Algo que aturde de las campañas
en desarrollo por la presidencia de la república, es la mimetización de las
candidatas en el recurso por ofrecer entrevistas y utilizar las redes sociales
para dar su opinión sobre los temas de la vida nacional. Podrán divergir en lo
que dicen, pero son iguales en la banalidad de no profundizar sus argumentos,
sin estudios rigurosos ni experiencias a emular. Si acaso toman datos de aquí,
de allá y acullá, pero no contrastan ni integran esa información de diversas
fuentes. Se toman datos aislados sólo para el discurso del momento y los toman
como verdades inconmovibles. Así hicieron propuestas al inicio de sus
respectivas campañas en materia de seguridad: se necesita una cárcel gigantesca
o la exigencia de ir a la raíz del problema entendida como carencia económica.
Entre las ofertas del castigo y la compasión la violencia no para. Está ausente la comprensión cabal de la
inseguridad y la violencia que la acompaña. No se hacen las preguntas de fondo,
como consecuencia, se encarecen las soluciones.
Cuestiones que plantearles a las candidatas y al candidato con su respectiva respuesta sustanciada.
¿Conocen la vinculación entre el
crimen organizado y el régimen capitalista? Empezando por considerar a la
empresa delictiva, como cualquier otra empresa, siempre dispuestas a la obtención
del lucro. Riqueza que no la entierran, la ponen a circular en el sistema
financiero, empresas fachadas, la compra de armamento, en los ingresos de sus
empleados, en el consumo conspicuo, entre otras cosas. Se integran a la
economía.
¿Cuál es el grado de complicidad
de los tres poderes constitucionales y los tres niveles de gobierno con el
crimen organizado? Imposición de ediles, sobornos, financiamiento de campañas,
pactos secretos.
¿Por qué los representantes de la
iglesia católica conversan con los criminales en vez de denunciarlos? Cuando
por una segunda conversión a la fe deberían incorporarlos a la práctica de los
valores cristianos de amor y hermandad, al contrario, los dejan trasgredir el rito
católico a su antojo y evitan lanzarle al CO anatema alguno, como si se lo
hicieron a Juárez, a Calles o a la minifalda y al rock. Las iglesias en
general, moralmente derrotadas.
¿Qué está ocurriendo en las
familias generadoras de violencia hacia su propio núcleo? Pérdida o ausencia de
autoridad parental, falta de comunicación, escucha acrítica de narcocorridos o
baladas por el estilo, compulsión consumista y lo que se guste agregar. Cuánto
de esto no hay en el lamento de las madres buscadoras de sus hijos
desaparecidos.
¿Retomarían el enfoque moralista
de manera diferente y sin complacencias? El obradorismo se fue de bruces con su
nonata constitución moral. Seguiremos en el conformismo comodino del así es la
naturaleza humana y, como siempre, se gobernará con y para los allegados y de
acuerdo con compromisos no escriturados. Porque eso de la transparencia termina
como tapadera de la secrecía.
Ni partidos, ni candidatos tienen
la consistencia para responder a estas cuestiones sin recurrir al eufemismo, al
subterfugio. La cuestión vital de las elecciones no es quién ganará, sino a qué
costo en términos de eventos violentos y si las campañas y comicios tendrán un
efecto pacificador.