viernes, 8 de mayo de 2009

Unión


Hace tiempo que la crispación se ha convertido en el ánimo distintivo de nuestro país. En esa actitud se ha demolido la unión que nos era conspicua. Todo lo que apeste merece circular velozmente en los medios, en un afán de solazarnos con lo podrido. Ni entre nosotros nos soportamos, es una conclusión que se desprende de las noticias y de su recepción, pero antes que ser noticia es enfermedad establecida en el trato social, contraída por la tolerancia a la impunidad y la inveterada injusticia que nos divide entre privilegiados y segregados.

La desunión no ha sido resultado de abrir cauces a la competición electoral, sino de la complacencia con la guerra sucia que es fuente de desunión. Nadie lo representa tan bien este ánimo de guerra de lodo como Carlos Ahumada, aunque no sea el único ejemplo, Antonio Sola, Germán Martínez, Vicente Fox, también son ejemplo. El caso es que el libro de Ahumada –Derecho de réplica- en el que describe su trato truculento con los políticos ha sido material noticioso más que de lectura. Leña para la hoguera de la crispación.

La desunión no ha sido resultado de la apertura comercial, sino de la codicia que se ha elevado al nivel de virtud cívica. Ese enaltecimiento que no tiene asideros para lo bueno, pues eso de querer valorar la vida de una nación bajo el canon empresarial nos ha llevado al desprecio de los derechos sociales, que mal se aviene con un sentido mañoso de la caridad que tienen los grandes empresarios y que se disuelve con la solicitud de reducción de los impuestos que tienen que pagar permutándolos por sus actos de caridad. Tenemos un libre comercio al cual le estorba el Estado de derecho, las denostadas regulaciones.

La desunión viene acompañada con el debilitamiento del laicismo, disminuido por el protagonismo de la jerarquía católica que entiende la libertad religiosa no como un bien de los ciudadanos, sino como un derecho exclusivo de la iglesia para intervenir en las decisiones del Estado. ¡Cómo procuran nuestros gobernantes, de cualquier partido, el visto bueno que les conceda la clerigalla de élite!

Para mala fortuna del actual gobierno, el reconocimiento de la recesión económica tira por los suelos las fantasías del barco de gran calado. La caída de la economía contribuye al ambiente la crispación. Y lo que es tener el santo de espaldas, la contingencia de la influenza ha representado un factor de unión entre los mexicanos, por torpeza o falta de oficio de Felipe Calderón se ha trasformado en crispación de las relaciones de México con China y con varios países latinoamericanos.

Total, nada de lo ofrecido en la campaña presidencial por el candidato ganador, según la dictaminación hecha por el Tribunal electoral, corresponde a la realidad actual. El destino le ha deparado a Calderón una presidencia amarga. En todo este listado, la desunión tiene su instrumento político institucional, se llama Partido Acción Nacional. Ojalá que en las campañas que hoy corren rumbo al 5 de julio, todos los partidos, sin excepción, se brinden para recuperar la unión perdida, considerada la unión en la acepción de “conformidad y concordia de los ánimos”, como un acto de voluntad, no forzado, impregnado de solidaridad.

martes, 5 de mayo de 2009

Normalidad


Se habla de regreso a la normalidad después de diez días en los que México se ha convertido en la letrina del mundo por el brote de influenza humana. Muchos datos tendrá que sistematizar la autoridad para proveer de tranquilidad a la ciudadanía y restituir la autoestima maltrecha. Precisamente un día como hoy en el que lo importante sería festejar una de las gestas que nos ha dado identidad, la batalla del 5 de mayo ocurrida en Puebla en el año de 1862, en contra de los invasores promovidos por Francia para establecer un gobierno imperial. La efeméride ha quedado oculta por la contingencia sanitaria.

Lo cierto es que dentro de las deficiencias del sistema de salud, el obedecer las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud le valió a México contener un contagio explosivo. La participación de la gente ha sido de admirar, entendió a la primera que tenía que reducir el contacto de sus relaciones sociales. Que si el virus no ha sido tan maligno es otra cosa. Lo cierto es que la autoridad tendrá que informar, sin los saludos a la bandera que nos ha propinado Felipe Calderón en cadena nacional, de una numeralia prolija y efectiva, capaz de someter el miedo de la influenza, darle su normalidad lejana del pánico, como si se tratara de una gripa más. Cuántos contrajeron el nuevo virus. Quiénes murieron por la acción del virus. A qué se debieron los demás casos de neumonía letal: a otro virus o enfermedad, a la pobreza y falta de atención, a los antibióticos mal administrados, a la atención deficiente o tardía.

Se tendrá que valorar la incidencia persistente de la falta de agua durante este año en el Valle de México. El efecto del asueto de semana santa y los generados por los puentes de feriados que han modificado la efectividad conmemorativa del calendario cívico para beneficiar el turismo, ese turismo que ha quedado tocado por la contingencia. Es increíble como la advertencia de no concurrir a playas contaminadas es ignorada y hoy esas playas podrían ser el caldo de cultivo de la influenza, igual que las famosas playas de la ciudad de México que se establecieron ignorando la escasez de agua. Por qué no desaparecer el asueto masivo de semana santa o el de fin de año por una fórmula menos depredadora. Que la gente elija cuando descansar.

De la emergencia sanitaria saldremos pronto. De la emergencia económica habrá que prepararse para que no sea tan larga, mirar hacia la parte social como componente decisivo para salir del hoyo, dejar de privilegiar a los privilegiados, lo que se ve difícil con el actual gobierno. De la guerra al narcotráfico el gobierno estima que trascenderá el sexenio y nos impone un estoico sufrimiento. De la educación y temas ambientales mejor no hablamos.

Más que regresar a la normalidad es necesario construir una nueva normalidad, que no esté dictada por el gran capital, ni por las iglesias, ni por la delincuencia en todas sus variantes, impunidad y corrupción incluidas. Una nueva normalidad decidida por la ciudadanía en su diversidad.
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