martes, 8 de septiembre de 2020

Hablemos de la transformación

 

El segundo informe de gobierno, el que se entrega al Congreso, es una afirmación de la transformación en marcha y ansía consolidarse. Se trata de un informe que se refiere a las bases del relanzamiento del Estado de Bienestar para que todos concurramos en ese objetivo. Todos es una exageración, pues hay oposición que pugna por el zarandeado statu quo, el que modeló la economía liberal ¿Liberal? Más bien el dogma motejado de neoliberal. Lo que no es una exageración es el hecho, el respaldo popular que tiene el gobierno del presidente López Obrador.

Haciendo a un lado las varias escaramuzas políticas (mediáticas, partidistas, parlamentarias y de gobernadores) de las últimas semanas, quiero llamar la atención sobre tres temas de cuyo consenso no hay modo de evadirse frente al proyecto transformador, que representa la reinserción del Estado en responsabilidades que fueron descuidadas, cuando no subrogadas unas, pero que no pueden ignorarse o darle la vuelta.

Educación. La reforma educativa impuesta en el sexenio de Peña Nieto fue, lo sabemos bien, una reforma laboral al estatuto de los trabajadores adscritos a la educación pública básica y media, la cual fue fríamente acompañada de la decapitación de su líder “moral”, la profesora Elba Esther Gordillo. Dos elementos necesarios para retomar el compromiso constitucional del Estado mexicano con la educación (no sólo es cuestión de becas, de infraestructura) Uno es un acuerdo pedagógico y de contenidos que sea suficientemente divulgado, que atrape la conversación pública. El segundo elemento es una participación del magisterio y de los padres de familia. Lo que se tiene que evitar es convertir el proceso en foro de demandas gremiales usadas como medio de chantaje, como ha ocurrido en el pasado y que han servido para encubrir cacicazgos sindicales. Peor aún, convertir la educación en moneda de cambio para alcanzar propósitos políticos personales. Ejemplo de esto último fue el fugaz y pernicioso partido Nueva Alianza, operado como armadura política de un cacicazgo sindical y que finalmente le estalló a la profesora Gordillo. Con el PANAL se contribuyó al arribo de dos de los peores gobernantes que ha tenido México: Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Salud. Otro campo de la destrucción neoliberal fue el sector salud. Un abandono de décadas que hasta hoy en día se resiente. Nada más revisar el elenco de directores del IMSS sin vocación social. El ISSSTE no quedó ajeno al desastre, baste al afiliado intentar conseguir una cita médica para ser atendido, se tiene que hacer fila desde las cuatro de la mañana. El remedio del Seguro Popular derivó en una bolsa de recursos fiscales de difícil fiscalización que no requirió de infraestructura propia, formación de médicos y demás personal al servicio de la salud. Un mecanismo financiero opaco, dispuesto al coyotaje institucionalizado. La función pública para la salud fue decayendo mientras se auspiciaba el modelo de negocios que se implantó y frente al cual los líderes sindicales fueron complacientes, su enriquecimiento personal estaba asegurado. Levantar al sector salud requerirá no sólo de inversiones gubernamentales, como se está haciendo, también de la participación del gremio de los médicos, empezando por platicarnos qué pasó ayer.



Corrupción
. Asociado a la educación y a la salud públicas, con los tecnócratas se dieron procesos de descentralización que involucraron a los gobernadores en el manejo de recursos que eran de control del gobierno federal. Ahora hay exgobernadores bajo proceso o que tuvieron una temporada en el reclusorio. Pero vayamos a la consideración de la liberalización económica como supuesto efectivo contra la corrupción (Se asumía la intervención del Estado en la economía como la fuente de la que emanaban los corruptos) No fue así, más bien el libre comercio resultó una forma adecuada para encubrir la corrupción, apalancada esta con empresas fantasmas, paraísos fiscales, factureras, notarios y jueces, entre otros drenajes del dinero mal habido. Para el actual cometido de disminuir la corrupción, el gobierno cuenta con dos aparatos que le ponen lupa a los ingresos irregulares: el Sistema de Administración Tributaria y la Unidad de Inteligencia Financiera. Estos entes del gobierno, al parecer, ya se aplican a fondo. A la mafia del poder le están prescribiendo la receta con la cual fue sometido el célebre gánster Al Capone. El rigor del fisco.

Son tres temas que puestos así no resumen la transformación, pero sí nos dan cuenta de su alcance de largo aliento. Tangencialmente interrogan al liberalismo, a su crisis actual dada la dificultad intrínseca que tiene para enfrentar retos sociales. No es la primera vez que ello ocurre. En el siglo pasado, las revoluciones sociales, la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial pusieron en la lona al liberalismo, se le llegó a dar por muerto ante la fundación del Estado de Bienestar. Pero resurgió de sus cenizas con las mismas incapacidades para enfrentar retos sociales, incluidas las de índole ambiental. Dos acontecimientos marcan la debacle del liberalismo en nuestros días, la crisis financiera producida por los créditos inmobiliarios otorgados sin garantías (2008) y la pandemia por el coronavirus (2020). De ahí las condiciones objetivas para la ventura de la cuarta transformación.

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