lunes, 15 de marzo de 2010

Es por la gobernabilidad (en el país de los desgraciados)

Eso afirmaron Beatriz Paredes y Fernando Gómez Mont, para justificar el acuerdo de no hacer alianzas electorales en el Estado de México hasta después de julio del 2011. La gobernabilidad, bien lo saben, tiene otro soporte. El espectáculo desplegado en San Lázaro la semana pasada tiene otra base de disputa. No se trata de las mentiras, ni de la gobernabilidad. El pleito no es otro que la disputa de los recursos de la nación. Por eso no han podido avanzar los proyectos de infraestructura pues no hay acuerdo en el reparto. Por eso se ha detenido la construcción de una refinería en Hidalgo, después de que se hizo toda la chapuza al alcance para dejar dicho proyecto en el estado de Guanajuato. Los políticos de todos los partidos están en la disputa por la riqueza de la nación. La reforma política, la reforma del Estado, no son masque una maniobra de distracción, lo que está a discusión no pública es de a cómo les va a tocar a las partes que forman la oligarquía de políticos y empresarios.

No hay interés por disminuir los millones de desgraciados que viven en la pobreza, que no les alcanza para comer, para salud, para educación. Son esos millones los que apuntalan la gobernabilidad, que aceptan sin protestar, y en ellos confían para que en este país no pase nada. Claro que miles ya se han salido del huacal, no precisamente por el lado de la actividad política o la protesta civil, tampoco en la ruta del emprendedor, eso no rinde de inmediato para atender las penurias. Es más eficaz la economía informal, mejor aún, participar en una variante de la delincuencia. Y vienen a hablarnos de gobernabilidad cuando en sus pleitos los poderosos no se ponen de acuerdo. Eso sí, no se puede sacar a millones del desamparo y se tiene la suficiente riqueza para tener participantes en la famosa lista de los ricos de la revista norteamericana Forbes. Se tiene la suficiente riqueza como para que aquí, en México, las grandes trasnacionales remitan a su metrópoli sus ganancias.

Lo que necesitamos es un acuerdo para que realmente disminuyan las desigualdades y se reduzca la pobreza generada por la expectativa falsa de un mercado que vendría a resolver todas las carencias de este país. Pero los dirigentes se empeñan en lo contrario, persistir en la misma fórmula. Ahí está el nombramiento de la encargada del despacho de Turismo. Llega por vender viajes y hospedaje, sin idea de lo que significa construir una política para mejorar los ingresos del país por la vía de los visitantes extranjeros, mucho menos tiene idea de los intereses voraces que se mueven en el negocio del turismo.

Y todo el mitote en la Cámara de Diputados estalló por el avance en las alianzas electorales entre el PAN y la izquierda para este año. Alianzas que no llevan a ningún lugar promisorio, pues derrotar al PRI no lleva a una situación mejor. El escándalo sólo sirvió para exhibir, desde el PRI, la ilegitimidad de Felipe Calderón. Esa historia ya la conocíamos desde el lado de Andrés Manuel López Obrador y su movimiento.

Todavía más curioso. La alianza de la izquierda con un partido con el que no tienen nada en común y del cual sólo recibe ataques, pregúntenle a Marcelo Ebrard y lo que ha batallado para sacar adelante las leyes de interrupción del embarazo y de los matrimonios gays. La alianza con un partido, el PAN, que adopta medidas antiobreras en contra de electricistas y mineros, con la derecha que está militarizando al país y no se ocupa de los derechos humanos, barriéndolos debajo de la alfombra. No se entiende esa alianza de la izquierda, a menos de que se trate de la extrema izquierda aceitada desde el presupuesto gubernamental.

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