En el siglo XIX, el mundo del
trabajo, su sujeto primordial, estaba cargado de promesa, fue inspirador de
proyectos para un mundo mejor, de pleno empleo y bienestar. Al menos ese fue el
punto de convergencia de comunistas, socialdemócratas y …anarquistas.
El siglo XX fue el ensayo del
socialismo realmente existente (la Unión Soviética y sus países satélites) La
realización de la hegemonía proletaria era creíble, esto en tanto el trabajador
era considerado valioso e insustituible por su aportación a la formación de
riqueza. Admirable, lo suficiente, como para dar lugar a la disertación
filosófica, hasta cierto punto despolitizada de Ernest Jünger.
La perspectiva ha cambiado, el
héroe del siglo XX ha sido devuelto a la aparentemente superada condición de
servidumbre voluntaria. El mundo del trabajo ha sido casi marginado de la
política, ni que decir de la filosofía. El mundo del trabajo es una cuestión técnico-administrativa,
como lo imaginaron Frederick W. Taylor y Elton Mayo.
El siglo XXI ha puesto en otro
lugar al trabajador, ni siquiera es materia relevante para teorizar o
historiar, al menos no al nivel que alcanzó en las décadas de los setenta y
ochenta. Ha ocurrido una mutación mental que ha arrasado hasta con sus mentores
políticos de los partidos de izquierda.
Para que sucediera este cambio de
consideración hacia los trabajadores hay que anotar la caída del socialismo
realmente existente, fechada simbólicamente con la caída del Muro de Berlín en
1989. Pero no sólo eso, en el mundo material la gestión de la producción con
alta composición de tecnología en constante renovación minimizó la
indispensabilidad del mundo obrero, a excepción de los trabajadores con alta especialización, una minoría dentro
del conjunto de la población. El aprovechamiento de trabajador sustituible, de
escasa calificación se acopló con precisión con la explosión del desempleo que
ha servido de instrumento o piedra de toque para las estrategias de
competitividad, productividad y la depreciación de los salarios. Lejos de
pertenecerle al mundo, el trabajador es resometido por la vía del
entretenimiento de masas, el alcohol, incluso las drogas. Su situación se ha
precarizado que la figura del trabajador proveedor del hogar es inexistente
prácticamente. Más de dos miembros tienen que apurar su ingreso al mercado
laboral, las más de las veces desde la informalidad.
Al no realizarse el mundo del
trabajo con ocupación plena y salario remunerador, la configuración actual de
trabajo también ha afectado la capacidad de los padres de familia para atender
a sus hijos y los viejos se convierten en un estorbo. La falta de respeto que
se da como normal de la relación laboral, incluso su peor expresión, el
maltrato, se recicla en el núcleo familiar.
La condición patética, es decir
enfermiza, del mundo del trabajo se ve reflejada en la disposición marginal de
la política gubernamental orientada hacia los trabajadores pues eso lo resuelve
la oferta y la demanda. Actitud paralela a la desatención de la industria.
Los trabajadores son moneda
viviente al decir de Pierre Klossowski, quien de manera indirecta identifica al
Marqués de Sade como el profeta del actual mundo del trabajo.
¿Hay
algo qué celebrar este primero de mayo?