martes, 17 de septiembre de 2019

Va bien


Para quienes lo quieran leer, oír o ver, López Obrador ha tenido claro que el cambio está en el funcionamiento óptimo de los poderes constitucionales. Eso sí, sin cargar con el costo de los intermediarios de toda índole que se constituyen en una pared entre el poder público y la ciudadanía.

En la interpretación política de los festejos patrios se revelaron dos aspectos: la anulación de los cortesanos como parte distinguida de la fiesta, la sociedad de los apapachos mutuos entre el presidente y los predilectos; y del mismo plumazo se dio la anulación del besamanos en el que eran humillados los otros poderes, el Legislativo y el Judicial.

Y más allá de la interpretación o, mejor dicho, sin lugar a interpretación, se confirmó la indelegable cercanía del presidente de México con el pueblo. Esto sin premeditación, por inclinación natural y para disgusto de los conservadores que depredaron a partir de cercar al presidente, por medio del halago y hasta del chantaje, aunque los más inteligentes haciéndose necesarios por el “lustre” de su arte y saberes.


La confirmación más aproximada del artículo 40 de la Constitución se compendió en los días patrios: república democrática, representativa, federal y laica. El cambio se va dando en la erradicación de la simulación, del hace como que hace; en la reafirmación de los poderes constitucionales, opacados por la impostura y la suplantación de los órganos de cultivo de la burocracia dorada. El gobierno, en toda la extensión de la palabra, está obligado a acatar la ley.

Pero esto apenas comienza. Todavía la administración en su conjunto, como un todo, no le lleva el paso al presidente Andrés Manuel. El esfuerzo inédito de comparecer diariamente ante los medios algunos no lo entienden y se les hace fácil la impropiedad del lenguaje misógino. Replicar el ritmo presidencial de trabajo no es precisamente tener presencia en los medios, ni se da en automático, si bien es proporcional al nivel de responsabilidad comprometida. Sean gobernadores, legisladores, que se arroguen bajo la insignia de la 4T o los que tienen nombramiento de la mano directa del titular del Ejecutivo.

Va bien, aunque hasta ahora el crecimiento económico, la seguridad, la educación y todo lo que incide en la superación de las desigualdades siga dibujando el perfil de un país injusto. Es el primer año y mínimo se requerirá de una década para que el orden constitucional ya no se colisione con el México real, como ha sido por decenios. Hecho averiguado hace tiempo por Pablo González Casanova.

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