“No hay justicia penal, destinada a
perseguir todas las prácticas ilegales y que, para hacerlo, utilice a la
policía como auxiliar y como instrumento punitivo la prisión, a costa de dejar
como rostro de su acción el residuo inasimilable de la ‘delincuencia’… es una
característica de estructura que marca a los mecanismos punitivos de la
sociedad moderna”. Michel Foucault.
El crimen
y la inseguridad se han convertido en el relato violento de entre siglos del
México postrevolucionario al México ultraliberal. Una exposición más detallada
de la urdimbre del Estado y la economía, progenitora de la violencia y de la
inseguridad que asuelan a los mexicanos se encuentra disponible en el ensayo de
Sergio González Rodríguez, Campo de
Guerra, Anagrama (2014) Una exposición concisa en datos, de explicación y
contexto, y verdad, no siempre presente en las informaciones de las
procuradurías y sus voceros, explicaciones abogadiles que dejan a la población
en ascuas.
Hay
generaciones que vívidamente pueden valorar el antes y el después respecto a la
catástrofe humanitaria que ha significado la violencia del crimen organizado en
México. Como la experiencia no siempre es exitosamente transferible tomaré para
el efecto dos documentales.
Uno es Los Ladrones Viejos (2007) dirigida por
Everardo González. Éste documental, basado en testimonios de los sesentas y los
setentas, nos da cuenta del robo en específico, de una delincuencia sin
ambiciones de acumulación, de quitar bienes de los que le sobran a otros. Una
ternura digna de un Robin Hood egoísta; Por el contrario, el documental El Sicario de Gianfranco Rossi
(coproducción franco-estadounidense 2010) es la autobiografía narrada por un
sicario anónimo en fuga, donde da pelos y señales acerca de su origen y desarrollo
como sicario. Aquí no hay ternura, sólo el universo desolado del sicópata, la
ausencia de sentimientos que facilita el matar y torturar. Faltan en el
documental referencias puntales al gran negocio global del crimen organizado,
como que el asunto lo deja a la mala de la anomia social y la corrupción del
gobierno de los mexicanos. El documental deja de ser convincente en su
desenlace y deja entrever que se trata de la confesión de un testigo protegido.
Los dos
documentales no dan lugar a una solución de continuidad, está ausente el relato
que conecte las dos historias y nos diga cuándo se jodió México. A falta de
documental, una referencia literaria, la de Crimen de Estado, novela del periodista Gregorio Ortega Molina
(Plaza & Janes, 2009) De la novela se infiere cómo fue que el país cambio
de rumbo durante el sexenio de Miguel De la Madrid, como desde entonces la
agenda narcotizada de los Estados Unidos se impuso sobre México y comenzó la
demolición del principio de soberanía del Estado Mexicano. De ahí en adelante
el narcotráfico tomó su violento vuelo y
diversificó sus operaciones. Lo que antes era material de historias
pueblerinas, se convirtió en tema nacional digno de las primeras planas y no de
los escondrijos morbosos de la nota roja.
¿Hay solución?
Habrá que ver, posiblemente sí se dé una reducción de la violencia, pero
difícilmente se dará una reducción de la operación del narcotráfico mientras
haya una demanda global de estupefacientes. Lo que no se dice es que este
comercio es funcional al capitalismo, no lo niega, lo reafirma. La peor
consecuencia es que el gobierno refuerza sus mecanismos de control no
exclusivamente para atacar al crimen organizado, sino como instrumentos de
dominación y sometimiento en su disposición selectiva en contra de actos
ilegales. Se reviste el autoritarismo en aras de la seguridad pública.
*Los usos y costumbres modernos,
al plantearse la necesidad de la seguridad han instaurado la inseguridad. De
manera ingeniosa y no menos falaz, Thomas Hobbes en El Leviathan, inventa la
seguridad a partir de un imaginario estado de naturaleza inseguro por
definición. Ni la investigación de la Antigüedad, ni de la Edad Media, tampoco
la investigación etnográfica de sociedades prístinas o casi, se topan con esta
visión de un mundo inseguro, para desterrarlo les basta la magia y la religión,
dispensadores de certidumbres y de explicaciones suficientes.