viernes, 20 de junio de 2008

El remedo


Es sabido que los pactos son medidas coyunturales para dar salida a un persistente desacuerdo. Son un punto de partida o un reinicio que los actores políticos, a veces acompañados por los factores de la producción, se brindan mutuamente para lograr un acomodo mínimo para generar estructuras de largo aliento de carácter legal y/o constitucional. De eso sabía Carlos Salinas, artífice de toda una época pactista que inició en 1987 y que se diluyó después de 1994.

Esto viene a cuento porque el miércoles pasado, Felipe Calderón llegó a un tímido acuerdo con la CONCAMIN, remedo de pacto, con el que se congeló el precio de veinticuatro productos alimenticios, en su mayoría enlatados o resultado de un proceso industrial, excluyendo alimentos frescos como la carne, frutas y verduras. Un control de precios sobre una porción de la canasta básica por lo que resta del año. Un acuerdo restringido que no suma, que no concita el apoyo en bloque del aparato productivo. De corto alcance, el anuncio presidencial es reconocido por analistas de BBV Bancomer y BANAMEX como un paliativo, según reporta La Jornada.

Ya con anterioridad, el mes de enero si la memoria no traiciona, el presidente Calderón llegó a un acuerdo parecido con la asociación de tiendas de autoservicio y fue un fracaso. El motivo, excluir a los industriales del acuerdo. También se han adoptado medidas como la reducción de impuestos a la importación de alimentos y un multimillonario subsidio al consumo de la gasolina. Todo en este año y en abierta oposición al credo económico empresarial que profesa el destierro de los subsidios. Credo que de tiempo atrás siguen distinguidos miembros del gabinete, siendo su decano Luis Téllez Kuenzler.

A qué se debe ese cambio, a dos necesidades muy claras del gobierno calderonista: ganar las elecciones intermedias del 2009 y abrir cauce para que se concluya la reforma de PEMEX. No es la afectación de un súbito populismo de parte de quien lo ha denostado. Se trata de un uso retorcido del populismo para alcanzar objetivos muy precisos y ya mencionados. Y el retorcimiento mayor que surge de la casa presidencial es el de querer sustituir o actuar al margen de la institución encargada de la política antiinflacionaria, el Banco de México. Sin esa mínima coordinación institucional el plan anticrisis se ve condenado al fracaso.

Más difícil aún se ve la aprobación tal cual de la reforma de la industria petrolera. Ya Manlio Fabio Beltrones ha dicho que el Congreso no está obligado a seguir lo que el gobierno quiere. Ya el mismo Cuauhtémoc Cárdenas ha dado un repaso puntual a las declaraciones madrileñas de Felipe Calderón sobre el debate petrolero. Y el desgaste se lo sigue llevado el Presidente, pues el regañado gabinete sigue nadando de a muertito. Ni se apura, ni se aflige.

Y mientras tanto, el Congreso ha resuelto algunos pendientes de la reforma del Estado, que parecen ensombrecidos por el vendaval económico que se otea y ya se olfatea. Es decir, los vientos huracanados llegan a las narices del país como para poner a prueba el calado del barco y el temple y la pericia del capitán.

miércoles, 18 de junio de 2008

Y sigue la yunta


La manera de hacer las cosas va contra los efectos esperados. Es el caso que la remoción en la coordinación de los senadores del PAN sigue dando de qué hablar. De veras no habrá cosas más importantes o el fondo de la remoción, no el individuo destituido, es lo que alienta la continuidad del tema. Por lo pronto, gracias a la columna inaugural de Carlos Loret de Mola (El Universal, 17-06-08) nos enteramos del alto concepto en el que se tiene al ciudadano Creel dentro de los cercanos colaboradores del presidente Calderón: ¡Es un Pendejo! Con información de los íntimos, el periodista destazo al senador. No se sabe si por encargo de Los Pinos, de su patrón Emilio Azcárraga o por sus propias pistolas. Lo que se revela es una armonía muy desarreglada entre los personeros del partido en el poder, lo que confirma lo del regaño a los colaboradores ya comentado.

Dice bien el editorial de Siempre!, que la salida de Don Santiago se debió a la desesperación y al enojo presidencial de que la reforma de PEMEX se hubiera salido del curso trazado. Pero la desesperación y el enojo no pueden llevar a perder la compostura de un presidente, hasta el grado de no darse cuenta que el manejo no era sólo un asunto dentro del resorte del dirigente del PAN, Germán Martínez, y que ahí se iba a quedar. Se despreció la investidura agregada de Creel como presidente del Senado y de la Comisión Permanente, con ello el desprestigio formado hacia el senador también alcanzó al Congreso.

Algo tendrá que hacer el gobierno para reparar el daño institucional, que es tan lamentable como las denostadas tomas de tribuna. En cualquier sistema político presidencial el último en desesperarse y enojarse es el Presidente, porque si no es así entonces qué autoridad va a detener el enojo y la desesperación de los ciudadanos cuando se da. Cuando se acciona la guillotina el tacto del verdugo debe ser tal calidad de modo de que nadie hable de él.

Y mientras la opinión pública se entretuvo con el “creelazo”, la suerte de 33 indocumentados cubanos exhibió la fragilidad Estado. El absurdo traslado de los indocumentados de la estación de Cancún a la de Tapachula, del Caribe al Pacífico. Todo un tour por causa del sobrecupo, como si la segunda estación estuviera sin alcanzar el tope. Lo cierto es que un comando de encapuchados fuertemente armados interceptó el convoy que trasportaba a los extranjeros detenidos y se los llevó. Es hora que no se sabe donde están, ni las autoridades responsables sienten aflicción por su incompetencia, ni hay regaño presidencial que las llame al orden. En este caso el enojo y la desesperación no se muestran, se guardan de manera extrema. Ni habla la encargada del Instituto Nacional de Migración, Cecilia Romero Castillo, ni da la cara su jefe Juan Camilo Mouriño. El Estado se ausentó y su falta da para la congoja.

En todo esto se percibe que Felipe Calderón tiene dos medidas para valorar a los servidores públicos, la del enojo para los que le son desafectos y la del afecto para los amigos. Y como entre amigos todo es a todo dar, qué mejor que incorporar al otro niño verde, Bernardo de la Garza, al círculo de los íntimos.

Y que no digan que no dejan gobernar a Felipe Calderón, en la política democrática o negocias o tomas la ruta de la conflicto.

domingo, 15 de junio de 2008

Iniciar de nuevo


En cuestión de días, antes de partir hacia España, Felipe Calderón dejó la impresión de un golpe de timón. Una insinuación nada más, pues lo dicho y decidido no ha tocado fondo.

Empezando por la reunión de directivos de la administración pública federal (06-06-08). Directivos y no funcionarios, como sí se tratara de una empresa privada y no de servidores públicos. Más de una hora de discurso y cinco horas de mesas de trabajo, donde los funcionarios se pusieron a procesar las indicaciones presidenciales, que son las mismas del principio de la administración y al parecer no se han atendido como Calderón quisiera. Como alumnos de primaria, los funcionarios se quedaron a resolver la tarea.

“Los he convocado aquí a Palacio Nacional con objeto que tengamos una sesión de trabajo, que estoy seguro será muy enriquecedora, y que tiene como tarea principal el poder compartir las metas, los objetivos, las estrategias, los programas prioritarios, las razones del Gobierno Federal para que podamos verdaderamente sumar esfuerzos en favor de los ciudadanos.” Al cumplirse el primer cuarto del sexenio, el Presidente se ve comprometido a recordarles la tarea a sus colaboradores de primer nivel. Tarea que seguramente no hizo bien Francisco Ramírez Acuña y por eso salió de gobernación a principios de año.

“Este ejercicio, amigas y amigos, se trata de un esfuerzo de unificar el esfuerzo de la Administración Pública Federal, un esfuerzo para comprender que no somos una veintena de entidades separadas o cincuentena de entidades separadas, que no somos una pléyade de servidores públicos donde cada quien trabaja por su lado y para sus intereses” El síndrome Montessori de una gestión pública repartida entre calderonistas, zedillistas, foxistas y demás grupos que han encontrado en el servicio público el medio para realizar sus apetitos privados. Por algo Felipe Calderón afirmó:

“La transparencia es fundamental para cerrarle espacios a la impunidad.” “Cero tolerancia a la corrupción y cero tolerancia al influyentismo; cero tolerancia a las compras amañadas de Gobierno en cualquier dependencia, desde lápices hasta plataformas; cero tolerancia a decisiones tomadas por influyentismo.” “Cuando alguien hable, se ostente o se presente como amigo, pariente, protegido, o lo que sea, de alguno de los secretarios o del Presidente de la República, ustedes están obligados a no tomar una decisión distinta de la que tomarían en el caso de cualquier ciudadano o de cualquier peticionario.” Si lo dijo es porque algo sabe. El problema es por qué no actúa Calderón al respecto y decide pescar peces gordos. Con declaraciones como éstas y sin acciones correspondientes, sorpresivas, es casi como avisarles a los corruptos de que no les va a pasar nada.

Y el cierre: “A eso estamos llamados, queridas y queridos colaboradores, a transformar a nuestro país. Este llamado, esta convocatoria, esta reunión el día de hoy a un cuarto de tiempo de transcurrido el Gobierno Federal de esta Administración, es un llamado a ello, a transformar a México del México que es al México que queremos.” Un llamado hueco si no incluye al resto de las fuerzas políticas y a la ciudadanía. Desde los escritorios de la burocracia, amenazada por la partidización blanquiazul, grosera y prepotente, el mensaje presidencial se dirige a un destinatario indiferente, consumido en el contrasentido que articulan las palabras y los hechos.

Y como demostración de la mano firme se hizo la hombrada de destituir a Santiago Creel de la coordinación de la bancada del PAN en el senado. Como si de la actuación de Creel dependiera el resultado electoral del 2009 y la consecución de la reforma de PEMEX. No se ve la conexión efectiva entre destitución y propósitos. El problema del gobierno de Calderón es carecer de un operador eficaz. Y ante la carencia de operadores se opta por el cobijo de la madre patria porque en la propia tierra se es incomprendido. Se ha llegado al primer cuarto de la gestión, las dudas no se despejan, las certidumbres no llegan, salvo para quienes arreglen un buen negocio y se alisten para la piñata petrolera.
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