¡Qué tiempos idos! Cuando la semana de la Radio y la Televisión era un homenaje al Presidente en turno organizado por la principal empresa del ramo, Televisa. Tiempos idos en los que el comediante Roberto Gómez Bolaños celebraba el buen humor de José López Portillo. La relación entre el mundo de la política y el de los medios era de una consistencia pétrea, de granito. A la fecha los medios se han autonomizado no tanto como un servicio público de fortalecimiento ciudadano, sino como un negocio que más allá del entretenimiento, si se da el caso, se sirve del chantaje o la presión para el sometimiento de la política, de los poderes instituidos.
La reforma constitucional en materia electoral aprobada ya por treinta congresos locales es un punto de quiebre. Bifurcación de caminos hacia un nuevo arreglo o perpetuar los usos y costumbres que estableció la administración de Vicente Fox. El primer camino parece la elección de Felipe Calderón, al menos esa interpretación se puede guardar de su alocución ante los empresarios de la radio y la televisión. Un encuentro raro, atípico, de ausencias que hacen una tregua en la que se velan armas. No fueron Emilio Azcárraga Jean, ni Ricardo Salinas Pliego. No estuvieron los coordinadores parlamentarios de las tres principales fuerzas políticas del Senado. No se le vio al secretario de Gobernación, que después del rumor sobre su inminente relevo ha quedado severamente inutilizado.
Ya no es Gobernación desde donde se deshacen reputaciones, los medios se han hecho cargo de esa labor que antes correspondía a las cañerías del sistema, pregúntenle a Roberto Madrazo, a quien los medios primitivamente han convertido en el chivo emisario que sirve de lavatorio o purificación de la sociedad: ¡Miren al tramposo! Para que se salven todos los tramposos.
Ya no son Los Pinos desde donde se controla la imagen Presidencial. ¿Qué se comenta más en los medios para su difusión, las entrevistas de Calderón o de Fox? En términos mediáticos, Vicente Fox le roba los reflectores al Presidente, casi como López Obrador se los ganaba a él. La fruición por estar en los primeros planos de la vida nacional no es propiamente el prometido descanso ranchero que hizo el guanajuatense. Siendo prolija la agenda presidencial se le da calidad de addendum. Lo cual no está mal, el asunto es definir el para qué, si se trata de abonar en la mejora de un servicio público a la ciudadanía o de un rejuego para fortalecer a poderes fácticos.
El sexenio está en un punto clave para dibujar su propio perfil con modelos a emular. El de Plutarco Elías Calles que se encarga de fundar y dirigir una clase política, a través de un partido hegemónico. El de Lázaro Cárdenas del Río con reformas de hondo calado social. El de Carlos Salinas de Gortari con reformas que favorecen la consolidación de grupos económicos. Acaso una combinación con su propia originalidad. Pero hay un modelo que le sugiere su antecesor, el modelo del “Nopalito” Pascual Ortiz Rubio.
Por lo pronto el día miércoles, antes de asistir a la reunión de los radiodifusores, el Consejo Coordinador Empresarial asistió a Los Pinos para hacerle un reconocimiento al Presidente por haber sacado la reforma fiscal. No estaría mal una reunión de Felipe Calderón con los coordinadores parlamentarios de los partidos para darle mayor impulso a los trabajos de la reforma del Estado.
La reforma constitucional en materia electoral aprobada ya por treinta congresos locales es un punto de quiebre. Bifurcación de caminos hacia un nuevo arreglo o perpetuar los usos y costumbres que estableció la administración de Vicente Fox. El primer camino parece la elección de Felipe Calderón, al menos esa interpretación se puede guardar de su alocución ante los empresarios de la radio y la televisión. Un encuentro raro, atípico, de ausencias que hacen una tregua en la que se velan armas. No fueron Emilio Azcárraga Jean, ni Ricardo Salinas Pliego. No estuvieron los coordinadores parlamentarios de las tres principales fuerzas políticas del Senado. No se le vio al secretario de Gobernación, que después del rumor sobre su inminente relevo ha quedado severamente inutilizado.
Ya no es Gobernación desde donde se deshacen reputaciones, los medios se han hecho cargo de esa labor que antes correspondía a las cañerías del sistema, pregúntenle a Roberto Madrazo, a quien los medios primitivamente han convertido en el chivo emisario que sirve de lavatorio o purificación de la sociedad: ¡Miren al tramposo! Para que se salven todos los tramposos.
Ya no son Los Pinos desde donde se controla la imagen Presidencial. ¿Qué se comenta más en los medios para su difusión, las entrevistas de Calderón o de Fox? En términos mediáticos, Vicente Fox le roba los reflectores al Presidente, casi como López Obrador se los ganaba a él. La fruición por estar en los primeros planos de la vida nacional no es propiamente el prometido descanso ranchero que hizo el guanajuatense. Siendo prolija la agenda presidencial se le da calidad de addendum. Lo cual no está mal, el asunto es definir el para qué, si se trata de abonar en la mejora de un servicio público a la ciudadanía o de un rejuego para fortalecer a poderes fácticos.
El sexenio está en un punto clave para dibujar su propio perfil con modelos a emular. El de Plutarco Elías Calles que se encarga de fundar y dirigir una clase política, a través de un partido hegemónico. El de Lázaro Cárdenas del Río con reformas de hondo calado social. El de Carlos Salinas de Gortari con reformas que favorecen la consolidación de grupos económicos. Acaso una combinación con su propia originalidad. Pero hay un modelo que le sugiere su antecesor, el modelo del “Nopalito” Pascual Ortiz Rubio.
Por lo pronto el día miércoles, antes de asistir a la reunión de los radiodifusores, el Consejo Coordinador Empresarial asistió a Los Pinos para hacerle un reconocimiento al Presidente por haber sacado la reforma fiscal. No estaría mal una reunión de Felipe Calderón con los coordinadores parlamentarios de los partidos para darle mayor impulso a los trabajos de la reforma del Estado.
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