La intemperie institucional que
trae consigo el interregno mexicano de fin de sexenio es frío de invierno en
pleno otoño.
Una creación institucional que
incluya a todos, a las mayorías, no se ha construido. Es un estado de déficit
permanente que el remiendo no remedia. Lo provisional no deja paso a lo firme.
La oquedad legal que con asombro descubren nuestras élites, sugieren reformas
que nos acercan al abismo. Todo es reformable ¿A favor de quién? Vale
preguntar. A la vista de los resultados de los últimos años la exclusión social
ha crecido. De ahí la gran dificultad para armar reformas sólidamente
consensuadas. Convendría hacer el balance de la Ley Agraria. Qué ha sido de las
Afores, el mecanismo para que el trabajador financie a los empresarios, la
versión para los burócratas en Pensionissste. Auténtico ejido financiero, son
tus recursos y no lo son. La formación de entidades autónomas (CNDH, IFE, IFAI)
son lo mejor del ánimo reformista y son pequeñas todavía ante sus grandes
retos.
Se discute la reforma laboral, a
la ley de contabilidad gubernamental y se ha dado entrada a la reforma del
mismo IFAI. Los expertos están en su jugo pero ¿Se ha tenido la deferencia de
consultar a la población qué es lo que quiere? Eso sí, es de esperarse que lo
que se apruebe lleve candados para que todo siga igual. El acto de legislar
omite lo que parece ilegislable: las costumbres, incluida esa costumbre
instantánea que se llama moda. Para después del proceso reformador se
experimente una fórmula que reitera la pendiente hacia la desigualdad. Acaso
fluyeron las inversiones al campo con la Ley Agraria, será cierto que el empleo
crecerá por el efecto de la reforma laboral. Yo lo dudo.
Hay que tirar los tabúes a la
basura, sin prever la posibilidad de tirar el agua sucia de la bañera con todo
y niño. A este desplante retórico cabría oponerle los siguientes términos,
también retóricos y de conjetura matemática: formular un reparto de pastel que
alcance para todos. De haber un reparto justo de pastel no habría tanta
delincuencia, ni corrupción.
De verdad, cada que oigo hablar
de reformas me imagino a un listo queriendo sacar provecho de los demás.
Por lo pronto, en este fin de
sexenio de inédito furor reformador, asistimos al espectáculo de las declaraciones
estertóreas de los que se van, ya muestran serias dificultades para responder
con certeza y seguridad a los cuestionamientos que se les hacen. Gabinete de
seguridad compareció ante senadores al ritual de la glosa del sexto informe de
gobierno, el pasmo de defender lo indefendible y una rúbrica declaratoria que
los pinta de cuerpo entero: “Para que podamos ver si podemos”
Dónde guardarnos cuando hace
algunos ayeres éramos país de abrigo. Qué mundo es ese donde no se sabe qué
hacer con los viejos y no hay lugar para los jóvenes.