El domingo 31 de agosto, visiblemente disminuido, el presidente Calderón atendió en Los Pinos a los promotores de la marcha en contra de la inseguridad del día anterior. Sin capacidad para mover de manera natural su brazo izquierdo, sujeto a cabestrillo, Felipe Calderón recibió las propuestas de los ciudadanos promotores, como si no existiera un acuerdo previo y sus setenta y cinco compromisos signados en ceremoniosa reunión en días pasados. ¿Qué quieren esos ciudadanos? Algo distinto a lo ya acordado o qué. Pedirle la creación de un espacio burocrático o compartir responsabilidades. Nada de eso es bueno para un gobierno que con trabajos pudo reunir a las autoridades civiles. Que no se confunda la autoridad y la responsabilidad con el acopio y valoración de opiniones. Pues si así lo hiciere, el gobierno estará obligado a actuar en consecuencia ante cualquier marcha y solicitud ciudadana, hasta diluirse como tal.
Lo que se aprecia, desde los tiempos de Vicente Fox, es la falta de preparación del PAN para asumir las responsabilidades del Ejecutivo Federal. Una institución que despreciaron y ahora que la tienen en sus manos no saben que hacer con ella. Esto por la sencilla razón de que no se encargaron de formular un proyecto de régimen, se engolosinaron con la diatriba hacia el régimen presidencial documentada literariamente, y una vez alcanzaron la Presidencia se encuentran enredados y perplejos.
Desde la oposición, ese mismo domingo Andrés Manuel López Obrador hace una grave acusación desde la plaza pública sobre malos manejos en PEMEX (La Jornada). El tabasqueño utiliza información de la Auditoría Superior de la Federación y con ella involucra al presidente Calderón. No se encuentra hasta el momento una respuesta oficial, si acaso una densa cortina de humo sobre la acusación. El encargado de la política interior no le ayuda a prevenir o anticipar estas situaciones.
Una cosa es reformar los poderes públicos y otra debilitarlos, al extremo de que en las columnas periodísticas, en buena parte de ellas, se sugiera la debilidad política del presidente Calderón. Y no es algo personal, salvo para aquellos que piensan que con su dinero impusieron al actual inquilino de Los Pinos y se sienten con derecho a reclamar. Lo cierto es que la falta de un proyecto de nuevo régimen ha traído por consecuencia operar con el existente que sólo tiene enmiendas, lo cual lleva a la simulación que a final de cuentas conduce a la reedición de la impunidad y la corrupción. Simulación que se recrea en la publicidad y en las encuestas oficiales.
Todavía peor, la actual administración insiste en utilizar el mapa de ruta impuesto por la tecnocracia, mapa que ha producido un malestar social que crece día a día. Los que salieron el día de ayer lunes a protestar ¿serán recibidos por el Presidente en la residencia oficial?
Ante la desaparición del Día del Presidente, de la ceremonia de recepción del informe anual del Ejecutivo por parte del Legislativo y el discurso presidencial que se daba cada primero de septiembre, a los estrategas de Calderón se les ocurrió profuso despliegue de publicidad. No parece la decisión más acertada, tampoco lo es la serie de entrevistas en distintos noticiarios. Lo que se percibe es un Presidente disminuido por su propio entorno de operadores, distante de la sociedad y que busca desesperadamente en los medios el reflejo de sí mismo. Un atisbo de reflexión le dice a Felipe Calderón que las cosas no son como las pensó, ni tampoco como se las platicaron. Los recursos de la mercadotecnia no sustituyen a la preparación, ni hacen un proyecto sostenible. Esa es la lección.
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