viernes, 12 de octubre de 2007

Del tributo a la distancia

¡Qué tiempos idos! Cuando la semana de la Radio y la Televisión era un homenaje al Presidente en turno organizado por la principal empresa del ramo, Televisa. Tiempos idos en los que el comediante Roberto Gómez Bolaños celebraba el buen humor de José López Portillo. La relación entre el mundo de la política y el de los medios era de una consistencia pétrea, de granito. A la fecha los medios se han autonomizado no tanto como un servicio público de fortalecimiento ciudadano, sino como un negocio que más allá del entretenimiento, si se da el caso, se sirve del chantaje o la presión para el sometimiento de la política, de los poderes instituidos.

La reforma constitucional en materia electoral aprobada ya por treinta congresos locales es un punto de quiebre. Bifurcación de caminos hacia un nuevo arreglo o perpetuar los usos y costumbres que estableció la administración de Vicente Fox. El primer camino parece la elección de Felipe Calderón, al menos esa interpretación se puede guardar de su alocución ante los empresarios de la radio y la televisión. Un encuentro raro, atípico, de ausencias que hacen una tregua en la que se velan armas. No fueron Emilio Azcárraga Jean, ni Ricardo Salinas Pliego. No estuvieron los coordinadores parlamentarios de las tres principales fuerzas políticas del Senado. No se le vio al secretario de Gobernación, que después del rumor sobre su inminente relevo ha quedado severamente inutilizado.

Ya no es Gobernación desde donde se deshacen reputaciones, los medios se han hecho cargo de esa labor que antes correspondía a las cañerías del sistema, pregúntenle a Roberto Madrazo, a quien los medios primitivamente han convertido en el chivo emisario que sirve de lavatorio o purificación de la sociedad: ¡Miren al tramposo! Para que se salven todos los tramposos.

Ya no son Los Pinos desde donde se controla la imagen Presidencial. ¿Qué se comenta más en los medios para su difusión, las entrevistas de Calderón o de Fox? En términos mediáticos, Vicente Fox le roba los reflectores al Presidente, casi como López Obrador se los ganaba a él. La fruición por estar en los primeros planos de la vida nacional no es propiamente el prometido descanso ranchero que hizo el guanajuatense. Siendo prolija la agenda presidencial se le da calidad de addendum. Lo cual no está mal, el asunto es definir el para qué, si se trata de abonar en la mejora de un servicio público a la ciudadanía o de un rejuego para fortalecer a poderes fácticos.

El sexenio está en un punto clave para dibujar su propio perfil con modelos a emular. El de Plutarco Elías Calles que se encarga de fundar y dirigir una clase política, a través de un partido hegemónico. El de Lázaro Cárdenas del Río con reformas de hondo calado social. El de Carlos Salinas de Gortari con reformas que favorecen la consolidación de grupos económicos. Acaso una combinación con su propia originalidad. Pero hay un modelo que le sugiere su antecesor, el modelo del “Nopalito” Pascual Ortiz Rubio.

Por lo pronto el día miércoles, antes de asistir a la reunión de los radiodifusores, el Consejo Coordinador Empresarial asistió a Los Pinos para hacerle un reconocimiento al Presidente por haber sacado la reforma fiscal. No estaría mal una reunión de Felipe Calderón con los coordinadores parlamentarios de los partidos para darle mayor impulso a los trabajos de la reforma del Estado.

martes, 9 de octubre de 2007

Inseguridad e injusticia

No se sabe hasta qué punto la confrontación entre el presidente Calderón y su antecesor, en la versión de su aparición televisiva el mismo día en las pantallas de los Estados Unidos, es una pugna de fondo, de mundos, de concepciones. No se sabe hasta qué punto el adelanto de los tiempos para elegir una nueva dirección nacional del PAN es parte de una confrontación real. La derecha, hasta que no demuestre lo contrario, nos ofrece una cortina de humo más.

El tema central, que es el de la Reforma del Estado, es confinado a los temas electoral y de régimen de gobierno. Muy de soslayo pasan los temas de la seguridad, la justicia y de las garantías sociales, que son los temas de la sociedad. Primero pasan los temas de los políticos y su relación con los factores reales de poder. Los asuntos que gravitan en la cotidianidad, en el día a día, que permanecen después del temporal de las elecciones, son los temas que ponen a prueba un cambio real y no un cambio de fachada, del partido hegemónico al pluripartidismo.

No se puede ignorar que la exigida lucha contra el narcotráfico está limitada a un esquema policíaco y poco se avanza para modificar las condiciones económicas y sociales que son caldo de cultivo de la alta criminalidad. Condiciones que también detonan la injusticia jurídica (civil, mercantil y penal) y social. Se incautan más de 11 toneladas de cocaína pero no se detiene el engranaje. Se investiga la pederastia pero esta encuentra un lugar estelar en la videograbación clandestina. Inseguridad e injusticia se encuentran o conforman una realidad siamesa en Pasta de Conchos, toponimia localizada en el estado de Coahuila que se hizo célebre en febrero del año pasado cuando explotó una mina de carbón dejando más de sesenta muertos, de mineros que laboraban en las cavernas del yacimiento y de los que la autoridad y la empresa quisieran enterrar en el olvido.

Algo está mal en México frente al bien ganado espacio en las últimas décadas con la ampliación de libertades (prensa, economía y política). Las instituciones encargadas de la seguridad y la justicia no pueden remontar la desigualdad, no pueden reconciliar un país dividido. La inseguridad y la injusticia se han extendido, son habitantes orondos de un país que tiene una ciudadanía enclenque, flagelada a su merced. De nada de eso habla el barbaján de Vicente Fox pues nunca ha sido asunto suyo, ni como diputado, ni como gobernador, tampoco como presidente, ni hablar de su condición como ex mandatario. Su apuración es la de justificar su riqueza, de manera tan torpe como se hizo personaje público, diciendo mentiras con el talante de un bufón que encontró su medio en la videopolítica.

Si el cimiento de un Estado encuentra en la seguridad y la justicia su razón de ser, si estos dos bienes no son proveídos por él, entonces el Estado ha sido derrotado. Se concluye con rapidez, a los ojos de un neoanarquismo de derechas que el Estado es un estorbo, que sólo falta enterrar el mito de la Revolución para que la plenitud de una era próspera se instale. Exequias del mito que hace tiempo se han consumado, dejando como plenitud visible la guerra de todos contra todos, la ausencia del Estado. En esas estamos, conformando una geografía de inseguridad e injusticia en una nación que ha dejado de ser modelo para su emulación en otras latitudes. México ya no tiene nada que enseñar, salvo la pudibunda voracidad de sus élites.
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