viernes, 23 de febrero de 2007

La expropiación

El gobierno de la ciudad de México ha concluido el desalojo del inmueble expropiado en el barrio de Tepito, en el número 40 de la calle Tenochtitlán. Edificio conocido en los bajos fondos como La Fortaleza, hábitat de familias que operaba a la vez como trasiego del narcomenudeo. La acción del gobierno local se estableció con base al decreto expropiatorio del inmueble mencionado y que se expidió la semana pasada.

La expropiación, acto no bien visto desde la escala de valores del titular del Ejecutivo federal y por no pocos analistas, encontró la oposición inmediata de la Coparmex y los medios que le hacen eco. El argumento: la inviolabilidad de del derecho de propiedad, la defensa de una garantía individual. No defienden la motivación de la expropiación, el interés público que puso en la balanza a la seguridad frente a la propiedad.

El gobierno de la Ciudad le dio asiento legal a su operativo, si lo hizo bien o mal eso lo dirá el Poder Judicial si se inconforman los afectados. Recordar el absurdo de la expropiación de algunos ingenios azucareros en el sexenio pasado, que por mal fundamentado terminó por ser revertido en la Corte. El operativo reabrió un debate que no pocos quisieran superado desde la óptica neoliberal, el conflicto entre el interés público y el interés privado, pero que está debidamente acotado dentro de la Constitución.

El gobierno de Marcelo Ebrard ha echado mano de un recurso, el de la expropiación, para combatir eslabones débiles del crimen organizado. Lo hace conciente de su responsabilidad, de que se trata de una medida extrema para combatir una parte de la cadena delictiva, pero que en el fondo requiere de un trabajo de inteligencia, en una área donde la competencia federal y local es zona gris.

Ebrad adoptó una medida no considerada en otras entidades, mucho menos en la administración de Felipe Calderón. Uno destaca la administración de la acción punitiva, mientras la autoridad federal decidió poner por delante la fuerza del Ejército y la Armada de México. No son medidas que se contrapongan, tampoco son suficientes. Por algo, el secretario de la Defensa acentuó: “No buscamos hacer la guardia que no nos toca, pero de ninguna manera queremos dejar de hacer la que nos corresponda, la que el país nos exija, la que las leyes nos mandan y la que nuestro Comandante Supremo instruya.” A resguardo de las facultades metaconstitucionales, para el buen entendedor.

Ni la administración del combate a la delincuencia, ni el despliegue de fuerza, se verán favorecidos sin el trabajo de inteligencia que requiere la colaboración del sistema bancario, de Hacienda, incluso de la iglesia católica, para atacar los intereses económicos de la delincuencia organizada que se parapetan en el derecho de propiedad.

Lo que no se puede aceptar es que dos niveles de gobierno, guiados por su propio celo del deber, no encuentren la colaboración que la ciudadanía les demanda. Si por mucho tiempo se postergó la elección directa de las autoridades del Distrito Federal, si todavía no ha sido reconocido el DF como la entidad 32 de la república, en mucho se ha debido a la falta de los términos de influencia recíproca que pavimenten una relación de confianza entre ambas autoridades.

En 1999, el paro en la UNAM, impuesto por el CGH, dejó ver como la no colaboración obstruía la acción concertada de la autoridad. El gobierno de la Ciudad argumentaba su no intervención porque veía al conflicto de competencia federal, aunque a trasmano subsidiaba a lideres del movimiento. Fue hasta la caída del entonces Rector, Francisco Barnés, que se abrió paso un puente de colaboración a través de un nuevo Rector, Juan Ramón de la Fuente. Sólo entonces se facilitó la entrada de la Policía Federal y la conclusión incruenta del conflicto.

El sexenio pasado no sólo faltó colaboración o fue muy escasa. La sucesión presidencial enfrentó a la autoridad federal con la local, el desafuero fue expresión de ese enfrentamiento, pero no el único. El mismo Marcelo Ebrad estuvo relacionado en lamentable linchamiento de agentes de la federal preventiva, que en directo y red nacional, fue presenciado por todo el país.

Las lecciones son claras: una establece que los derechos de propiedad no pueden ser escudo de la actividad delictiva; la otra señala que las zonas grises que se dan en el combate a la delincuencia entre autoridades de distinto nivel son un hueco de la seguridad nacional.

martes, 20 de febrero de 2007

El abandono

Pasta de Conchos, a un año de la tragedia de una mina de Sabinas, Coahuila, que explotó en su entraña, dejando sin vida a 65 mineros. Se escribe rápido, pero la tragedia es parte constitutiva de un texto más extenso, el escrito por el capitalismo salvaje en los países con pobreza extrema y grandes desigualdades. La causa de la explosión fue la reducción e inutilización de las prácticas de seguridad industrial para maximizar la rentabilidad de una empresa minera. Ese es el centro del asunto, lo que diga un gobernador o niegue un ex presidente, no puede ir más allá de lo evidente: el abandono.

Si una transformación ha operado en el país esa ha sido la disminución de la tutela activa del Estado sobre los asalariados organizados y sobre los ejidatarios y comuneros. Hoy en día esa tutela ha disminuido, es de papel, si no es que ya desapareció. Pero el desmantelamiento del Estado Tutelar ha sido incompleto, pues hoy la energía del Estado se concentra en tutelar a la empresa privada. Esa es una transformación iniciada mucho antes de que se diera la alternancia, pero que se contempla con toda su crudeza cuando el partido alterno en el gobierno no siente ningún compromiso por fingir esa tutela hacia los factores de la producción no empresariales. Hay un populismo malo y uno bueno.

Declaraciones domingueras del gobernador Humberto Moreira sobre la intromisión de Vicente Fox para desviar el curso de la investigación y exculpar a Industrial Minera México de la explosión. Declaraciones hechas el mismo día en que su partido, el PRI, celebraba comicios internos para elegir una nueva directiva. Elección que no aportó planteamientos novedosos o si se dieron estos fueron opacados por los spot y las estructuras verticales de poder al interior del viejo partido, despreocupado por alcanzar credibilidad, angustiado, como el hijo pródigo, por regresar al regazo presidencial sin el cual no es nada como fuerza nacional. Está por verse si el presidente Calderón adopta al PRI.

La adopción no es del todo descabellada, pues el titular del Ejecutivo está apurado por tener control de su propio partido, el PAN, que de no concretarse se podría apoyar en el PRI para gobernar, instituto que está puesto con Beatriz Paredes a salir de su orfandad en el momento que se lo ordene el Presidente. Se ha perdido el poder, pero no ciertos reflejos. De esta manera se confirmaría la afirmación que se ha hecho en otras entregas: el presidente Calderón presidente priísta.

No hace falta que lo apoye el PRI, los pasos de Felipe Calderón lo han ido conduciendo a repetir el paradigma de la Presidencia en tiempos del PRI. El sistema en espiral recursiva. Por eso no extraña que desde Los Pinos se canalicen esfuerzos y recursos para poner bajo control a la dirección yunquista del PAN. La semana pasada, Bajo Reserva en El Universal, se comentaba la extrañeza de que el jefe de la oficina de la Presidencia no estuviera presente en actos públicos de los que ya se había hecho imprescindible. Pronto encontró solución a esa extrañeza esa columna colectiva y el viernes 16 de febrero consignaba:

“Germán Martínez, el secretario de la Función Pública que tiene un salario más jugoso que el presidente Felipe Calderón (según el portal de internet de la propia secretaría), se perfila como el delfín de Los Pinos para el relevo de Manuel Espino Barrientos, dirigente del PAN. La votación será a mediados de 2007 y los hilos comienzan a moverse para colocar al mayor número de consejeros nacionales. La operación está a cargo de uno de los hombres más poderosos de la casa presidencial, Juan Camilo Mouriño.

“Bajo reserva y con discreción, el jefe de la Oficina de la Presidencia ha estado muy calladito, trabajando en los estados, para convencer a los panistas de que el próximo Consejo Nacional debe quedar integrado en su mayoría por calderonistas. El mensaje es claro: hay que darle apoyo al Presidente desde su partido, porque hasta el momento, no lo ha tenido con Espino”.

Qué tiempos de cambio, qué tiempos aquellos, en los que un secretario de agricultura, Carlos Hank González, escandalizaba a la opinión pública con un modesto fax de promoción partidista. Ha cambiado la capacidad de la memoria histórica, sólo se escucha el canto que encomia las bondades de la utopía empresarial. Del abandono de otras causas, Pasta de Conchos es lastimero recuerdo.
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