viernes, 21 de febrero de 2014

Las palabras y el encuentro


A propósito del vigésimo aniversario de la vigencia del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México. Dos presidentes y un primer ministro se reunieron para seguir alentando el acuerdo de América del Norte. Del Suchiate al casquete polar Ártico.

Veinte años no son nada. Esta es una exageración, obliga precisión, explicación. En qué sentido no son nada, sólo en cuanto al léxico utilizado durante el transcurso y vida del TLC.

Lugares comunes, reiteraciones obvias de un documento que norma el mercado entre los tres países: prosperidad, región, competitividad, infraestructura, mercancía no podía faltar. Ahora con mayor fuerza se habla de energía, seguridad, sin abundamientos luminosos para el medio ambiente y la migración.

Ausentes están las palabras amor, fraternidad, humanidad, pueblo, paz. Tal vez no se quiere dejar huella de reminiscencias religiosas en el lenguaje. La lógica de suma cero del mercado no lo permite. Por eso hablar de la desigualdad, de la pobreza no vino al caso.

Entre ellos hablaron, teniendo en cuenta un destinatario privilegiado: los inversionistas. El poder de los tres gobiernos al servicio de.

Adicionalmente, la Cumbre de Norteamérica sirvió de marco de lo que quiso comunicar Barack Obama al mundo: condenar la violencia de los gobiernos de Venezuela y Ucrania en contra de sus respectivas oposiciones. Un ejemplo de lo que es no dar paso sin huarache.

Corrigiendo la exageración inicial, es dable concluir lo mucho que ha pasado en México, el México del TLC: desarticulación del sector agropecuario como proveedor de alimentos, extranjerización de la Banca, incremento de la violencia criminal, caída en la calidad de la educación, la obesidad como problema nacional de salud. Les parece apocalíptico, pues está documentado oficialmente.
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