jueves, 1 de noviembre de 2012

Línea atorada


 

Una obra que a primera vista se admira y le da otra visibilidad a la de la ciudad de México. La primera impresión no es suficiente para completar la simulación, sucesivamente se tiene que mantener la impresión de una obra bien acabada en todas las previsiones. No es así. Será porque invitaron a Felipe Calderón a inaugurar la obra y le echó la sal. El hecho es que hay estaciones donde la Línea Dorada del metro es inabordable. Habrá explicaciones, lo desagradable es el mal sabor que deja el que las autoridades gasten en publicidad, el ofrendar a los medios un producto con el fin del lucimiento y no del servicio a los usuarios. El ritual se tenía que hacer como si no se pudieran esperar. Una obra necesaria, más de lo que previeron, serán más de 500 mil usuarios diarios.

Tendrán nuestros políticos una reforma para erradicar la simulación. Esa si sería una reforma estructural, pero de las retorcidas mentes de nuestros dirigentes políticos. En la simulación está el principal quiebre del Estado de Derecho. La habilidad está en no ser pillado, darle la vuelta a la responsabilidad, pero siempre de frente para la foto. Cuántas manos cortaron el listón inaugural de la línea varada ¡Qué vergüenza!

No es algo menor, ni una anécdota salvable por efecto del olvido. Estamos ante una conducta que estimula la emulación, que permea a otros niveles de la administración.

Aquí tenemos otra estampa del servicio público a cargo de delincuentes, es el caso de la empresa Pronósticos Deportivos que simuló un concurso para atracar a los concursantes del Melate. Una trama burda según muestra el diario La Razón de México (Sigan el enlace http://www.razon.com.mx/spip.php?article146105 )

El problema es que no se trata de una, dos, tres estampas de la simulación. Aquí, allá y acullá. Es todo un sistema que se enmascara en el Estado de Derecho y, por lo mismo, cuenta con salidas hacia la impunidad. Desmontar ese sistema sería una proeza del futuro gobierno, como para instaurar en serio una nueva época para el país.

¡Ah! Si los políticos estuvieran a la altura de lo que requiere México. Qué va, para ellos México está hecho a la medida de sus vanidades. Y cuando alguno llega al principal cargo político, al concluir su mandato (como si de verdad lo hubiera asumido) sólo piensa en ser recordado como el mejor presidente. Él y los de su especie tienen clara su tarea: embaucarnos, es decir, tratarnos como si fuéramos ingenuos. Si los temas de la agenda fueran del interés de todos, los acuerdos saldrían con mayor facilidad. No es así, la reforma laboral es un ejemplo al mérito del jaloneo. Hay intereses personales y de parcialidades fácticas. Por eso, no es raro que el proceso legislativo degenere en un ejercicio de simulación que descuadra la geometría política. No hay izquierda, tampoco derecha. El supremo fin es ir en contra del PRI negando fidelidad a su reproducción.

Al final del cuento y de la hipócrita cortesía política no son capaces de dar cifras ciertas de los montos aportados. El PAN y el PRD se unen por puro oportunismo.

Para seguir en la línea atorada de los consensos.

martes, 30 de octubre de 2012

Estatizar a los funcionarios públicos



Por el año de 1992, si mal no recuerdo, el entonces secretario de Hacienda Pedro Aspe Armella, soltó una ingeniosa y provocadora expresión a propósito del fortalecimiento de la economía de mercado en México. Palabras más, palabras menos, dijo que había que privatizar a los empresarios. Dicho en el supuesto de que los empresarios deberían fundar su éxito en la aceptación de la libre competencia y no en función de los apoyos o incentivos económicos provenientes del Estado.

Después de doce años de “panato” y su fracaso por “empresarializar” la función pública, improvisando la gestión privada como modelo para gestionar los asuntos y servicios públicos, trayendo como consecuencia la utilización de la función pública en función del interés privado de los funcionarios –léase corrupción- es oportuno plantearse estatizar a los funcionarios públicos.

Que los altos funcionarios asuman el compromiso de que el puesto público no es medio para realizar negocios privados de quien ostenta el cargo. Y para cuando se concluya una encomienda en el servicio público se prohíba la utilización de la información adquirida para hacer negocios personales o la prestación de servicios a empresas del ramo.

Tener el cuidado de que, por dar un ejemplo, quien haya sido funcionario de Agricultura se contrate a una trasnacional agroalimentaria, de que si se sirvió al sector público de la energía con toda facilidad ofrezca sus servicios profesionales a una corporación privada de energéticos.

Parte del combate a la corrupción es combatir ventajas adquiridas en el servicio público para desempeñarse en la iniciativa privada. Será tal vez necesario restablecer el límite entre el empeño profesional dentro del sector privado y el desempeño como servidor público (la alta burocracia del sector Salud es un ejemplo)

No es fácil someter el maridaje que suele ocurrir en el cultivo simultáneo, en una misma persona, de la actividad empresarial y el servicio público. Hay que redefinir los límites entre la actividad empresarial y el servicio público. Entre el empresario y el político. Desterrar la leyenda de que un político pobre es un pobre político. O aquella expresión ufana y reciente: hablo como empresario pero les recuerdo que también soy político (Miguel Alemán Velasco)

Ante el deterioro de las instituciones que ha significado el abandono del paradigma de la revolución mexicana, se está en el horizonte de instituciones orientadas a postular y realizar una función pública eficaz e incorruptible. Planteamiento que en sí mismo no es productivo en las parcialidades de los partidos, perdón por el pleonasmo, sino en el entendimiento de un acuerdo nacional capaz de expresar el interés general.
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