Llegué tarde a la marcha
conmemorativa por los cinco años de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Se me
fue. Cuando los manifestantes ya estaban en la plaza del zócalo, no lo sabía,
salí del metro en la estación Allende. Bajo la errónea suposición de que la
marcha seguía en curso a su destino, tomé camino hacia la avenida Juárez.
Comencé a “leer” las pintas, lo que querían decir o dar a entender, acompañadas
de una simbolización común, el de la A mayúscula encerrada en un círculo.
Mostrar la identidad política con el anarquismo y sin el menor esfuerzo de
explicarle al transeúnte qué es el anarquismo.
Entre el Eje Central Lázaro Cárdenas
y Balderas, la avenida Juárez -recorrido turístico por excelencia de la Ciudad
de México- con su oferta de tiendas, restaurantes, hoteles, librerías, sede de Juzgados
y del Museo Memoria y Tolerancia, mostraba sus edificios dañados en sus
fachadas. Unos más que otros. No había pánico, pero sí consternación de
empleados. Una calma soportable e inexplicable en ese momento ¿Qué pasó? La
policía haciendo reporte de daños. Trabajadores de CDMX recogiendo escombro y
restaurando. La gente tomando fotografías.
Las pintas en contra del
capitalismo, de la 4t, de Hernández Juárez. Murillo Karam, Tomás Zerón y
Enrique Peña Nieto no estaban en la lista de adversarios de los anarquistas.
Llamaron mi atención unas letras: Miguel Peralta +43. Un mensaje cifrado para
cualquiera de los que deambulábamos por ahí.
A “googlear” se ha dicho. El
buscador me lleva a la página KÉHUELGA.NET RADIO https://kehuelga.net/spip.php?article6453
publicación en homenaje a la huelga estudiantil de 1999 en la UNAM. Allí se
dice que Miguel Peralta Betanzos es un preso político oaxaqueño al que se le ha
dictado una condena de 50 años de cárcel por los cargos de tentativa de homicidio
calificado y homicidio calificado. A esta persona la agregan a los
desaparecidos de Ayotzinapa -por eso +43- pero no está desaparecido, está en
prisión. Su caso es ajeno al expediente de la noche de Iguala. La condición
exacta de su encarcelación a lo mejor lo hace elegible para ser beneficiado de
la Ley de Amnistía que el Ejecutivo ingreso al Congreso en septiembre.
La autoridad tiene tecnología
para encontrar las identidades que forman este colectivo embozado. Localizarles
para fincarles cargos y evitarnos las etiquetas que son solo humo.
Al margen. Hay que recordar que
han existidos expresiones estudiantiles de protesta estigmatizadas en nuestra
memoria colectiva. Por ejemplo, los “Enfermos” de las universidades de Sinaloa
y Sonora. También quienes tomaron el edificio de la Rectoría de la UNAM, Mario
Falcón y Castro Bustos. Y de lo más cercano, el movimiento del CGH de fines del
siglo pasado en la UNAM, la huelga que duró diez meses. Historias distintas al Movimiento
del 68, a la postre criadero de funcionarios o del CEU, con su generación de
políticos y periodistas.
Lo que aquí pongo a consideración
es insignificante ante el bombardeo de imágenes de la televisión concesionada y
de las redes sociales. Caída la noche, el recordatorio de la noche de Iguala
quedó empañado.