Veinticuatro horas después, demasiada información se ha difundido sobre la marcha convocada al calor del conflicto entre el gobierno federal y el Sindicato Mexicano de Electricistas. Una marcha pacífica, que como todas y por regla general, plantea demandas máximas y obtiene resultados mínimos, si es que los alcanza más allá de la catarsis. No es por despreciar, así es la realidad. Se prometió una mesa de diálogo sin quitarle la pata del cuello al sindicato.
Se calculan varias cifras para aproximar el número de participantes y la principal dificultad es que no se llega a una compactación de la masa para una fotografía completa. Lo seguro es que no fueron cincuenta mil y sí más de ciento cincuenta mil los que pudieron circular durante cuatro horas.
No todos los marchistas iniciaron desde El Ángel, muchos se iban incorporando por las calles aledañas. En el eje Reforma-Juárez se hacía un doble flujo en un mismo sentido, los que caminaban por el arroyo y los que, más rápido, trotaban por la banqueta. No todos los que marcharon llegaron al Zócalo, ni todos los que llegaban esperaban y permanecían a que llegaran los demás. Eso sí, con toda seguridad estuvieron más del 0.09 de mexicanos y no será la última marcha del sindicato. Fueron más de cuatro causas o razones que animaron el apoyo al SME, entre otras el incremento del número de pobres, el desempleo, la recesión económica. Y de manera muy clara, las ganas de mentarle la madre al Presidente. En las cartulinas improvisadas dos eran los epítetos favoritos que le hacían a Calderón: ratero y corrupto. El estribillo más coreado: “sacaremos a Felipe de los güevos”.
De los contingentes el del SME fue el mayor, seguido de la suma de gremios y estudiantes. Muy por abajo y al final el PRD. Los que no tenían contingente fueron muchos. Es de destacar que gracias a la palabrería oficial se pudo detectar una categoría social, la de los “saltacomidas”, esos que tanto sorprenden al secretario de desarrollo social en sus empeños actuariales y que tuvo que llegar al gabinete para darse cuenta de ellos, que son tan antiguos que ya en los Evangelios se cuenta el milagro que operó Jesús para multiplicar los panes y los peces. Los “saltacomidas” estaban por todas partes. Eran un chingo. A esa categoría quieren reducir a los electricistas y sus familias de Luz y Fuerza.
Es de jurar que la multitud allí reunida no era de privilegiados. O si se quiere, los privilegios ahí reunidos son nada ante el privilegio de los comensales que se reunieron, el día anterior, para celebrar la semana de la radio y la televisión que año con año convida la Cámara que los corporativiza y les sirve para defender sus intereses y sus derechos, privilegios .
Y pensar que todo este conflicto se tenía planeado desde octubre de 2006, según nos lo cuenta Alberto Barranco en El Universal. Se arriba a una fase superior de fascismo – en algo tenía que mejorar el país- el fascismo milimétrico. Un fascismo que no deja de ser corriente, pues como firma una cosa hace otra. (Leer a Ciro Murayama en La Crónica de Hoy)
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Los dictadores, como los asesinos seriales, portan su insensibilidad en la fortaleza de su conciencia tranquila.