jueves, 10 de septiembre de 2015

El cochinito andando

Reforma y Aristegui noticias han difundido un par de grabaciones que en sí mismas no representan una base sólida para una denuncia. La especie trata de la constructora OHL, el gobierno del Estado de México en los tiempos de Peña Nieto y su sucesor, un tercero en discordia, la empresa Infraiber (tecnología aplicada a infraestructura carretera) a través de su abogado Paolo Díez Gargari. Un litigo de dineros alrededor de una carretera. Grabaciones y dichos dignos de un juego de máscaras.

Las grabaciones hablan de un contrato a largo plazo, el cual ha sido objeto de cinco modificaciones. En ellas se escuchan expresiones como “caca” y alguna conjugación del verbo “chingar”. A la propia periodista, Carmen Aristegui, no le resultan claras las grabaciones, no las entiende. Para salir de su propia oscuridad entrevista en su espacio nocturno de CNN al abogado mencionado, quien fue sujeto a un calambre judicial de lunes a miércoles de esta semana. Palabras más, palabras menos, lo que quiere el despacho es que se le cumpla el contrato (otro) suscrito por Infraiber con el gobierno del Estado de México para monitorear el flujo vehicular y la rentabilidad de la carretera de marras. De paso embarra a la de por sí OHL, asegurando que ésta ya recuperó su inversión y no tiene por qué pedir más dinero al gobierno mexiquense.  

Sé que se están aburriendo pues así planteado no es más que un chisme. No obstante, creo que es la ocasión para que sin alardes policiacos, el Presidente ponga las cosas en su lugar y demuestre que está hecho para la transparencia tomando decisiones sobre el caso. Enlisto:

Primero, instruir la licencia por una semana del secretario de comunicaciones y transportes, Gerardo Ruiz Esparza, cuya voz aparece en una de las grabaciones, para que; segundo, en colaboración con la actual autoridad mexiquense organice el expediente que integre contratos, convenidos modificatorios, oficios, minutas, memorándum relacionados con el proyecto carretero; tercero, se abra un micrositio en el portal del gobierno mexiquense para dar acceso público a dicho expediente y; cuarto, pronunciarse ante la opinión pública y hacer la denuncia pertinente.

Dirán que es mucha distracción por un “chisme”. No tanto. Es la oportunidad para hacer la diferencia con la línea dorada de Marcelo Ebrard, con los manejos no aclarados de los gobernadores Guillermo Padrés, Rodrigo Medina y César Duarte (todos norteños, pertenecientes al México pujante y emprendedor)

Lo que se le sugiere al presidente Peña es establecer un verdadero parteaguas, sin necesidad recurrir al elefante blanco de la transparencia o al pasivo de la desahuciada secretaria de la función pública. No hacerlo sería aceptar la continuidad en el desprestigio de la actual administración, que por lo que se filtra, tiene enemigos poderosos, no un simple despacho de abogados.

Todo se por no dejar el cochinito andando y por la salud de la república.


martes, 8 de septiembre de 2015

Llegaron los nihilistas

Un libro clásico de la sociología del conocimiento, Ideología y Utopía, de Karl Mannheim diserta sobre la oposición entre el par mencionado en la siguiente proposición: la ideología corresponde a las ideas del presente, actuantes y vigentes dentro de una sociedad; la utopía, en cambio, corresponde a las ideas por realizarse, por materializarse en instituciones. Por mi parte hago una modificación de los términos: ideología corresponde al universo de las creencias que afirman el orden, se refieren a lo creído independientemente de su contenido de verdad; en oposición, sustraigo la palabra utopía y pongo en su lugar al nihilismo*, aquella disposición social a no creer nada, ni aceptar lo que postulan los representantes del orden establecido.



Viene a cuento la referencia y la reflexión de inicio, porque sospecho que el mensaje en alusión al tercer informe de gobierno del presidente Peña Nieto ha contribuido a fortalecer la disposición nihilista y flaco favor le ha hecho para remontar los déficits de confianza y credibilidad de su gobierno. El mensaje quedó desplazado de una banda presidencial –prenda del poder y la máxima autoridad- en trance de caerse por el descuido del propio Presidente. También contribuyó al desplazamiento del cuerpo del mensaje la diatriba que el propio Peña Nieto enderezo contra el populismo y la demagogia.

Ya de por sí la exposición presidencial del 2 de septiembre en Palacio Nacional tenía un problema de fondo al presentarse como una secuencia de afirmaciones sin el menor esfuerzo de explicar. En la vena autoritaria del presidencialismo mexicano al Presidente le parece normal no dar explicaciones para ayudar a la audiencia significar la catarata de cifras, como si cada cifra valiera por sí misma y concluyeran a la vez en un mismo sentido: vamos por el camino correcto, lo hecho por el gobierno está bien hecho. Sin la humildad de exponer el enlazamiento de las cifras, que es causa y que es efecto, como se apoyan y fortalecen mutuamente. El asunto es creer, cuestionar es malicioso.

El Presidente ha insistido en poner los ojos sobre los cambios legislativos, pero los ojos de los mexicanos están puestos en el día a día, la realidad descalificada como cortoplacista. El Presidente no rompió el paradigma discursivo de otro aburrido mensaje tecnocrático. Él reconoce que no es experto ¿Quién lo es y para qué? Pero quienes así se ostentan en su entorno deberían ayudarle en serio, no a salir del paso.

Fulgurantemente, el “informe” presidencial como tema para formar credibilidad y confianza quedó fulminado el domingo 6 de septiembre. El informe del grupo de expertos auspiciado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, grupo formado para investigar la “investigación” oficial sobre los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, ha dado al traste con los propósitos legitimadores del informe anual de gobierno.


Llegaron los nihilistas.
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*El nihilismo no es sólo una filosofía más que haga escuela o busque adeptos, es, en el uso de la palabra dado en un contexto, un término adoptado por la literatura rusa del siglo XIX –Iván Turguenev en particular- para nombrar un ánimo social de desencanto, de certidumbre derruida sobre lo maravilloso y ensoñador del mundo, en este caso, relativo al imperio zarista de Alejandro II, embarcado en una modernización anclada en los privilegios y la desigualdad. 
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