado por el cabal cumplimiento de los asuntos públicos, sujeto extravagante que por generosidad de las instituciones llegó a ser el presidente de México, gobernador de Guanajuato y Diputado. Su lengua no tiene castidad. De dónde viene la incomodidad que produce este personaje, se resuelve algo con callarlo, con promover el manotazo del actual Presidente. De dónde acá esa nostalgia por las costumbres autoritarias.

El astuto Fox con máscara de locuaz bonachón, expuesto a una crítica masiva y apabullante que llega demasiado tarde. En qué estaba pensando la sociedad civil cuando lo eligió, los medios llegaron a festejarlo por su antisolemnidad, el Cofipe no tuvo recursos a la letra, que desprovista de espíritu es letra muerta.

En realidad, lo que diga Vicente Fox no merece atención. Engancharse en sus dichos es hacerle el juego. La atención, el análisis no se puede posponer. Sobre las limitaciones de la sociedad civil que la identificaron con prosaico personaje, atraída por su talante de no político, de verbo antigobiernista. Las limitaciones de las instituciones electorales que consagraron su pureza a la derrota del PRI. Las limitaciones de los medios que caricaturizaron la contienda política a la calidad de una telenovela. Y así se pueden ir sumando el conjunto de piezas para entender como el cambio institucional se despeñó en la desarticulación institucional.

Por eso, ahora que los Senadores formulan una ley para ponerse de acuerdo y darle forma a la Reforma del Estado, tienen material de sobra para afinar su contenido. Y el presidente Calderón puede acompañar este propósito, dejar a un lado el fantasma de la ilegitimidad, hacer examen de sus prejuicios y salir a la calle a defender el establecimiento de un nuevo arreglo político, aunque le cueste a su partido. Si por el contrario, prefiere seguir atrincherado, bajo el resguardo de los militares y el consejo de los tecnócratas, mañana no encontrará quien le tienda la mano, vivirá como un apestado muy a pesar de la investidura presidencial.

martes, 13 de febrero de 2007

De controversia y acuerdo para la reforma política

El gobierno ha sido claro en la convalidación de ciertas alianzas, apoyos o recursos orientados al apuntalamiento de su gestión. Una de las piezas que articulan la gobernabilidad calderonista es el pacto corporativo establecido con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, al cual se le ha delegado, en corresponsabilidad, la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo en su apartado vinculado a la educación básica.

La otra pieza de la mayor importancia son las Fuerzas Armadas, que desde el inicio de la actual administración, se han convertido en pilar destacable del gobierno. El nueve de febrero fue la oportunidad del Ejército para entonar su himno a la lealtad y su elogio al presidente de los militares. En correspondencia, el presidente Calderón respondió al otro día con el enaltecimiento de la lealtad en su calidad de presidente militar, en tanto Comandante en Jefe de las FF AA.

Ejército y Magisterio, dos instituciones de operación corporativa de alcance nacional, de interlocución reconocida con los otros niveles de gobierno, de influencia más eficiente que las fuerzas políticas constituidas en partidos y representadas en el Congreso. Es en el ámbito de la relación con las fuerzas políticas que no se han construido acuerdos relevantes, a excepción de la aprobación de los ingresos y egresos del Estado.

Desde su instalación, la LX legislatura en el Senado ha propuesto una ley para le reforma del Estado que se convierta en el muelle de todas las reformas que se planteen. La propuesta ha ido a paso de tortuga para su consenso en el Congreso, pero ahí va. Hasta ahora no hay posicionamiento al respecto de parte del Ejecutivo en tanto parte interesada por desarrollar reformas, esas que denominan como las que México requiere. Ni siquiera se ha planteado un menú jerarquizado de reformas al Congreso.

En enero, el presidente de la mesa directiva del Senado, Manlio Fabio Beltrones, reiteró su propuesta haciendo énfasis en la reforma política y la consecuente renovación del Consejo que preside el Instituto Federal Electoral. Esta puesta sobre la mesa, de la renuncia de los consejeros electorales, ha sido vista como un chantaje, percepción que puede jugar en contra de la conclusión de acuerdos.

En el IFE, sus autoridades han expresado su malestar y colgándose de otro tema, el de las asignaciones presupuestales, ha entablado una controversia que deje a salvo la autonomía absoluta del IFE, es decir, dejando la percepción como si se tratara de una entidad no subordinada a los Poderes de la Unión, lo que dejaría como un potencial Cuarto Poder no reconocido en el marco constitucional. Los consejeros se ponen en el terreno judicial frente a un planteamiento político hecho por una fracción del Legislativo. Lo que está en juego es el acuerdo que requiere el Poder Ejecutivo para llevar la fiesta en paz con el Legislativo. No es una cuestión de percepciones, sino de posiciones que requieren contrapropuestas puntuales para que la política funcione en lo que es de su ámbito: el acercamiento de posiciones.

La valoración del presidente Calderón, entre apoyar a los actuales consejeros del IFE o abrir la llave que encaucen las reformas, no es una decisión jurídica, es de naturaleza eminentemente política. No es la primera ocasión que un presidente se ve ante el imperativo de encauzar la propuesta opositora. Así fue con la reforma política de 1996. Se valoró impostergable la reforma para el mejor entendimiento entre dos poderes formales. Los actuales consejeros del IFE son el resultado de una decisión política que, por cierto, fue excluyente.

El asunto está en que partiendo desde una legitimidad mermada y en vías de reconstrucción, la Presidencia de la República tiene de frente un juego político complicado entre el apoyo de los factores reales de poder y el acuerdo con el Legislativo. No es un dilema, no debe verse así, sino una valoración juiciosa que no descomponga la prevalencia jerárquica de los poderes establecidos sobre las entidades autónomas y las fuerzas corporativas, según sea el caso.
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