jueves, 3 de mayo de 2018

La devastación "neoliberal" y el miedo al autoritarismo

“Los liberales más fanáticos suelen venir del marxismo, es decir, han cambiado de religión.”
Bernard Maris

Dentro del spin desplegado en la opinión publicada en contra del autoritarismo, llama la atención lo mencionado por Francisco Valdés en El Universal 29-04-2018 (Cesarismo). Su referencia al cesarismo como la matriz originaria del gobierno de un solo hombre y sin contrapesos, del fiel intérprete de sus gobernados. Valdés no tiene necesidad de recurrir a la muletilla de mentar n veces al populismo. Signo de mesura que se agradece. Si bien el cesarismo ha tenido diversas decantaciones según la época, la intención del artículo es nada despreciable: plantearnos la disyuntiva entre autoritarismo y democracia. La resolución es difícil en medio de la confusión reinante, en un país como México, que vive la catástrofe de la delincuencia criminal con sus vasos comunicantes con la política, los negocios y los poblados. En un país donde todos los políticos son demócratas, ajá. Para medida el relevo del dirigente del Partido Revolucionario Institucional.

Eso del cesarismo es complicado explicar pues su generalización queda en entredicho por los casos que se pudieren considerar. Por ejemplo, Luis Napoleón Bonaparte III a mediados del siglo XIX en Francia, entre 1848-1870, dio pie a la expresión de bonapartismo para una modalidad de cesarismo. Un gobernante liberal electo, que después dio un golpe de Estado para proclamarse como emperador y perpetuarse en el poder. Sí, es el gobernante que mandó invadir México para quitar al gobierno liberal de Benito Juárez e imponer al emperador liberal Maximiliano de Habsburgo. Lo que, para empezar, deja la pregunta ¿Qué batidillo liberal fue eso? Bonaparte III encantador de las masas y así se le fueron de las manos. Siguiendo la versión de Siegfried Kracauer, al parecer, la profundización de la liberalización del mercado fue lo que movió el péndulo de la democracia al autoritarismo.


En otro tiempo de exposición para otras modalidades de cesarismo, en la primera mitad del siglo XX, se podría adjudicar, según Adam Tooze, al desarreglo que dejó la Gran Guerra en 1917 y que encumbró a Adolfo Hitler y a Benito Mussolini. La dubitación sobre el libre comercio o el restablecimiento del proteccionismo, la inflación o el ajuste de austeridad, el desorden financiero o “asumir la ingrata tarea de poner fin a la locura de seguir pagando.” Años convulsos, que Eric Hobsbawm denominaría la caída del liberalismo promocionado por la catástrofe económica. Tiempos en los que ya no se le veía futuro a la democracia. Eso no ocurrió. Concluida la Segunda Guerra Mundial se fortaleció la democracia, de 1950 a 1990, al menos en lo que se llamó sociedades industriales avanzadas. El periodo del Estado del bienestar.



Repeticiones y variaciones, el cesarismo no siempre es el mismo, se puede alojar en diversas presentaciones, pero siempre es catapultado por la catástrofe. Por eso creo que el principal enemigo del liberalismo político es el liberalismo económico a ultranza, pues es desde ese radicalismo de mercado de donde se crean condiciones para el autoritarismo financiero, claro está. Ese equilibrio macroeconómico ha sido muy costoso para la población, pero les gusta espantar con ya sabes quién. Mientras, la narrativa que impusieron la Thatcher y Reagan sigue intocable. El horror económico del presente se escamotea con el miedo al futuro asequible de una democracia con bienestar y seguridad.

lunes, 30 de abril de 2018

Un mes de campaña

“Ojalá la confianza pudiera ser la base de nuestras relaciones, el mundo sería infinitamente más barato en sufrimiento y también en dinero.”
Adela Cortina

Se ha completado el mes de campaña presidencial. Las encuestas, las menciones en redes y toda aquella información que nos hable de la popularidad de los candidatos, tienen que ser abstraídos para llegar al núcleo cualitativo de la campaña. Bajo este enfoque, la campaña se ha centrado en una conversación entre los empresarios y Andrés Manuel López Obrador. Las cúpulas empresariales han manifestado reiteradamente su temor a todo lo que signifique tocar o modificar los arreglos a la ley realizados en las últimas décadas. Por eso, cuando alguien cuestiona y propone revisar las reformas, esas cúpulas exhiben cero tolerancias. Es por eso por lo que esta conversación intensa ha puesto todos los reflectores sobre AMLO, dejando en la penumbra a los otros presidenciables. La crema y nata de la representación de los empresarios, para beneficio de sus intereses corporativos, sabe sumamente dóciles a José Antonio Meade, Ricardo Anaya Cortés y Margarita Zavala de Calderón. Como diría Carlos Miloc*, a ellos se les podría manejar hasta por teléfono.

El asunto es no entrar en pánico, ni alentar campañas de miedo. Tampoco se trata de imitar a los tiburones, como instruye el yerno de Carlos Slim sobre el manejo de la mejor práctica empresarial. Se trata más bien de correr una invitación a los connotados hombres de negocios para que reflexionen sobre las reformas que ellos han impulsado, no desde la exclusiva razón técnica como ha sido proveída por los especialistas. Una reflexión que ilumine sobre las consecuencias de las reformas.

Se han puesto a pensar que con la reforma al Artículo 27 constitucional no sólo se quitó el “paternalismo” estatal sobre los productores del campo, también se abrieron de par en par las puertas al crimen organizado en la sociedad rural.

Se han puesto a pensar que con las reformas, operadas con el objetivo de realizar una economía competitiva, ha hecho más difícil para los jóvenes encontrar empleo bien pagado y estable. Componentes indispensables para alcanzar una pensión con bienestar.

En la base del proyecto reformador que impulsaron está el vacío ético. Se ignoró el valor del cuidado, devaluándolo peyorativamente como proteccionismo; se ignoró la cooperación, el ego se convirtió en el motor de la competitividad; se ignoró la compasión, se encomió la depredación; se ignoró la reciprocidad, se impuso el exclusivismo de un orden de privilegios.

Ahora se espantan de la corrupción, de la delincuencia, de la impunidad y de la mala educación.


*Carlos Miloc (1932-1917) director técnico, que al referirse al Club América dijo: “A ese equipo lo manejo por teléfono.”
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