miércoles, 29 de octubre de 2014

Se soltó el México bronco

El huracán sigue girando en el mismo sitio, estacionado, sin desplazamiento ni dispersión, exponiendo la fragilidad de las instituciones. Así se encuentra la resolución jurídico-política sobre los 43 jóvenes desaparecidos por policías municipales, jóvenes estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa.

En estas condiciones de indefinición permanente, Ayotzinapa es cauce para un torrente en el que confluyen rabia, resentimiento y rencor acumulados por la sociedad civil, debido a causas  específicas y diversas, que hacen una mezcla incendiaria de inconformidad entre la población. En medio del torrente la ruindad se aparece para lucrar con la desgracia, Morena y el PT. Sólo estas agrupaciones sabrán por qué lo hacen.

A la intemperie, expuesta en su indefensión, la ciudadanía se pregunta en qué punto se perdió la promesa de un México reformado por el ensalmo del mercado y las elecciones “libres”, dónde no se terminó por distinguir entre el cambio y el quebrantamiento constitucional (Este giro a consideración de la lectura de Carl Schmitt, Teoría de la Constitución, Alianza Editorial, 2011. Un clásico polémico del año 1927)



Cambios muy efectivos para recrear un mundo feliz a los magnates como Emilio Azcárraga, Albertos Bailleres, Claudio X. González, Roberto Hernández, Germán Larrea, Ricardo Salinas, Carlos Slim, entre otros. Cambios efectivos para consolidar una clase política aburguesada en el papel de palafrenero, sometida al patronazgo de los que amasan grandes fortunas en México. Nada más ver a los políticos en la cumbre de negocios que se está celebrando en Querétaro, donde uno de los “Chuchos”, Graco Ramírez, se rasga las vestiduras. Además, el organizador es un modelo familiar de hacer fortuna aprovechando los cargos públicos, Miguel Alemán Velasco.

Quebrantamiento constitucional del pacto social y su correlato de violencia, quebrantamiento por sobre el cual ha medrado y se ha impuesto  el violento en su personificación de la delincuencia organizada. Se exhibe un gobierno vulnerable en todos sus niveles, pero sobre todo el municipal. Un Nuevo México sin cimientos en el gobierno local. Un Nuevo México que no construyó la distinción pertinente, la separación justa entre los negocios privados y los asuntos públicos. Así, de la mano de la tecnocracia ha vuelto el México bronco (Expresión de Jesús Reyes Heroles para conjurar el mal al momento de la reforma política de 1977)

Síntoma de la descomposición por no distinguir lo público de lo privado, es la formación de organizaciones aberrantes como la Conferencia Nacional de Gobernadores y las diversas asociaciones de presidentes municipales surgidas al calor de la primera alternancia ¿Para qué sirven? De plataforma para la promoción política en el foro nacional. Fundadas en el derecho civil pero sin sustento en el derecho público ¿Qué han hecho para contener la influencia del crimen organizado? Cínicamente se justificarán diciendo que es un asunto federal, del gobierno federal. En los hechos se han limitado, por omisión o acción, a pactar con el crimen una coexistencia ruinosa para la ciudadanía.

En todo este desorden circular, en repetición, desde el 26 de septiembre –hace ya más de un mes- lo sucedido en Iguala, Guerrero, ha traído una serie de inculpaciones y exculpaciones entre actores políticos. De manera directa e ineludible una fuerza política, el PRD, queda estremecida al tiempo que descobija el esquema mafioso que se estila en la asignación de las candidaturas políticas, sobre las cuales la autoridad electoral queda totalmente al margen y en calidad de cómplice involuntario, pues al final de la jornada sella la “legitimidad” de los delincuentes.

También queda afectado el gobierno federal, no en el sentido de la falacia de crimen de Estado que algunos argumentan. Más bien cabría hablar de indolencia de Estado. Adormecido en el autoelogio de sus “logros”, el gobierno federal mostró reflejos lentos, lentísimos. Escudándose en las normas medrosas del federalismo, no dispuso acción política así fuera con una justificación administrativa de colaboración para inducir la justicia efectiva y cierta, esclareciendo con prontitud los hechos. Inicialmente, Peña Nieto dejó en manos del gobernador Aguirre Rivero la solución ¡Vaya error!

La verdad histórica de lo que pasó en Iguala ha quedado destrozada, pero no es  difícil de reconstruir. No es recurriendo a la convocatoria de “blindajes”, el recurso retórico a modo de los ineptos del fallido proyecto ultraliberal, como se van a solucionar las cosas.


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