Los empeños democratizadores han tomado el curso torcido de la dispersión del poder, de su feudalización o, siguiendo un libro clásico, del modelo del Rey de Francia (El Príncipe, capítulo IV) Dicho esto en ocasión de la XXXII de gobernadores. Reunión de solidaridad con el presidente Calderón hacia su política en contra del crimen organizado. Reunión de homenaje al Ejército y la Marina. Un encuentro como sacado del túnel del tiempo, de aquella presidencia fuerte, que sirvió para insuflar de ánimos a la actual presidencia débil. Ceremonia asincrónica, pues se da en mayo, no es febrero, ni septiembre.
El protagonismo de los gobernadores en tiempos recientes, empezó a despuntar con el llamado sindicato de gobernadores, que se organizó informalmente entre algunos mandatario estatales del PRI, que no se encontraban identificados con su presidente Ernesto Zedillo. Llegó la alternancia en el 2000 y pasaron los meses para que los gobernadores le dieran forma al esquema del diálogo por establecer con el presidente Fox.
En 2001 inician los trabajos de la Conferencia Nacional de Gobernadores con el total desacuerdo de Vicente Fox y su partido. Pasó un año y la Conago fue reconocida como interlocutor, a ella se adhirieron los gobernantes panistas. Desde entonces, la Conferencia se ha consolidado como un mecanismo de petición de recursos fiscales federales, en la extorsión institucionalizada. Nada que contar respecto a la mejora de los gobiernos estatales, a la democratización local. Los gobernadores se percataron de las deficiencias del gobierno dividido y aprovecharon para sacar raja de la debilidad presidencial y afirmar su propio poder regional.
Hoy, ante una presidencial débil, los gobernadores aprovechan la situación enfundándose en un discurso de patriotas que nunca llegará al puerto de la rendición de cuentas y la transparencia. Gobernadores que no sólo piden más recursos fiscales, sino que ofrecen una solidaridad interesada para ocultar su negligencia, por decir lo menos, en el avance del crimen organizado. Situación que se aprovecha para desprestigiar, más, a los partidos y a los legisladores como los culpables de la falta de reformas. Gobernadores que serán la pieza clave para conducir a los diputados y a los senadores, congresistas que ven como sus empleados, para la conclusión de las reformas neoliberales con el aval de la Suprema Corte. Esto si los legisladores no deciden otra cosa.
Por lo pronto, para no dejar la prioridad del combate a la empresa delincuencial, los sicarios vuelven a actuar como si fueran un ejército y uno de sus comandos cubrió de fuego el edificio de la policía municipal de San Pedro en Nuevo León, ese mismo día martes en que se verificó la reunión de la Conago. Al día siguiente, el miércoles 30, el presidente Calderón reitera toda la fuerza del Estado para combatir al crimen, en el mismo foro organizado por el diario The Economist en el que su secretario de Hacienda reconoce que las aduanas son paso obligado e impotente en el trasiego de drogas y armas.
De forma fragmentaria se difunden relatos de la guerra contra el crimen, historias incompletas de levantados, ajusticiados con el tiro de gracia, de policías y militares caídos, entambados, ensabanados, decapitados, familias aniquiladas, mujeres degolladas, mensajes de intimidación. En Milenio Diario se reporta que mayo ha sido el mes más violento con 279 ejecuciones, la mayoría de ellas en estados que cuentan con operativos anticrimen.
La República está inquieta. Signo de la inquietud es el reiterado llamado que hizo Felipe Calderón a signar acuerdos, a dejar de lado diferencias, su convocatoria a todos los actores políticos y sociales hecha en la presentación del Plan Nacional de Desarrollo. La dificultad es que el conjunto de intereses que llevaron al poder a Calderón se han puesto por delante de los objetivos del Estado y le impiden formar una eficaz coalición gobernante. Tampoco tiene una estrategia de integración de las fuerzas institucionales opositoras. El aprendizaje es doloroso, sacrifica ideales heredados ante el altar de realidades virtuales que le gratifican con aprobación demoscópica. La dispersión del poder es real.
El protagonismo de los gobernadores en tiempos recientes, empezó a despuntar con el llamado sindicato de gobernadores, que se organizó informalmente entre algunos mandatario estatales del PRI, que no se encontraban identificados con su presidente Ernesto Zedillo. Llegó la alternancia en el 2000 y pasaron los meses para que los gobernadores le dieran forma al esquema del diálogo por establecer con el presidente Fox.
En 2001 inician los trabajos de la Conferencia Nacional de Gobernadores con el total desacuerdo de Vicente Fox y su partido. Pasó un año y la Conago fue reconocida como interlocutor, a ella se adhirieron los gobernantes panistas. Desde entonces, la Conferencia se ha consolidado como un mecanismo de petición de recursos fiscales federales, en la extorsión institucionalizada. Nada que contar respecto a la mejora de los gobiernos estatales, a la democratización local. Los gobernadores se percataron de las deficiencias del gobierno dividido y aprovecharon para sacar raja de la debilidad presidencial y afirmar su propio poder regional.
Hoy, ante una presidencial débil, los gobernadores aprovechan la situación enfundándose en un discurso de patriotas que nunca llegará al puerto de la rendición de cuentas y la transparencia. Gobernadores que no sólo piden más recursos fiscales, sino que ofrecen una solidaridad interesada para ocultar su negligencia, por decir lo menos, en el avance del crimen organizado. Situación que se aprovecha para desprestigiar, más, a los partidos y a los legisladores como los culpables de la falta de reformas. Gobernadores que serán la pieza clave para conducir a los diputados y a los senadores, congresistas que ven como sus empleados, para la conclusión de las reformas neoliberales con el aval de la Suprema Corte. Esto si los legisladores no deciden otra cosa.
Por lo pronto, para no dejar la prioridad del combate a la empresa delincuencial, los sicarios vuelven a actuar como si fueran un ejército y uno de sus comandos cubrió de fuego el edificio de la policía municipal de San Pedro en Nuevo León, ese mismo día martes en que se verificó la reunión de la Conago. Al día siguiente, el miércoles 30, el presidente Calderón reitera toda la fuerza del Estado para combatir al crimen, en el mismo foro organizado por el diario The Economist en el que su secretario de Hacienda reconoce que las aduanas son paso obligado e impotente en el trasiego de drogas y armas.
De forma fragmentaria se difunden relatos de la guerra contra el crimen, historias incompletas de levantados, ajusticiados con el tiro de gracia, de policías y militares caídos, entambados, ensabanados, decapitados, familias aniquiladas, mujeres degolladas, mensajes de intimidación. En Milenio Diario se reporta que mayo ha sido el mes más violento con 279 ejecuciones, la mayoría de ellas en estados que cuentan con operativos anticrimen.
La República está inquieta. Signo de la inquietud es el reiterado llamado que hizo Felipe Calderón a signar acuerdos, a dejar de lado diferencias, su convocatoria a todos los actores políticos y sociales hecha en la presentación del Plan Nacional de Desarrollo. La dificultad es que el conjunto de intereses que llevaron al poder a Calderón se han puesto por delante de los objetivos del Estado y le impiden formar una eficaz coalición gobernante. Tampoco tiene una estrategia de integración de las fuerzas institucionales opositoras. El aprendizaje es doloroso, sacrifica ideales heredados ante el altar de realidades virtuales que le gratifican con aprobación demoscópica. La dispersión del poder es real.