viernes, 18 de diciembre de 2009

Sufragio efectivo



Andaba Ernesto Zedillo en Davos, Suiza, desde allá declaró que el problema de la competencia electoral en México se condensaba en una disputa inequitativa. Por tal motivo, expuso el entonces presidente, proponía una reforma política definitiva. Eso ocurrió en la última década del siglo pasado. La historia ya la conocemos, se hizo la reforma que dio paso al gobierno dividido. Reforma que fue ajustada para permitir coaliciones a modo como la que catapultó a Vicente Fox. Esa reforma se agotó en la alternancia demostrando que no fue la última. Alternancia forzada pues la credibilidad del Instituto Federal Electoral estaba en juego sólo por el hecho de admitirla –a la alternancia- valiéndose de la cortina de humo del Pemexgate y soslayando el financiamiento exterior de la campaña de Fox. Zedillo le abrió el paso al PAN pero no a la democracia como tal, a plenitud.

Bajo otras circunstancias, que no obstante se justifica en la deficiencia de la democracia mexicana, Felipe Calderón convoca a realizar una reforma política de fondo. El martes 15 de diciembre convocó a los medios para hacer el anuncio de su video propuesta, de un video decálogo para una nueva reforma. Como es costumbre en Calderón, mucha palabrería sin las tripas en la mano, tal como esos charlatanes que hacen cirugía sin bisturí o algún otro instrumental avanzado.

El michoacano pergeñó una especie de exposición de motivos de la que sustrajo información básica que él posee: ¿Cómo se ganan elecciones haiga sido como haiga sido? Esa hubiera sido una argumentación poderosísima desde la cual justificar la reforma de fondo, pues en México se espera que algún día el sufragio sea efectivo. No lo hizo. Aunque dice Calderón que el eje es el ciudadano no aclara qué ciudadano, al menos no el de México con bajas calificaciones en desarrollo social (Alimentación, educación, salud) En verdad la reforma tiene dos ejes, uno es la zanahoria de la reelección que hace tiempo propuso Jorge Castañeda, el otro eje es la descalificación de los legisladores bajo el sambenito de ineficaces, de tortuosos a la hora de tomar decisiones. Así planteado, la reforma ha nacido muerta, a menos de que el PRI decida sacarla adelante.

La verdad es que Felipe Calderón ha agotado la poca credibilidad que tenía, tan así es que lo razonable de su planteamiento se hunde en la sospecha. No hay en la reforma ninguna mención que obligue al Ejecutivo a no entrometerse en asuntos electorales, ni que lo obligue a una verdadera rendición de cuentas. Quiere manejar a su antojo las determinaciones legislativas sobre el presupuesto y los ingresos, pero calla acerca de la irresponsabilidad del subejercicio. Tampoco resuelve la intervención de los poderes fácticos para amarrarles las manos, de los gobernadores y el crimen organizado también. Lo de las candidaturas independientes es una incógnita ¿Independientes de qué o de quiénes?

Un mal socio le hizo la propuesta de reforma política al Presidente, con ganas de desprestigiarlo aún más.

Pretender recargar el presidencialismo es confesión de que todo el entramado de instituciones autónomas fracasó en su intento de moderar al poder ejecutivo. ¿Es el IFE más autónomo hoy? Igual se puede interrogar sobre del IFAI, del INEGI, de la CNDH y de Banxico. La verdad es que con Calderón han perdido autonomía.


La reforma creíble debe contener una propuesta adicional, adelantar las elecciones presidenciales del 2012 al 2010. Eso sí sería celebrar en grande el bicentenario de la Independencia de México y el centenario de la Revolución.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Ansiada despedida



El 2009 es un año al cual los actores políticos quieren despedir ya. Y qué será del 2010: las opiniones escasean. Nada como recordar 1994, año terrible en el que la violencia se hizo parte del paisaje. El año que siguió, 1995, no fue mejor, aparición pública de la rebelión indígena de Los Altos de Chiapas y estrepitosa caída de la economía. Por eso la cuestión es por qué tanta ansiedad por apurar 2009 si no hay certidumbres esperanzadoras para el que sigue.

En el año que termina la economía se derrumbó por la falta de previsiones eficaces, las que se tenían -el blindaje- no fueron tales. Aunque se sabía que la producción petrolera ya no era suficiente para las finanzas nacionales no se hizo nada para fortalecer la industria, a lo más que se llegó fue a comprar un seguro para paliar los números negativos que arrastraba la paraestatal PEMEX. No se tenía un plan para fortalecer, por el contrario, se quería continuar el deterioro de la empresa. Eso debilitó al país frente a la crisis.

Otro factor que aportó a la vulnerabilidad de la economía mexicana ha sido la “guerra” contra el narcotráfico declarada por el presidente Calderón. Afectó pues la violencia, espantó capitales y no se tenían las estimaciones de qué tanto en el país la producción y los servicios en general estaban “prosperando” por el efluvio del dinero negro. Qué tanto estaba instalada la narcoeconomía.

Por su parte, el gobierno se escudó en los factores externos, para eludir responsabilidad. Dice que la crisis vino de Estados Unidos, pero no explica por qué México fue el más afectado. Dice que la influenza nos vino de fuera, pero no aclara por qué aquí fue tan devastadora para la economía, para el turismo para ser precisos, como en ningún otro país.

Es en la autocrítica donde Felipe Calderón le ha sacado la vuelta. Su administración sobrevive gracias a la respiración de boca a boca que le ha dado el PRI. Los priístas han demostrado lo que saben hacer: apoyar al presidente en turno.

Ante este panorama, el Presidente decidió operar cambios sin explicar para qué. Elogia a Carstens, hizo las cosas tan bien en Hacienda –se le cayó la economía- y ahora se le manda como gobernador del Banco de México. Lo mismo ocurre con Ernesto Cordero, su esplendido trabajo en SEDESOL –se le multiplicaron los pobres del país- que ahora se le da la encomienda de levantar la economía. Antes de iniciar Cordero, ya le embarraron sus nuevas responsabilidades introduciéndolo como candidato fuerte para disputar la presidencia de la república en el 2012. Y no es que se quiera desearles la mala suerte, no es el caso. Si el pasado reciente no los dota de buenos augurios, la fortuna no está obligada a seguirlos. Si la recuperación económica es consistente en Estados Unidos, la producción y la mano de obra mexicana puede reciclarse al impulso norteamericano. Si los grandes capitalistas están dispuestos a repatriar capitales, seguro que se beneficiará el desempeño económico del país.

Si el Presidente hace uso de sus facultades para reactivar el sector público, también se pueden mejorar los números económicos. Pero esa decisión no corresponde con su ideología, por el contario, está más dispuesto a rematar las últimas empresas del sector con miras a obtener beneficios en el corto plazo, nada más para entregar la estafeta al que lo suceda. Puede, por decreto, finiquitar el IPAB que ha sido insaciable devorador de recursos fiscales. Eso sería una sorpresa y ganas de querer el bien de todos.

Frente a la cruda realidad se alzará la danza de cifras. El coreógrafo está listo, falta la aprobación del auditorio.

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