De Santa Rosalía a Cabo San
Lucas, Baja California Sur es un estado de la república donde el tiempo
transcurre al ritmo del remanso de un medio natural de ocre paisaje
semidesértico y azules de cielo y mar que hacen –es una licencia- de carácter
pacífico a su población. Por eso desconciertan las imágenes fuera de contexto
producidas al influjo del fenómeno meteorológico Odile. Entre el 14 y 16 de
septiembre de 2014 BCS, en especial Los Cabos, mostró el rostro oculto de la
modernidad del “desarrollo” turístico.
A manera de ejercicio, empiezo
por hacer a un lado la información periodística reciente. Trato de recuperar
imágenes idílicas y no menos reales de BCS Año de 1978. El estelar cielo
nocturno en una noche despejada durante un viaje carretero de Loreto a Ciudad
Constitución. La recolección e inmediata degustación del bivalvo, conocido como
pata de mula, extraído del lodo arenoso del manglar en Puerto López Mateos. El
arco emblemático de Cabo San Lucas; el contraste 30 años después, en Los Cabos
se despliegan a la vista una serie de edificaciones de gran turismo haciendo
invisibles las barriadas de edificación frágil, coexistiendo en un paraíso
artificial –con permiso de Baudelaire- donde todo se cobra en dólares. Una
buena porción de la playa desapareció para hacer espacio a las marinas, un
apeadero de embarcaciones. Una intervención radical sobre el medio ambiente.
Sobre estas impresiones vuelvo a
correr las informaciones recientes de lo que dejó Odile. Tiendas asaltadas,
domicilios allanados y vecindarios organizados improvisadamente para defender
sus bienes, lo que se pudo conservar tras el paso del ciclón.
¡Ah! La rapiña a cielo abierto y
a la vista de los soldados.
¡Ah! Perdieron su alma y se
dedicaron al vandalismo, es un susto (quizá por ver tanta televisión).
¡Ah! El Estado de derecho,
reclama el líder nacional del Consejo Coordinador Empresarial (que se abstiene
del mismo cuando de Germán Larrea y los de su especie se trata).
Lamentos que se mezclan con los
de la población directamente afectada. Pobladores que confirman de que están
hechas las autoridades municipales y del gobierno del Estado, de incapacidad
para conducir la protección civil en situaciones de desastre. La insustituible
intervención del gobierno federal, que en un primer momento se enfocó a
difundir la atención a los turistas, al tiempo que los medios reflejaban las
imágenes de la descomposición social emergente en los actos de rapiña.
Lo que quedó exhibido fue un
modelo de “desarrollo” turístico depredador y excluyente. La rapiña originaria
basada en la explosión de los servicios turísticos. De hecho, de tiempo atrás
se cambió el esquema de ocupación poblacional regulado por el reparto agrario,
por un poblamiento salvaje patrocinado por desarrolladores turísticos,
inmobiliarias y la migración, sin las seguridades que aportó el desarrollo
agrario y al colonización.
El agua caída del cielo, que para
este territorio es una bendición, no generó inundaciones. La calidad de la
tierra y la luz solar evitaron los estancamientos de agua. Fue la urbanización
mal planeada, cuando no improvisada, insostenible frente a la fuerza de los
vientos, amolando a la población. Urbanización con rasgos de rapiña tolerada por
las autoridades. De ahí que se requieran de ingentes acciones de protección
civil de parte del gobierno federal, de las cuales su tramo más profesional
corresponde al Ejército a través del Plan DN-III.
Que nadie se asuste, ni se de
golpes de pecho. Es obligado desarrollar un método indiciario para purgar la
rapiña originaria y la que le siguió ¿Cuándo vamos a terminar de aprender?