viernes, 21 de septiembre de 2012

Dónde guardarnos


 

La intemperie institucional que trae consigo el interregno mexicano de fin de sexenio es frío de invierno en pleno otoño.

Una creación institucional que incluya a todos, a las mayorías, no se ha construido. Es un estado de déficit permanente que el remiendo no remedia. Lo provisional no deja paso a lo firme. La oquedad legal que con asombro descubren nuestras élites, sugieren reformas que nos acercan al abismo. Todo es reformable ¿A favor de quién? Vale preguntar. A la vista de los resultados de los últimos años la exclusión social ha crecido. De ahí la gran dificultad para armar reformas sólidamente consensuadas. Convendría hacer el balance de la Ley Agraria. Qué ha sido de las Afores, el mecanismo para que el trabajador financie a los empresarios, la versión para los burócratas en Pensionissste. Auténtico ejido financiero, son tus recursos y no lo son. La formación de entidades autónomas (CNDH, IFE, IFAI) son lo mejor del ánimo reformista y son pequeñas todavía ante sus grandes retos.

Se discute la reforma laboral, a la ley de contabilidad gubernamental y se ha dado entrada a la reforma del mismo IFAI. Los expertos están en su jugo pero ¿Se ha tenido la deferencia de consultar a la población qué es lo que quiere? Eso sí, es de esperarse que lo que se apruebe lleve candados para que todo siga igual. El acto de legislar omite lo que parece ilegislable: las costumbres, incluida esa costumbre instantánea que se llama moda. Para después del proceso reformador se experimente una fórmula que reitera la pendiente hacia la desigualdad. Acaso fluyeron las inversiones al campo con la Ley Agraria, será cierto que el empleo crecerá por el efecto de la reforma laboral. Yo lo dudo.

Hay que tirar los tabúes a la basura, sin prever la posibilidad de tirar el agua sucia de la bañera con todo y niño. A este desplante retórico cabría oponerle los siguientes términos, también retóricos y de conjetura matemática: formular un reparto de pastel que alcance para todos. De haber un reparto justo de pastel no habría tanta delincuencia, ni corrupción.

De verdad, cada que oigo hablar de reformas me imagino a un listo queriendo sacar provecho de los demás.

Por lo pronto, en este fin de sexenio de inédito furor reformador, asistimos al espectáculo de las declaraciones estertóreas de los que se van, ya muestran serias dificultades para responder con certeza y seguridad a los cuestionamientos que se les hacen. Gabinete de seguridad compareció ante senadores al ritual de la glosa del sexto informe de gobierno, el pasmo de defender lo indefendible y una rúbrica declaratoria que los pinta de cuerpo entero: “Para que podamos ver si podemos”  

Dónde guardarnos cuando hace algunos ayeres éramos país de abrigo. Qué mundo es ese donde no se sabe qué hacer con los viejos y no hay lugar para los jóvenes.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Tensión


 

Concluye una administración, que sumada a la anterior, constituyen la experiencia de la primera alternancia que tomó entre sus manos, es un decir, las decisiones y las acciones del gobierno federal. Su primer obstáculo fue la falta de concepción del quehacer público. Esa carencia no la vieron como tal. Su punto conceptual, muy parecido al que expresa el candidato a la presidencia de los Estados Unidos Mitt Romney, se significa por el desprecio al servicio público y la pontificación del sector privado. Se vieron como gerentes, nunca como servidores públicos. El erario, lo tomaron como una simple extensión de sus bienes personales, de ahí la proclividad a la corrupción. No entendieron el principio fundacional de la Administración Pública, como el aparato que contribuye a disminuir desigualdades sociales. Tampoco entendieron al Estado, de ahí la facilidad con la que aceptaban y pedían el apoyo de Washington y la disposición para entrar en un Estado de guerra.

Ha iniciado el proceso de entrega y en los que salen se aprecia la tensión. Qué le dejan al nuevo gobierno: un polvorín (En la acepción de la RAE, situación que por su conflictividad puede estallar en cualquier momento) Tensión por encontrar a quién echarle la culpa, el miedo de que la exhibición de sus irregularidades pase de los periódicos al inicio de procedimientos de ley.

Qué le corresponde hacer al equipo que recibe, procesar la información que contiene la entrega, organizarla para hacerla pública, compartirla con la ciudadanía, para con esta comunicación fundar y presentar las primeras acciones del nuevo gobierno. De la efectividad de estos trabajos dependerá establecer las claves firmes para el siguiente proceso, el de la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo. Elaboración que bien informada y fundamentada, respetando los procedimientos a los que la ley obliga, nos saque de la improvisación de pesadilla en la se ha sumido al país en estos doce últimos años. Dar lugar a una planeación rectora, democrática dice la ley respectiva, que no se desperdigue en el chacoteo de la llamada planeación estratégica que en los hechos ha servido para los vividores de las consultorías. Una planeación de hechos, no de papeles, que sincronice virtuosamente con el presupuesto. No como ahora, donde la planeación y el presupuesto son realidades distantes.

Lamentablemente la tensión no se queda o limita a la burocracia que va de salida, también hay que anotar la tensión que se hereda a la nueva administración como resultado de la estrategia de combate al crimen organizado y la del encono social que se sembró.

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Ha muerto el nacionalismo mexicano?



El nacionalismo que identificaba a gobernantes y gobernados se perdió. No fue de un día para otro, de manera intempestiva, como el nacionalismo fue perdiendo capacidad de aglutinar lo diverso. Decisivo ha sido el rumbo dogmático de libre comercio que las élites adoptaron décadas atrás y la consecuente disminución de las responsabilidades del Estado. Su efecto tuvo el fin de la guerra fría y el consecuente desbordamiento de la opinión de Washington sobre la conducción del país.

El láser que la noche del Grito proyectaron sobre el rostro de Felipe Calderón, se dice que de parte de #YoSoy132, fue como un escupitajo difundido en cadena por todo el país. Es demostración de la ruptura entre élites y ciudadanos de a pie. Adentro de Palacio se vivió una heroica página de sociales, afuera, en la explanada del zócalo un desencuentro que no se pudo maquillar por el abrupto reingreso de Calderón a los salones de Palacio. El pobre no disfrutó con su familia de la pirotecnia acostumbrada.

Pero el nacionalismo no es sólo rituales y símbolos, de por sí devaluados. Se afirma con realidades que constituyen la argamasa que une las partes. Como está la educación, el desempleo, el salario, la pobreza, la inseguridad, la producción de alimentos, la creación de ciencia y tecnología. La cifra macroeconómica no hace nacionalismo, no se come, no cultiva en el amplio sentido de la palabra.

Desbocado el modelo, el consumo se prioriza antes que el trabajo y el ahorro, los gadgets se confunden con el progreso tecnológico, el entretenimiento se impone a la creación cultural y su difusión, las reglas se rompen desde la más alta investidura y así no se tiene autoridad moral para defender el Estado de derecho.

Junto con el debilitamiento del nacionalismo se perdió la capacidad de la política para ser incluyente o menos desigual, el gobernante en turno de los Estados Unidos y la autóctona cúpula empresarial dictan lo que se tiene que hacer, soberanía y autonomía relativa no son marcas distintivas del Estado mexicano y tal vez ya no volverán a ser. Por algo la gente migra, para obtener lo que aquí se le niega.

Se está pendiente de lo que se diga afuera, lo que allá se haga es modelo, mirarse al ombligo es cosa del pasado.  La globalización ha sacudido al país de la cúspide a su base. Lo nacional se reduce a folclore. Y no es que desde la independencia de la corona española se haya dejado de importar modelos de pensar y adaptarlos a la realidad nacional (catolicismo, ilustración, liberalismo, positivismo) siempre había modo de sincretizarlo y decir esto es a la mexicana. Eso prácticamente se acabó. Lo que está de por medio es alcanzar y ejercer derechos que disminuya las desigualdades sociales, con justicia y libertad.
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