jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Y el mensaje?


Lo verdaderamente extraordinario del primero de septiembre no fue la modificación del formato del Informe presidencial, lo que coloquialmente se dio en llamar el día del presidente. No, lo que es de llamar la atención es que el presidente Calderón y su equipo no hayan elaborado un mensaje. La modificación del formato no incluyó la prohibición de mandar un mensaje a la población, una idea u orientación del curso de la nación. A fin de cuentas, el mensaje siempre ha sido más relevante que el Informe mismo. Ni la publicidad, ni las entrevistas que ha prodigado Felipe Calderón han dejado claro un mensaje sobre el cual las élites encuentren materia de opinión. En este momento nadie comenta lo que dijo el Presidente porque no dijo nada.

El mensaje o los mensajes fueron encargados a sus colaboradores. En particular, los secretario en Gobernación y Seguridad Pública se han enganchado con el tema las diferencias dentro del Gabinete y la eventual renuncia de sus miembros. Cada uno por su lado, JC Mouriño y Genaro García Luna, han afirmado que no hay división en el equipo presidencial, que se trata de diferencias normales dice uno, que se trata de una idea creada a nivel mediático, dice el otro. Pero tratándose de la seguridad no son admisibles las diferencias, ni atribuibles a un simple fenómeno mediático. Y cuando les preguntan a ambos por separado si van a renunciar, los dos dan similar respuesta: a mi me puso el Presidente y él decide si me remueve. Lo mismo que dijo Francisco Ramírez Acuña antes de su renuncia como primer encargado de gobernación en la actual administración.

No se despejan percepciones sobre la descoordinación dentro del Gabinete. Por el contrario, circula información de otra fuente que dice lo contrario. En su columna semanal de Milenio Diario (03-09-08), el especialista en las Fuerzas Armadas Javier Ibarrola tiene otra versión que vale citarla en extenso:

“Por más que el propio presidente Felipe Calderón tome tan a la ligera las voces de quienes llaman a su derrocamiento y a un rompimiento constitucional, aunadas incluso a las que llaman "atentado" el accidente que tuvo montando en bicicleta, el tema encierra algo más que la calentura de unos pocos.
“Contrario a lo que igualmente ha sucedido en otros gobiernos, el detonante de esta animadversión es sin duda lo que el gobierno hace o no hace en el terreno de la seguridad pública.
“El tema de la seguridad se ha convertido en bandera político-electoral desde hace más de 30 años, y quienes la enarbolan difícilmente han llegado a concretar sus planes de acción, hasta que todos nos volvimos rehenes de una delincuencia que aprovechó muy bien el hecho de que el único aglutinante de la sociedad y su gobierno, es la corrupción.”

Y dice más: “La inseguridad pública difícilmente se va a solucionar con reuniones palaciegas o marchas iluminadoras, porque al final de cuentas hay quien, con sus alianzas, quiere controlar todo el sistema de inteligencia del país, sembrando, además, confusión con mensajes manteleros supuestamente del narcotráfico en contra del Ejército.
“Y si se tratara de un solo hombre no habría mayor problema, pero cuando un solo hombre encabeza a un grupo de grandes alcances, que igual conjugan capacidad y perversidad, el problema se agrava.
“En círculos militares se contempla con desasosiego el hecho de que una sola institución intente cubrir las instalaciones vitales de las secretarías de Estado para controlar la información que emana de ellas.”

La Conclusión es escalofriante: “Apenas en febrero pasado el presidente Calderón llamó a la nación a un gran Plan Nacional por la Legalidad y la Seguridad, y no pasó nada. Hoy, el acuerdo para lo mismo, recién firmado en Palacio Nacional con un articulado de 75 puntos, apunta a tener el mismo fin, con las agravantes expuestas.
“Por eso también el Ejército, aunque en esta ocasión parece haber quedado relegado del acuerdo, refrenda su adhesión a los intentos presidenciales.
“Todo andará, como lo dice también el alto mando militar, siempre y cuando la nación sepa –-y debe saberlo-– “en qué trinchera se encuentra cada quien”.
“Y quien comanda la trinchera es el Presidente. Si el Presidente no sabe en qué trinchera se encuentra cada quien, todo está perdido, incluyéndolo a él.”

Por los trascrito vale preguntar ¿Y el mensaje?

martes, 2 de septiembre de 2008

Disminuido


El domingo 31 de agosto, visiblemente disminuido, el presidente Calderón atendió en Los Pinos a los promotores de la marcha en contra de la inseguridad del día anterior. Sin capacidad para mover de manera natural su brazo izquierdo, sujeto a cabestrillo, Felipe Calderón recibió las propuestas de los ciudadanos promotores, como si no existiera un acuerdo previo y sus setenta y cinco compromisos signados en ceremoniosa reunión en días pasados. ¿Qué quieren esos ciudadanos? Algo distinto a lo ya acordado o qué. Pedirle la creación de un espacio burocrático o compartir responsabilidades. Nada de eso es bueno para un gobierno que con trabajos pudo reunir a las autoridades civiles. Que no se confunda la autoridad y la responsabilidad con el acopio y valoración de opiniones. Pues si así lo hiciere, el gobierno estará obligado a actuar en consecuencia ante cualquier marcha y solicitud ciudadana, hasta diluirse como tal.

Lo que se aprecia, desde los tiempos de Vicente Fox, es la falta de preparación del PAN para asumir las responsabilidades del Ejecutivo Federal. Una institución que despreciaron y ahora que la tienen en sus manos no saben que hacer con ella. Esto por la sencilla razón de que no se encargaron de formular un proyecto de régimen, se engolosinaron con la diatriba hacia el régimen presidencial documentada literariamente, y una vez alcanzaron la Presidencia se encuentran enredados y perplejos.

Desde la oposición, ese mismo domingo Andrés Manuel López Obrador hace una grave acusación desde la plaza pública sobre malos manejos en PEMEX (La Jornada). El tabasqueño utiliza información de la Auditoría Superior de la Federación y con ella involucra al presidente Calderón. No se encuentra hasta el momento una respuesta oficial, si acaso una densa cortina de humo sobre la acusación. El encargado de la política interior no le ayuda a prevenir o anticipar estas situaciones.

Una cosa es reformar los poderes públicos y otra debilitarlos, al extremo de que en las columnas periodísticas, en buena parte de ellas, se sugiera la debilidad política del presidente Calderón. Y no es algo personal, salvo para aquellos que piensan que con su dinero impusieron al actual inquilino de Los Pinos y se sienten con derecho a reclamar. Lo cierto es que la falta de un proyecto de nuevo régimen ha traído por consecuencia operar con el existente que sólo tiene enmiendas, lo cual lleva a la simulación que a final de cuentas conduce a la reedición de la impunidad y la corrupción. Simulación que se recrea en la publicidad y en las encuestas oficiales.

Todavía peor, la actual administración insiste en utilizar el mapa de ruta impuesto por la tecnocracia, mapa que ha producido un malestar social que crece día a día. Los que salieron el día de ayer lunes a protestar ¿serán recibidos por el Presidente en la residencia oficial?

Ante la desaparición del Día del Presidente, de la ceremonia de recepción del informe anual del Ejecutivo por parte del Legislativo y el discurso presidencial que se daba cada primero de septiembre, a los estrategas de Calderón se les ocurrió profuso despliegue de publicidad. No parece la decisión más acertada, tampoco lo es la serie de entrevistas en distintos noticiarios. Lo que se percibe es un Presidente disminuido por su propio entorno de operadores, distante de la sociedad y que busca desesperadamente en los medios el reflejo de sí mismo. Un atisbo de reflexión le dice a Felipe Calderón que las cosas no son como las pensó, ni tampoco como se las platicaron. Los recursos de la mercadotecnia no sustituyen a la preparación, ni hacen un proyecto sostenible. Esa es la lección.

domingo, 31 de agosto de 2008

Contrariado


Así se ha de sentir el gobernante que, apostando a una acción de gobierno, los resultados se oponen a sus deseos. En el albor del sexenio de Felipe Calderón, la “guerra” contra el crimen organizado fue la carta que ofreció a los mexicanos el Presidente. La delincuencia se ha encargado de agujerear esa carta de buenas intenciones y el sábado 30 de agosto, ayer, miles de ciudadanos salieron a las calles a reclamarle al gobierno seguridad. Y muchos de esos miles, por no decir exageradamente que la mayoría, votaron por Calderón.

Miles que no saben realmente lo que pasa, simplifican para apurar una respuesta de consuelo o de autoayuda y no quieren dejar a su gobernante solo, nada más le piden que se radicalice. Si hay malos químicamente puros se tiene que acabar con ellos para salvar a los cien por ciento buenos. El maniqueísmo se instala con naturalidad sin que el manifestante ingenuo se dé por enterado de la barbarie que profetiza. Hasta hoy en día no se ha encontrado hijo de puta que en el fondo no se conciba como un hombre bueno, pero si se ha encontrado bueno que dé lástima por imbécil. Por eso el maniqueísmo no es recurso para dar cuenta de la complejidad de lo que pasa.

Cuando la gente sale a la calle protestar algo está fallando en el edificio de las instituciones, diría Perogrullo. Es la tercera megamarcha contra la inseguridad, la primera en 1997, la segunda en 2004 y la de ayer. Tres presidentes: Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Calderón. Los tres con elementos en común: escasa formación de Estado, subordinados al empresariado e irremediablemente débiles frente a los Estados Unidos. Desde esa comunidad mental no tienen aptitud para atender a la comunidad nacional.

Personajes globales extremos, deshacedores de lo público y campeones de lo privado que han roto el saco de la ambición. Si todo se resuelve con dinero y el gobierno con ello prescinde de su función niveladora de la vida de los ciudadanos qué se le está diciendo a la sociedad: emigra, roba, estafa, busca un puesto de elección popular, en una palabra, compite y ponte encima de tu semejante. Nada que llame realmente a la convivencia, a la colaboración, a la solidaridad. Que cooperen los tontos.

Si eso se puede decir de quienes han gobernado en los últimos años, qué más se puede decir de la iglesia católica que cuenta con la mayor membresía de creyentes. Algo ha dejado de hacer la iglesia pues el credo no amilana a la criminalidad que se ha extendido contra la fe o, más bien, desde la fe. Y no es la primera vez que pasa, las guerras de religión son el mejor ejemplo.

Pero los más responsables de la actual situación de inseguridad han sido los grandes empresarios, quienes impusieron el modelo de abolición de lo público, quienes ignoraron la complementariedad entre lo público y lo privado, quienes se despreocuparon por definir equilibrios mínimos más allá de la filantropía y campañas hipócritas de valores. Y son ellos los que más ladran y ahora salen a la calle. No salen desnudos, no salen encapuchados. Salen a la calle pudorosamente de blanco.
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