El domingo 21 de diciembre ocho militares fueron asesinados por el crimen organizado en el estado de Guerrero. No sucedió en el trascurso de un operativo o durante un enfrentamiento frontal. Al parecer, se trató de distintas emboscadas conocidas como levantones y el posterior ajusticiamiento, en este caso marcado por el degüello de las víctimas. En el fondo un acto de humillación al Ejército en una guerra que no sigue códigos previsibles ¿Por qué es esto? Posiblemente signifique una urdimbre entre instituciones y delincuencia que a falta de ocultar sus valores entendidos comienza a apestar.
El martes 23, un grupo de delincuentes es detenido en la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, encontrándose con ellos una joven bella que recién había sido declarada Miss Sinaloa, esto es, reina de la belleza 2008 de ese estado. Posteriormente se supo que la muchacha era novia de uno de los delincuentes detenidos. La prensa al otro día presentó las dos caras de la joven: la de sensual alegría y la de triste inculpada. El caso en sí es indicativo de hasta dónde el crimen organizado ha logrado permear en la sociedad.
Son acontecimientos que afirman lo que ha sido el año de violencia de parte de una delincuencia que se ha entremetido en el tejido social más allá de lo que las autoridades están dispuestas a reconocer. El país está narcotizado por la corriente de dinero mal habido que infiltra a la economía, a la política y a la sociedad. Y no se tiene el dato exacto, tal vez tampoco el valor, de informar a la sociedad de qué tamaño es esa infiltración.
Todavía en los sesentas del siglo pasado, el narcotráfico tenía un desarrollo de enclave en el noroeste del país, la región serrana que sirve de vasos comunicantes a los estados de Sinaloa, Sonora, Durango y Chihuahua, curiosamente los estados que suman el mayor número de muertos en asociación con la lucha actualmente desplegada por el gobierno en contra del crimen organizado. La Operación Cóndor de los setentas no desarticuló al narcotráfico, simplemente lo desplazó a otras regiones. Para los años ochentas se da la coincidencia desagradable entre liberalización y expansión del crimen organizado. Llegamos al siglo XXI con un mal que adquiere dimensión nacional. Ese es el punto.
La delincuencia, por desesperación si se quiere, está dispuesta a demostrar que puede dar golpe por golpe, hacer daño a costa de exhibir las limitadas capacidades del Estado para someterla. Lo que hace más difícil la situación es la recesión económica que será combustible para mantener al alza la actividad delictiva, según declaró el procurador de justicia del Distrito Federal, el Lic. Carlos Mancera. Por eso precisamente las definiciones en materia económica tendrán un componente importante en materia del combate a la inseguridad no tanto por el presupuesto que se disponga directamente para tal efecto, sino por su capacidad para generar empleo y retomar el camino perdido del crecimiento económico.
El martes 23, un grupo de delincuentes es detenido en la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, encontrándose con ellos una joven bella que recién había sido declarada Miss Sinaloa, esto es, reina de la belleza 2008 de ese estado. Posteriormente se supo que la muchacha era novia de uno de los delincuentes detenidos. La prensa al otro día presentó las dos caras de la joven: la de sensual alegría y la de triste inculpada. El caso en sí es indicativo de hasta dónde el crimen organizado ha logrado permear en la sociedad.
Son acontecimientos que afirman lo que ha sido el año de violencia de parte de una delincuencia que se ha entremetido en el tejido social más allá de lo que las autoridades están dispuestas a reconocer. El país está narcotizado por la corriente de dinero mal habido que infiltra a la economía, a la política y a la sociedad. Y no se tiene el dato exacto, tal vez tampoco el valor, de informar a la sociedad de qué tamaño es esa infiltración.
Todavía en los sesentas del siglo pasado, el narcotráfico tenía un desarrollo de enclave en el noroeste del país, la región serrana que sirve de vasos comunicantes a los estados de Sinaloa, Sonora, Durango y Chihuahua, curiosamente los estados que suman el mayor número de muertos en asociación con la lucha actualmente desplegada por el gobierno en contra del crimen organizado. La Operación Cóndor de los setentas no desarticuló al narcotráfico, simplemente lo desplazó a otras regiones. Para los años ochentas se da la coincidencia desagradable entre liberalización y expansión del crimen organizado. Llegamos al siglo XXI con un mal que adquiere dimensión nacional. Ese es el punto.
La delincuencia, por desesperación si se quiere, está dispuesta a demostrar que puede dar golpe por golpe, hacer daño a costa de exhibir las limitadas capacidades del Estado para someterla. Lo que hace más difícil la situación es la recesión económica que será combustible para mantener al alza la actividad delictiva, según declaró el procurador de justicia del Distrito Federal, el Lic. Carlos Mancera. Por eso precisamente las definiciones en materia económica tendrán un componente importante en materia del combate a la inseguridad no tanto por el presupuesto que se disponga directamente para tal efecto, sino por su capacidad para generar empleo y retomar el camino perdido del crecimiento económico.