viernes, 8 de agosto de 2014

La invención de la inseguridad*

“No hay justicia penal, destinada a perseguir todas las prácticas ilegales y que, para hacerlo, utilice a la policía como auxiliar y como instrumento punitivo la prisión, a costa de dejar como rostro de su acción el residuo inasimilable de la ‘delincuencia’… es una característica de estructura que marca a los mecanismos punitivos de la sociedad moderna”. Michel Foucault.



El crimen y la inseguridad se han convertido en el relato violento de entre siglos del México postrevolucionario al México ultraliberal. Una exposición más detallada de la urdimbre del Estado y la economía, progenitora de la violencia y de la inseguridad que asuelan a los mexicanos se encuentra disponible en el ensayo de Sergio González Rodríguez, Campo de Guerra, Anagrama (2014) Una exposición concisa en datos, de explicación y contexto, y verdad, no siempre presente en las informaciones de las procuradurías y sus voceros, explicaciones abogadiles que dejan a la población en ascuas.



Hay generaciones que vívidamente pueden valorar el antes y el después respecto a la catástrofe humanitaria que ha significado la violencia del crimen organizado en México. Como la experiencia no siempre es exitosamente transferible tomaré para el efecto dos documentales.

Uno es Los Ladrones Viejos (2007) dirigida por Everardo González. Éste documental, basado en testimonios de los sesentas y los setentas, nos da cuenta del robo en específico, de una delincuencia sin ambiciones de acumulación, de quitar bienes de los que le sobran a otros. Una ternura digna de un Robin Hood egoísta; Por el contrario, el documental El Sicario de Gianfranco Rossi (coproducción franco-estadounidense 2010) es la autobiografía narrada por un sicario anónimo en fuga, donde da pelos y señales acerca de su origen y desarrollo como sicario. Aquí no hay ternura, sólo el universo desolado del sicópata, la ausencia de sentimientos que facilita el matar y torturar. Faltan en el documental referencias puntales al gran negocio global del crimen organizado, como que el asunto lo deja a la mala de la anomia social y la corrupción del gobierno de los mexicanos. El documental deja de ser convincente en su desenlace y deja entrever que se trata de la confesión de un testigo protegido.



Los dos documentales no dan lugar a una solución de continuidad, está ausente el relato que conecte las dos historias y nos diga cuándo se jodió México. A falta de documental, una referencia literaria, la de Crimen de Estado, novela del periodista Gregorio Ortega Molina (Plaza & Janes, 2009) De la novela se infiere cómo fue que el país cambio de rumbo durante el sexenio de Miguel De la Madrid, como desde entonces la agenda narcotizada de los Estados Unidos se impuso sobre México y comenzó la demolición del principio de soberanía del Estado Mexicano. De ahí en adelante el narcotráfico tomó su violento  vuelo y diversificó sus operaciones. Lo que antes era material de historias pueblerinas, se convirtió en tema nacional digno de las primeras planas y no de los escondrijos morbosos de la nota roja.



¿Hay solución? Habrá que ver, posiblemente sí se dé una reducción de la violencia, pero difícilmente se dará una reducción de la operación del narcotráfico mientras haya una demanda global de estupefacientes. Lo que no se dice es que este comercio es funcional al capitalismo, no lo niega, lo reafirma. La peor consecuencia es que el gobierno refuerza sus mecanismos de control no exclusivamente para atacar al crimen organizado, sino como instrumentos de dominación y sometimiento en su disposición selectiva en contra de actos ilegales. Se reviste el autoritarismo en aras de la seguridad pública.


*Los usos y costumbres modernos, al plantearse la necesidad de la seguridad han instaurado la inseguridad. De manera ingeniosa y no menos falaz, Thomas Hobbes en El Leviathan, inventa la seguridad a partir de un imaginario estado de naturaleza inseguro por definición. Ni la investigación de la Antigüedad, ni de la Edad Media, tampoco la investigación etnográfica de sociedades prístinas o casi, se topan con esta visión de un mundo inseguro, para desterrarlo les basta la magia y la religión, dispensadores de certidumbres y de explicaciones suficientes.

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