miércoles, 18 de junio de 2008

Y sigue la yunta


La manera de hacer las cosas va contra los efectos esperados. Es el caso que la remoción en la coordinación de los senadores del PAN sigue dando de qué hablar. De veras no habrá cosas más importantes o el fondo de la remoción, no el individuo destituido, es lo que alienta la continuidad del tema. Por lo pronto, gracias a la columna inaugural de Carlos Loret de Mola (El Universal, 17-06-08) nos enteramos del alto concepto en el que se tiene al ciudadano Creel dentro de los cercanos colaboradores del presidente Calderón: ¡Es un Pendejo! Con información de los íntimos, el periodista destazo al senador. No se sabe si por encargo de Los Pinos, de su patrón Emilio Azcárraga o por sus propias pistolas. Lo que se revela es una armonía muy desarreglada entre los personeros del partido en el poder, lo que confirma lo del regaño a los colaboradores ya comentado.

Dice bien el editorial de Siempre!, que la salida de Don Santiago se debió a la desesperación y al enojo presidencial de que la reforma de PEMEX se hubiera salido del curso trazado. Pero la desesperación y el enojo no pueden llevar a perder la compostura de un presidente, hasta el grado de no darse cuenta que el manejo no era sólo un asunto dentro del resorte del dirigente del PAN, Germán Martínez, y que ahí se iba a quedar. Se despreció la investidura agregada de Creel como presidente del Senado y de la Comisión Permanente, con ello el desprestigio formado hacia el senador también alcanzó al Congreso.

Algo tendrá que hacer el gobierno para reparar el daño institucional, que es tan lamentable como las denostadas tomas de tribuna. En cualquier sistema político presidencial el último en desesperarse y enojarse es el Presidente, porque si no es así entonces qué autoridad va a detener el enojo y la desesperación de los ciudadanos cuando se da. Cuando se acciona la guillotina el tacto del verdugo debe ser tal calidad de modo de que nadie hable de él.

Y mientras la opinión pública se entretuvo con el “creelazo”, la suerte de 33 indocumentados cubanos exhibió la fragilidad Estado. El absurdo traslado de los indocumentados de la estación de Cancún a la de Tapachula, del Caribe al Pacífico. Todo un tour por causa del sobrecupo, como si la segunda estación estuviera sin alcanzar el tope. Lo cierto es que un comando de encapuchados fuertemente armados interceptó el convoy que trasportaba a los extranjeros detenidos y se los llevó. Es hora que no se sabe donde están, ni las autoridades responsables sienten aflicción por su incompetencia, ni hay regaño presidencial que las llame al orden. En este caso el enojo y la desesperación no se muestran, se guardan de manera extrema. Ni habla la encargada del Instituto Nacional de Migración, Cecilia Romero Castillo, ni da la cara su jefe Juan Camilo Mouriño. El Estado se ausentó y su falta da para la congoja.

En todo esto se percibe que Felipe Calderón tiene dos medidas para valorar a los servidores públicos, la del enojo para los que le son desafectos y la del afecto para los amigos. Y como entre amigos todo es a todo dar, qué mejor que incorporar al otro niño verde, Bernardo de la Garza, al círculo de los íntimos.

Y que no digan que no dejan gobernar a Felipe Calderón, en la política democrática o negocias o tomas la ruta de la conflicto.

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